Para torturar a un hombre debes conocer sus placeres
El último día fue más largo que ninguno. El problema era que eso hacía que el mañana no llegara nunca. Por tanto, no habría día siguiente: jamás enviarían las pruebas de laboratorio. Nadie acudiría en busca de los testigos que no habíamos encontrado hoy. Teníamos la pista fresca en el suelo, pero carecíamos de la herramienta del tiempo que, en ocasiones, resulta tan útil en las investigaciones. No podríamos atrapar al asesino si éste había huido a más de una jornada de viaje. Menos mal que tenía la suerte de que el culpable era yo. Menos mal que había decidido, aquella mañana, detener la noche, para así imposibilitar que cualquier otro me capturara. Menos mal que soy un dios todopoderoso, olvidado del mundo, pero, aun así, capaz de ejercer mi poder destructor:
–Y a pesar de todo –escuché la voz del hijo de puta a mi espalda– te he encontrado…
Esta historia fue compuesta para la XIV Edición de Getafe Negro, en un certamen de microrrelatos cuyas bases indicaban que había que empezar por la frase "El último día fue más largo que ninguno", inicio de la obra de Stanislav Lem "La fiebre del heno".
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