lunes, 17 de abril de 2023

El libro de abril: "Algo nuevo en los cielos", de Antonio Martínez Ron


No voy a ocultar que siento una gran admiración por Antonio Martínez Ron (@aberron en redes), uno de los divulgadores científicos más destacados de nuestro país, y que nos ha ofrecido desde hace mucho tiempo toda clase de historias alucinantes relacionadas con la ciencia, en una enorme variedad de formatos. Por eso, cuando anunció que tenía libro nuevo, "el más bonito del mundo" en sus palabras, lo apunté en mi lista de deseos, y un alma bien pensante tuvo a bien regalármelo. Además, junto con "Memorial del convento" de Saramago (por otras razones, relacionado también con los cielos), y en los momentos previos a un viaje en globo. Como os podéis figurar, en mejor compañía no podía estar.

En efecto, Martínez Ron nos propone un viaje, o mejor dicho, varios viajes: hacia arriba, hacia las diferentes capas de la atmósfera, mostrándote su funcionamiento, y también en la Historia, desgranándote las andanzas de los individuos que desentrañaron los secretos del cielo, y también los que se atrevieron a adentrarse en él (literalmente), volando cada vez más alto y más rápido, hasta cotas inaccesibles para cualquier ser humano.

El libro contiene multitud de anécdotas, relatos sorprendentes, puntos de vista en los que no habíamos pensado nunca: desde cómo los fenómenos climatológicos pueden deducirse a partir de un par de directrices básicas, hasta qué comentan en primera persona aquellos que se han visto engullidos -a miles de metros de altura y sin apenas protección- por el fragor de una tormenta, pasando por la carrera épica por dilucidar quién sería el primero en desarrollar una predicción más o menos certera del tiempo meteorológico. Descubriréis la definición de alpenglow, a los grandes exploradores y científicos que a su vez fueron aeronautas y montañeros, o nombres injustamente olvidados como Otto Lilienthal o Emilio Herrera.

A pesar de sus más de 700 páginas (yo os recomiendo, sobre todo si lo vais a leer en la cama, un cojín especial para sostener libros), no se hace en ningún momento pesado ni repetitivo, sino que siempre quieres más. Si acaso, un par de defectos (tengo que meterlos para que veáis que no me pagan por la reseña): me da la sensación de que hay secciones de la estructura de la atmósfera y de la historia de la aeronáutica que se quedan un poco en el aire, no sé si por abreviar o porque el autor creía que no nos resultarían interesantes (en contraposición, las explicaciones son hasta excesivamente didácticas, casi para niños). Y tengo que confesar que los momentos en que leemos testimonios directos de los pioneros de la ciencia y el vuelo, con su lenguaje arcaico, me decepcionaron un poco (por otra parte, ahí se nota el ímprobo esfuerzo de documentación, que sin duda se combina con una tremenda erudición para sacar a cuento todas las referencias literarias, históricas, artísticas y conceptuales de algo tan ubicuo como son los cielos).

Sin embargo, la verdad, tiene mucho mérito que un tema que a mí personalmente nunca me ha atraído demasiado, como la meteorología, me haya mantenido enganchado a lo largo de tantas páginas y días. Martínez Ron combina su faceta de periodista (sobre todo a la hora de comunicar mediante diversos métodos, y para estar al tanto de las últimas noticias) con el de historiador de la ciencia y escritor, pues logra que múltiples vivencias individuales cobren sentido como parte de un todo. Leyéndole a él, he recordado no sólo mi viaje en globo, o aquel en el que tuve la suerte de avistar las montañas del Himalaya sobre un mar de nubes, sino que he vuelto a mirar con ilusión al cielo, ese lugar tan lleno de maravillas que a veces, por cotidianas, nos pasan desapercibidas. Así que yo recomiendo que os dejéis llevar por Antonio Martínez Ron en este trayecto para redescubrir un lugar tan fascinante como el océano de cielo en el que vivimos -una atmósfera, como recalca el autor, más extraordinaria que la que hallaríamos en otros mundos-. Sobre todo si podéis leer el libro tumbados sobre una pradera, intentando adivinar, como cuando éramos niños, qué forma tienen las nubes...


En el centro de la imagen, el Everest, cubierto por nubes. A la derecha, el Llhotse, de cumbre más irregular y plana. Por delante, campos de nubes, a semejanza de ovejas sobresaliendo entre blancos prados. Imagen del autor desde avión comercial.

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