Comando rata
(Una historia real)
Un amigo mío,
después de ir de visita a Marruecos, ha aprendido mucho de la técnica del
regateo, sobre todo basándose el hecho de que tu principal punto de apoyo es
hacerles creer a los vendedores que tienes todo el tiempo del mundo para
negociar (mi amigo desarrolló tanto esa técnica que su periplo acabó
titulándose “aventuras y desventuras del comando rata”). Un día, en un
aeropuerto de Irlanda, decidió, sorprendentemente, aplicar estas estrategias en
una localización geográfica muy distinta a la que era habitual.
Acababa de perder el único autobús hacia la ciudad desde el aeropuerto, y el siguiente no pasaba hasta dentro de dos horas y media. La opción alternativa era coger un taxi, y la única taxista por allí pareció entenderlo, porque se quedó fuera del taxi, esperando. Pero al ver que mi amigo –al que no le seducía la idea de pagar cuarenta euros por un viaje hacia la ciudad- no hacía ni decía nada, ella le dijo:
-El autobús no pasa hasta dentro de
dos horas y media.
Mi amigo asintió.
-Lo sé –respondió, y añadió una
frase en un estilo sumamente británico-: I
think I will wait to it.
Después de un rato parados, la
taxista se lo pensó mucho, y finalmente le propuso:
-Vale, vamos a hacer una cosa. Yo te
hago el trayecto por un precio razonable: diez euros, ¿te parece? Es más caro
que el autobús, pero mejor que pasarse aquí dos horas y media, y es lo mínimo
que puedo cobrarte para ganar algo de dinero. Pero con una condición: no debes
comentarle esto a nadie.
Mi amigo cerró el acuerdo, silencioso,
benévolo en la victoria. Le llevaron hasta la ciudad y guardó el silencio, para
no hundir el negocio entero del colectivo de taxis, lo cual tendría lugar si
todo el mundo supiéramos el poder que tenemos realmente entre nuestras manos
con un simple gesto.
Mientras tanto, seguimos aprovechándonos de que nadie piensa en regatear en un restaurante de lujo en mitad de la Gran Manzana.
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