Lo ha contado una película ("Todo el dinero del mundo", dirigida por el archiconocido Ridley Scott) y una serie de la HBO ("Trust", en la que participa, entre otros, el también multipremiado Danny Boyle) y, sin embargo, tenemos tantas dudas como certezas. Partamos del principio: tenemos a Paul Getty, un archi-multi-hiper-mega-millonario británico de los años 70, dueño de una de las mayores empresas petrolíferas de todos los tiempos. Consigue, merced a trucos fiscales, prácticamente no pagar impuestos. En la película, lo interpreta un majestuoso Christopher Plummer; en la serie, un afiladísimo Donald Sutherland. Las dos versiones coinciden en que es un puñetero tacaño; insiste más en ello el personaje de Plummer. Sutherland, aún aparentándolo hasta el tuétano, da la impresión de emplear el dinero, sobre todo, para controlar a los demás. Siempre tiene que quedar por encima del resto. Siempre tiene que ganar algo (aunque, en eso, la versión de Plummer tampoco le va a la zaga). Por tener, hasta tiene un puñetero harén (firmado por contrato, con la prohibición legal de tener hijos incluida) y un tipo pagado para darle conversación o, si es menester, leerle literatura erótica. En ambos casos, por cicatero o por egocéntrico, un hijo de puta ilustrado, que ama el arte clásico o renacentista (tenía una particular fijación con los mármoles del Partenón) más que a cualquiera de sus hijos o de sus nietos.Y en esta historia real, la ocasión de demostrarlo se presenta cuando uno de sus nietos (un adolescente alocado que vive en Italia) es secuestrado y se exige un rescate por él. El viejo millonario al principio se muestra incrédulo, luego receloso y, más adelante, inflexible. No va a pagar. El poseedor de la fortuna más increíble del mundo se niega a pagar para salvar la vida de su nieto.
Más allá de las diferencias de tono, que las hay, y evidentes, sorprende la disparidad en las versiones. Los hechos fundamentales están claros, pero algunos de los más destacados se presentan de manera radicalmente distinta en cada producción, indicativo seguramente que, de este secuestro, los implicados no han querido contar mucho (no es de extrañar, dado por dónde discurren los derroteros), tanto por el lado de la familia Getty como de los secuestradores (como en otros aspectos, no quiero avanzar mucho acerca de la trama, pero digamos que la pobreza criminal del sur de Italia acaba teniendo mucho que ver). Por supuesto, la serie, con más tiempo de metraje, entra con mucha mayor complejidad en ciertas cuestiones: el ambiente del enclave donde se concentran los secuestradores, la atmósfera tan irrespirable de la mansión Getty (la tensión entre las cuatro mujeres de ese harén tan particular que compite por los afectos del viejo; el férreo dominio que el millonario ejerce sobre los hijos, narrándose con especial dedicación cómo el padre del nieto secuestrado vive su particular descenso a los infiernos; el rocambolesco camino que lleva al nieto hasta la situación del secuestro; hasta las inquietudes del servicio doméstico de la mansión Getty). Hay un nexo común, sin embargo, muy claro entre ambas historias: la madre del secuestrado, interpretada en la película por Michelle Williams y en la serie por Hillary Swank. Mientras que Williams ejerce más de "madre coraje", partiéndose la cara por su hijo, Swank no ansía menos su vuelta , pero navega bamboleada por fuerzas mucho más poderosas que ella. Mientras que Williams es la protagonista principal de la cinta exhibida en cines, enfrentándose titánica a la piedra inerosionable que supone su suegro Plummer, "Trust" es una producción coral donde Donald Sutherland es la gran estrella de rock, dando paso a todo su divismo (endiabladamente retorcida es la manera que administra el secuestro), pero donde Swank y los actores que interpretan a su marido y su hijo (así como un Brendan Fraser que hace de negociador al que sólo le faltan dos pistolas y una placa de sheriff para ejercer de arquetipo de atípico héroe americano) tienen también un poderoso peso en la trama. En ese sentido, en la película, aparte de Plummer, a Williams sólo le da la réplica un Mark Wahlberg que hace de hombre fuerte del millonario en Italia, describiéndose sus relaciones (respecto a la serie de HBO) de manera muy distinta.
¿Cuál de estas dos versiones es mejor? Probablemente -y aunque tenga el handicup de haberse estrenado más tarde-, "Trust"; no sólo por una mayor profundidad en el tratamiento de la historia, no sólo por sus actuaciones, sino también por su sentido estético, su fotografía, su descripción del contexto. La película de Ridley Scott (que se antoja en cambio más realista a la hora de tratar los aspectos más controvertidos del asunto, incluso aunque el protagonista principal sea mucho más bidimensional) sufre sin embargo de un problema de ritmo, pues pretende contar una historia muy larga de manera condensada, y a pesar de ello se hace eterna, en concordancia con el transcurso del proceso, cuestión para la que es más útil desde luego el formato de una serie (al contrario de lo que suele pasar con otro tipo de relatos), donde además el montaje juega para mantenernos en tensión todo el rato. Da la sensación, además, de que Ridley Scott ha hecho grandes películas, y que sabe captar perfectamente el momento para contar una historia, pero que ya se ha pasado la época de sus más esmeradas producciones. En cambio, la HBO ha conseguido aquí uno de sus acabados más logrados, aunque ciertamente no de los más populares. En ambos casos, mansiones británicas, villas romanas, el mísero sur de Italia, altas finanzas y bajas miserias morales, un cóctel imprescindible para una más que impactante historia. Quedaos con la que gustéis.
¿Cuál de estas dos versiones es mejor? Probablemente -y aunque tenga el handicup de haberse estrenado más tarde-, "Trust"; no sólo por una mayor profundidad en el tratamiento de la historia, no sólo por sus actuaciones, sino también por su sentido estético, su fotografía, su descripción del contexto. La película de Ridley Scott (que se antoja en cambio más realista a la hora de tratar los aspectos más controvertidos del asunto, incluso aunque el protagonista principal sea mucho más bidimensional) sufre sin embargo de un problema de ritmo, pues pretende contar una historia muy larga de manera condensada, y a pesar de ello se hace eterna, en concordancia con el transcurso del proceso, cuestión para la que es más útil desde luego el formato de una serie (al contrario de lo que suele pasar con otro tipo de relatos), donde además el montaje juega para mantenernos en tensión todo el rato. Da la sensación, además, de que Ridley Scott ha hecho grandes películas, y que sabe captar perfectamente el momento para contar una historia, pero que ya se ha pasado la época de sus más esmeradas producciones. En cambio, la HBO ha conseguido aquí uno de sus acabados más logrados, aunque ciertamente no de los más populares. En ambos casos, mansiones británicas, villas romanas, el mísero sur de Italia, altas finanzas y bajas miserias morales, un cóctel imprescindible para una más que impactante historia. Quedaos con la que gustéis.
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