Paco Roca es ahora mismo la estrella más brillante en el pequeño (pero suficiente para albergar constelaciones) firmamento del cómic español. Nos tocó la fibra sensible con Arrugas, ha sido intimista con La casa, nos ha contado su vida en Memorias de un hombre en pijama, ha homenajeado a los republicanos que liberaron París en Los surcos del azar, y a los primeros humoristas que intentaron independizarse de sus editores en El invierno del dibujante. Y recientemente, ha decidido contarnos una historia atípica, un cuento de piratas que condena la piratería y una narración donde las gestiones burocráticas se tiñen de aventura y pasión: todo esto es posible cuando el marco de ambientación es la historia real de cómo España recuperó el tesoro del buque hundido "Nuestra señora de las Mercedes".
Recapitulemos. En 1786, la fragatra "Nuestra señora de las Mercedes" partió de América hacia España formando parte de un convoy, con el objetivo de traer a España un tesoro que hoy se nos antoja inimaginable (entre otras cosas, porque no se permiten expolios así de otros países, al menos efectuados de la misma manera). Pero un grupo de barcos ingleses se aproxima, hunde el barco, y captura al resto de las naves que forman parte de la expedición. Sin embargo, la empresa buscadora de tesoros "Odyssey" rescata el tesoro del pecio hundido de las profundidades del Atlántico, y se hubiera quedado con él de no ser por las diligencias que realizó ante la justicia el gobierno español (a las que ayudaron 50 años previos de reclamaciones legales, pues en un inicio, ante este tipo de descubrimientos mandaba la ley más antigua del mar, "el que lo encuentra se lo queda"). Hoy, buena parte del botín rescatado y de la historia puede admirarse en el Museo de Nacional Arqueología Subacuática sito en Cartagena, una institución apasionante, entre otras cosas porque va ofreciendo detalles acerca de las actuales expediciones que se están llevando a cabo donde se hundió "Nuestra señora de las Mercedes" para recuperar los restos del barco hundido, y que anuncian futuras adquisiciones para el museo.
Recapitulemos. En 1786, la fragatra "Nuestra señora de las Mercedes" partió de América hacia España formando parte de un convoy, con el objetivo de traer a España un tesoro que hoy se nos antoja inimaginable (entre otras cosas, porque no se permiten expolios así de otros países, al menos efectuados de la misma manera). Pero un grupo de barcos ingleses se aproxima, hunde el barco, y captura al resto de las naves que forman parte de la expedición. Sin embargo, la empresa buscadora de tesoros "Odyssey" rescata el tesoro del pecio hundido de las profundidades del Atlántico, y se hubiera quedado con él de no ser por las diligencias que realizó ante la justicia el gobierno español (a las que ayudaron 50 años previos de reclamaciones legales, pues en un inicio, ante este tipo de descubrimientos mandaba la ley más antigua del mar, "el que lo encuentra se lo queda"). Hoy, buena parte del botín rescatado y de la historia puede admirarse en el Museo de Nacional Arqueología Subacuática sito en Cartagena, una institución apasionante, entre otras cosas porque va ofreciendo detalles acerca de las actuales expediciones que se están llevando a cabo donde se hundió "Nuestra señora de las Mercedes" para recuperar los restos del barco hundido, y que anuncian futuras adquisiciones para el museo.
Parte del tesoro rescatado del "Nuestra señora de las Mercedes", exhibido en el Museo Nacional de Arqueología Subacuática en Cartagena. Foto del autor.
A partir de esta historia de ficción, Paco Roca y Guillermo Corral (un diplomático que intervino directamente en el caso real) han escrito una novela gráfica, "El tesoro del cisne negro", que guarda muchas similitudes con el hecho original, pero del que han alterado unos cuantos detalles para poder sin duda gozar de una mayor libertad en la narración. Sin embargo, los autores no ocultan su fuente de inspiración, como tampoco esconden la influencia de las clásicas novelas de aventuras del estilo Tintín,, hecho que es atestiguado por una portada que es constituye un evidente homenaje a la novela gráfica de Hergé "El secreto del unicornio". Sin embargo, como decíamos, ésta es una narración atípica: lejos de la figura romántica del pirata, inmortalizada por Stevenson con La isla del tesoro o por Espronceda en La canción del pirata (aquí, un artículo muy interesante sobre en qué se basó), aquí se presenta a los buscadores de tesoros como individuos sin escrúpulos que dañan los restos encontrados en su búsqueda avariciosa de monedas de oro y plata, sin importarles destruir el patrimonio histórico o aquellos componentes del naufragio que puedan tener un valor humano o museístico. De hecho, en lugar de los corsarios o marinos, en esta historia los héroes son los grises funcionarios del ministerio de Cultura, personajes cargados con algunos de los atributos característicos de los protagonistas de Paco Roca: individuos frágiles, inseguros, tiernos, impotentes las más de las veces ante un destino que les resulta esquivo. Allí, el manejo del color de Roca nos lleva de manera pausada pero intrigante a través de los laberintos de la batalla legal que en su día protagonizó el rescate de la "Mercedes", en una narración que se irá complicando conforme entren en juego nuevas tecnologías, intereses enigmáticos, métodos criminales y el entramado de poderes financieros y políticos. Una historia que suena veraz (aunque se haya tomado bastantes licencias), sin duda por el punto de partida del material.
"El tesoro del cisne negro", pues, conquistará tanto al público que aspira a revivir una novela de aventuras como al que pretenda redescubrir una parte de nuestra historia. Y pone hincapié en esos pequeños héroes anónimos que no aspiran a ser el terror de los mares, sino a emular a Costeau, o simplemente rescatar a los olvidados muertos que se acumulan en el fondo del océano o en las cunetas. A ellos los autores de este cómic les han proporcionado unas pocas pero significativas páginas de gloria, su pequeña gran oportunidad.
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