-Sum-sum, sum-sum,
sum-sum.... Tacatacatacatacataca… bemol.
Y de repente me doy
cuenta: está cantando los sonidos del metro. Está emitiendo la respiración, de
ese inmenso animal desnudo, temible como una ballena, digno de compasión como
esa misma ballena bajo el influjo de los arpones, ante las heridas que le
abren, cuando se detiene en cada estación...
Y cuando se detiene, el
hombre hace:
-Fu, shhhh, ah –esto
último cuando se abre las puertas.
Rememora los pitos. El tacatacatacataca,
es el chirrido de las ruedas contra las vías... El bemol, no sé a qué viene.
Tal vez ese hombre, en su
interior, tenga música. Tal vez el que tenga música, y no nos damos cuenta, es
todo el mundo exterior.
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