jueves, 26 de julio de 2012

Una lengua para un sueño: la historia del esperanto

                Hoy quería aprovechar este día, 26 de julio, para recordar que se trata de una efeméride muy especial, y de paso incrementar mis y (quizás) vuestros conocimientos sobre una tema que considero apasionante, o quizás refrescarlos: hoy es el 125 aniversario del nacimiento del Esperanto.
                ¿Qué es eso?, me inquiriréis algunos. Pues se trata del idioma planificado más conocido del mundo. Una lengua que no ha procedido de un país ni de una tradición oral establecida durante siglos, sino que fue creada por una sola persona conocida con su nombre, apellidos y una historia personal: este hombre se llamaba Ludwik Lejzer Zamenhof.


                Y quizás precisamente sea explorando la biografía de Zamenhof como podemos entender más acerca del origen de esta lengua. Para empezar, Zamehof nació en el seno de una familia judía en el imperio ruso, en una zona que en la actualidad se corresponde a Polonia. Con estos antecedentes, es lógico suponer que la ciudad natal de Zamenof era un curioso punto de encuentro de gente de variadas etnias (abundaban judíos, polacos, rusos, alemanes y bielorrusos), entre las cuales las relaciones no siempre eran fáciles. Zamenhof de hecho era conocedor de un amplio surtido de idiomas, tanto modernos (alemán, polaco, francés, hebreo) como clásicos (latín y griego), aunque siempre consideró que su idioma natal (entendiendo éste –como una vez se definió- como aquel en el que acabas maldiciendo cuando te cortas al afeitarte) era el ruso. De hecho, sólo escribió poesía en este idioma y, por supuesto, en Esperanto. Cuando, más adelante, Zamenhof se convirtió en médico y se instaló en el barrio judío de Varsovia (donde atendía, a cambio de un módico sueldo, a una cantidad ingente de pacientes), también tuvo ocasión de comprobar cómo la diversidad de lenguas y la falta de entendimiento entre sus hablantes generaba numerosos inconvenientes. Aquello le terminó de reafirmar en un objetivo que llevaba persiguiendo desde su juventud: la creación de un idioma universal que todos pudieran hablar, compartir, y lograr de esa manera un convivencia armónica.
                Hay que decir que esta idea no era nueva y que contaba con algunos precedentes. El mallorquín Ramón Llull trató de crear un idioma internacional basado en la lógica, y ya en la época de Zamenhof un sacerdote había ideado una lengua denominada Vola Pük, la cual fue el primer intento serio de constituir un idioma universal. Esta lengua –que Zamenhof conocía- fracasó debido a numerosas complicaciones innatas al propio idioma (por lo visto su gramática es tremendamente compleja), pero sobre todo por la oposición de su creador a introducir cualquier modificación y querer acaparar todo el control del lenguaje. En ese sentido, Zamenhof lo tenía mucho más claro: el idioma debía ser intuitivo, sencillo de aprender para las personas de cualquier nacionalidad y, sobre todo, había de ser flexible, de tal manera que (aunque tuviera una serie de reglas fijas que sirvieran como base) su propio uso lo terminaría moldeando según las necesidades de los hablantes. Zamenhof, además (hombre modesto y de afán universalista), renunció a cualquier beneficio que pudiera obtener del nuevo idioma, y fue incluso capaz de echar para atrás modificaciones que él quiso introducir posteriormente en la lengua porque comprobó que no eran aceptadas por sus primeros seguidores.
                De hecho, para Zamenhof, la creación del Esperanto fue un trabajo arduo, laborioso y no exento de dificultades: la primera, en casa, ya que cuando el joven Ludwik se fue a estudiar, dejó allí toda la gramática que había redactado hasta entonces de lo que aún era un proto-Esperanto. Su progenitor no debía simpatizar mucho con los anhelos de su hijo; quizás pensaba que no estaba bien que un futuro médico se entretuviera en aquel esfuerzo inútil, o tal vez, como dicen algunos, temía que la policía zarista encontrara aquellos papeles, los considerara subversivos, y aquello le causara problemas a su hijo. En todo caso (y empleo la expresión literal de mi referente en este tema, pues me ha encantado), el progenitor de Zamehnof “actuó con el tacto con que actúa un padre”, y quemó todos los documentos en la estufa de su casa, con lo cual Zamenhof tuvo que empezar de nuevo. También encontró problemas de financiación: durante los primeros años, Zamenhof publicó libros que no sólo establecían las bases gramaticales y de vocabulario del Esperanto, sino también traducciones de obras universales, e incluso libros originales en este idioma. Como “Zaza” apenas tenía dinero, tuvo que mantenerse financiado por la familia de su mujer, y casi acabó en la ruina, teniendo que sufragar incluso los primeros entusiastas del Esperanto la asistencia de su fundador a los congresos.
                No es el objetivo de este artículo detallar en profundidad las reglas que rigen el Esperanto: sin embargo, describiremos algunas pinceladas básicas. La mayor parte del vocabulario se basa tanto en lenguas latinas como germánicas o eslavas, aunque también tiene influencias de idiomas completamente distintos como el japonés. El objetivo, en este sentido, era que los vocablos resultaran familiares a la mayor parte de los pueblos, sin que ninguno tuviera preeminencia sobre otro a la hora de aprender la lengua (aunque, obviamente, por el origen del autor, se basa más en lenguajes europeos). La gramática se fundamenta en gran medida en añadir sufijos que indican la categoría a la que pertenece cada palabra (nombre, adjetivo, verbo), lo cual facilita su comprensión. Dicen algunos que la escucha del Esperanto asemeja una especie de rumano hablado por un italiano. Hasta qué punto eso es cierto debe ser juzgado por cada cual, pero lo cierto es que (y al menos desde el punto de vista de un hablante de lenguas latinas) cuando oyes hablar a dos personas en Esperanto, tienes la sensación de que conoces la mayor parte de las palabras, y de que podrías entender todo lo que dicen si hablaran más despacio y conocieras el contexto (lo cual, dicho sea de paso, entender las palabras, y no comprender del todo lo que se dice, es de las cosas más desagradables que te pueden ocurrir, y que se lo pregunten si no a los autores del libro From Lost to the River o a la gente que se dedica a escuchar a través de las paredes).
                Lo cierto es que el Esperanto, pese a todos los obstáculos y dificultades, tuvo éxito: el primer texto publicado en el nuevo idioma se denominó “Unua Libro”, y Zamehof lo firmó como “Doctor Esperanto”, que se traduciría como “doctor esperanzado”, apelativo que acabaría inspirando el nombre con el que se identificó a la lengua. Esta nueva forma de comunicación comenzó a reclutar hablantes y admiradores, se celebraron congresos, e incluso los hablantes de la otra lengua artificial que hemos mencionado, el Vola Pük, se apuntaron al carro del nuevo idioma. Personajes como Tolstoi (uno de los grandes defensores del esperantismo) o, en España, el fundador del POUM, Andréu Nin, el presidente de la Primera República Pi i Margall (que lo dio a conocer al gran público de su país) o el impulsor de la Institución Libre de Enseñanza en Cataluña Ferrer i Guàrdia, contribuyeron a su difusión. La verdad es que, en una época en la que el mundo comenzaba a enfrentarse por primera vez al concepto de un planeta global, donde los nuevos descubrimientos y avances científicos se propagaban a enorme velocidad debido a los nuevos sistemas de comunicaciones, y exploradores y geógrafos se aventuraban a viajar a las regiones más ignotas del globo, la idea de un idioma que todos pudieran dominar satisfacía un ansia de conocimiento que no podían compensar un número ingente de traducciones. Un mundo cada vez más pequeño que, sin embargo, necesitaba urgentemente el entendimiento entre sus miembros, ya que las ansias colonialistas de países como Gran Bretaña, Francia, Alemania o Rusia parecían crecer de manera desaforada hasta entrar en conflicto, con la posibilidad más que factible (de hecho, como sabemos, esto acabaría pasando) de que terminaran con una tremenda colisión.
                Y aquí entra, una vez más, en juego el propio Zamenhof. Para Lejzer, “el hombre que desafió a Babel” (como le describe una biografía del mismo título) el Esperanto sólo era una parte más de un proyecto más amplio. Como buen humanista, aspiraba a un mundo donde todos los hombres convivieran juntos de manera pacífica, comunicándose con una lengua universal (el Esperanto) y una ética básica, la cual se fundamentaría en el mínimo común de todas las creencias y religiones: “no hagas a los demás lo que no pretendas que te hagan a ti”. De hecho, Zamenhof se dedicó durante la última parte de su vida a propagar esta doctrina, que dio en llamar “homaranismo”; sin embargo, quizás por su timidez (o por no querer imponer sus creencias a los hablantes de la nueva lengua), sólo se dedicó a difundir este propósito cuando ya se había retirado de su trabajo en cuanto a la propagación del Esperanto. Muchos esperantistas adoptaron este ideal como suyo propio, aunque otros prefirieron no mezclar las cuestiones filosóficas y dedicarse simplemente al aprendizaje y difusión de la lengua.
                ¿Qué pasó con el Esperanto? Tuvo que sortear numerosos trances: sufrió disidencias internas por parte de movimientos que trataron de acercarlo más a las lenguas occidentales, aunque parece que la mayor parte de los esperantistas se mantuvieron fieles al espíritu original del idioma. La Primera Guerra Mundial fue un mazazo, no sólo para ellos, sino para todos los que aspiraban (en este optimismo desbordante que constituyó la segunda mitad del siglo XIX) a que la humanidad nunca más volviera a caer en la barbarie de los conflictos armados, y creían que los problemas se solucionarían de manera dialogada y de acuerdo a la razón –de la misma manera, también estaban convencidos de que, al menos, las pocas guerras que hubieran serían muy cortas debido a la inmensa eficacia de las armas destructoras: cuatro años de batallas tras las trincheras les demostraron lo equivocados que estaban-. Zamenhof sólo pudo, impotente, escribirle a los responsables políticos para rogarles que los pueblos afectados por las conquistas militares durante la guerra conservaran nombres relativamente neutrales, no adscritos a ningún idioma o cultura, que permitieran tanto a vencedores como a vencidos identificarse con ellos. La muerte de Zamenhof en 1917 supuso un nuevo golpe para el esperantismo, que sin embargo pasó los momentos más negros durante la Segunda Guerra Mundial. Hitler no perdonaba que el inventor del Esperanto fuera un judío, y acusó al idioma de formar parte de una trama de la raza hebrea para la dominación mundial. Como consecuencia de ello, los esperantistas fueron hostigados en los países gobernados por el Tercer Reich y sus aliados (en España fue perseguido durante la Guerra Civil, aunque se usaba en ambos bandos; posteriormente, fue tolerado por parte de las nuevas autoridades) y de hecho se cree que toda la familia Zamenhof fue eliminada del mapa durante este triste e insensato período.
                Sin embargo, el Esperanto, y en lógica consonancia con el nombre de su creador (no olvidemos que Lejzer es una variación de “Lázaro”, el hombre que resucitó de entre los muertos), está viviendo ahora mismo un período de esplendor al abrigo de internet y las nuevas tecnologías. He aquí tres razones que apoyan firmemente el hecho de que el lector de este artículo se anime a aprender Esperanto: 1) la facilidad de la lengua: es un idioma que se tarda relativamente poco en aprender, al contrario que otros lenguajes naturales; 2) el hecho de poder comunicarse con hasta dos millones de personas (según estimaciones) que hablan con fluidez esta lengua: de hecho, se calcula que entre 1.000 y 10.000 podrían hablarlo de manera nativa por haberlo aprendido de sus padres, e incluso se enseña en algunas escuelas de países como China y Hungría; 3) la comunidad esperantista, sin duda de acuerdo con los principios de su creador, no sólo celebra congresos y discute acerca de lingüística, sino que mantiene un firme contacto entre sus miembros, de tal forma que, en caso de viajar a cualquier lugar del mundo, sabes que sólo tienes que localizar a los hablantes de Esperanto de esa región y que ellos harán lo posible por acogerte y que durante tu visita te encuentres a gusto. Sin duda, en ese sentido, Zamenhof ha logrado lo que pretendía: la solidaridad y la conjunción de objetivos entre naciones, a través de un idioma que les sirviera de nexo común.
                En cuanto a este último propósito, está claro que su autor no cumplió su objetivo: hoy en día el idioma más hablado (y aquí tomo palabras del ex ministro alemán Joschka Fischer) en las comunicaciones entre distintos países de Europa y del mundo es “el inglés macarrónico”. Sin embargo, y si nos centramos en mayor medida en el adjetivo en lugar de en el nombre, lo cierto es que no es el idioma procedente de la Gran Bretaña el que más se emplea, en su forma pura e idiosincrática, por las calles del mundo en la actualidad. Mucha gente señala que hay más en común entre el inglés que pueden hablar un holandés y un sudamericano que entre el que usaría cualquiera de ellos con respecto al aprendido por de una persona de Bristol. En ese sentido, han surgido movimientos demandando la instauración del “inglés simplificado” como lengua en sí misma, exponiendo, de alguna manera, que no son los pueblos anglosajones los que obligan a los demás a hablar en su lengua, sino que serán los habitantes del resto del mundo los que fuercen a británicos y ciudadanos procedentes de sus antiguas colonias a expresarse mediante esta nueva varaiación del lenguaje. En ese sentido, las preocupaciones y aspiraciones del Esperanto siguen manteniéndose intactas, y por ese motivo seguramente será un idioma que nunca nos deje de interesar.
                Por último, me gustaría agradecer el esfuerzo de documentación al que ha sido el baluarte indispensable para llevar a cabo este post, Jesús “Chus” García Cano, a quien tuve el placer de conocer en su faceta de investigador científico, y que me descubrió alguno de los secretos del Esperanto. Él pertenece al Grupo Local de Esperanto de Albacete, cuyo nombre honorífico es “Bonifacio Sotos Ochando”, rindiendo tributo a un teólogo albaceteño que también presentó su propio proyecto de lengua universal, en 1851, difundiéndolo en varios idiomas. Chus es un activista convencido del Esperanto, que nos ha contagiado su amor por la lengua a aquellos con los que ha departido sobre la misma, y ha participado incluso en la organización de congresos estatales de este idioma en La Mancha. Por eso quería escribir este pequeño párrafo agradeciendo su inspiración y esfuerzo, aunque seguramente si alguno de vosotros se anima a aprender Esperanto, su alegría será mucho mayor.
                Y como se dice en la lengua de Zamenhof: Koran dankon kaj bonan ŝancon!! (o sea, muchas gracias y buena suerte).

P.D.1. La imagen de Zamenhof está tomada de Wikicommons (un proyecto que sin duda satisfaría al creador del Esperanto). Por supuesto, Wikipedia tiene secciones en este idioma y en inglés simplificado.
P.D.2. Sí, ya os sé que os debo una historia corta para este mes. Os compenso en agosto. Saludos.

3 comentarios:

  1. El anecdotario del esperanto seria extensísimo, pero sí me gustaría mencionar un detalle que espero guste a los amantes del cine: tanto en "El gran dictador" de Chaplin como en una de las películas de la saga "Blade" aparecen carteles en esperanto. La relación de cine y literatura con este idioma tiene unas conexines basante curiosas.

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  2. Conexioooones, conexioooones... Dedos demasiado rápidos, jeje.

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  3. Otro detalle a mencionar y que conversando por ahí me han recordado: el esperanto es un excelente punto de partida para estudiar otras lenguas. Ya sabéis que la gente que habla varios idiomas tiene más facilidad para aprender otros nuevos: en el caso del esperanto, debido a su interconexión con otros lenguajes, esto se ve particularmente exacerbado. Hay estudios que demuestran que se habla mejor francés estudiando un año de esperanto y tres de francés, que con cuatro años de aprendizaje sólo en este último idioma. Así que, ya sabéis...

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