A veces es sorprendente la escasa comunicación que existe entre los mundos literario y científico. Se dan casos de individuos eruditos en el campo de las letras que, sin embargo, no sienten en absoluto la necesidad de adquirir unas mínimas nociones de cultura científica (por supuesto, también ocurre al contrario). Dentro de los científicos, por otra parte, existen aquellos que consideran despreciable cualquier forma de comunicación que no sea para indicar contenidos prácticos, pero también hay algunos que constituyen infatigables consumidores de literatura, y que incluso se han sentido estimulados por los autores de ciencia ficción y fantasía para realizar sus particulares descubrimientos, u orientar su carrera profesional. Para mí, la ciencia siempre ha sido una fuente de inspiración y documentación: me descubre insólitos hechos de la naturaleza, abre infinitas posibilidades, y proporciona anécdotas sorprendentes. Es por ello por lo que valoro en gran medida la figura de los divulgadores científicos, quienes ponen en conexión el mundo de los investigadores (por lo general encapsulados dentro de la burbuja de sus respectivos laboratorios, aunque también puedes encontrar muy buenos divulgadores entre ellos) con el público general, y ayudan con su encomiable labor a que la sociedad reclame sus representantes una mayor inversión en ciencia. Un trabajo muy importante a la hora de obtener financiación, un tesoro muy preciado y que tiende a escasear en estos días.
Antonio Martínez Ron es uno de estos grandes divulgadores. Le conocí a partir de un desconcertante y curiosísimo blog "Libro de Notas. Guía para perplejos", pero luego le he visto nadando en todas las salsas. Colabora en Naukas, ha ejercido de divulgador científico en periódicos digitales, organiza debates y conferencias (la última en la que estuve, en el Planetario, discutía sobre la colonización de Marte) y por supuesto alimenta periódicamente su blog Fogonazos, del cual Martínez Ron ha extraído algunas de las historias más jugosas para publicar el libro que hoy nos ocupa, "¿Qué ven los astronautas cuando cierran los ojos?". La respuesta sencilla a esta pregunta sería decir -y por eso precisamente viene tan a cuento-, "fogonazos", pero el por qué concreto de esa respuesta dejo que vosotros mismos lo descubráis.
A lo largo de sus páginas, Antonio Martínez Ron (@aberron en Twitter, donde despliega una bulliciosa actividad) abre y cierra en pequeños capítulos varias decenas de universos en los que podemos sumergirnos y quedar arrebolados. Explosiones nucleares a tutiplén, aventuras sin parangón en el espacio, el cerebro de Einstein en el maletero de un coche, magos que entrenan a la CIA, granjeros virtuales chinos del World of Warcraft, cabezas criogenizadas, cerditos que viven sin sangre, calamares gigantes custodiados por el ejército de Estados Unidos, cápsulas del tiempo, dioses informáticos creados por sus propios seguidores y un largo etcétera. Entre ellas, sorprendente especialmente las asombrosas maneras de funcionar del organismo humano, y en concreto de su el cerebro: gente que percibe que su mente sale de su cuerpo, o que el tiempo se ralentiza; individuos que están convencidos de que su pene está encogiendo; Philip K. Dick proclamando que otros escritores forman parte de una conspiración internacional... Como veis, la diversión está asegurada. Y, de paso, todos incrementamos un poquito nuestro conocimiento científico. Quizás, si hay que ponerle una pega, es que a lo largo de las historias algunos temas se repiten, y supongo que es porque Martínez Ron, como todos, siempre tiene asuntos fetiche que le llaman en mayor medida la atención (por supuesto, cada cual encontrará ciertos capítulos más apasionantes que otros). Pero, al tratarse de un libro de historias independientes, es fácil seleccionar sólo las que más nos entusiasmen a título individual.
El otro libro de divulgación que venía a recomendaros hoy -aunque éste tiene también mucho de historia y de aventura- es "500 años de frío", de Javier Peláez, @irreductible en Twitter, red social en la que comparte amistad y cachondeo con Martínez Ron entre otros, aunque este nombre de guerra sirve también de homenaje a su blog particular. En este caso, Peláez trata de resumir bastantes más de 500 años de exploración ártica en busca del Polo Norte y los míticos pasos del Noreste y Noroeste, entre otros hitos históricos. De paso, el libro habla también sobre el comercio de las especias, novedades científicas, balleneros, las casi siempre complicadas relaciones con los pueblos indígenas, y las situaciones límite que vivieron los exploradores y que les llevaron a explorar de manera adicional los aspectos más íntimos de la condición humana, ésos que exhibimos -de manera más diáfana-, cuando nadie nos ve: traición y altruismo, engaño y coraje, perseverancia y fracaso, ansia de descubrimiento o de gloria, tragedia y belleza. Todo ello, por supuesto, unido a chapuzas, planes surrealistas, errores descomunales y un sinfín de divertidas anécdotas. Por otra parte, si resulta que después de leer este libro no os habéis quedado congelados del todo en tan inhóspitas latitudes, entonces quizás deberíais echarle mano a otro libro, "Confines" de Javier Reverte, donde el célebre cronista de viajes cuenta a su propia manera la búsqueda del paso del Noreste y la conquista del Polo Norte (Reverte ya escribió otro libro, "En mares salvajes", sobre la búsqueda del paso del Noroeste, cuya conclusión no os adelanto, pero que otro periodista resumió de manera muy poética y simbólica aquí), para luego dirigirse al otro extremo del mundo y narrarnos las desdichas de los viajeros que se dedicaron a explorar la Tierra de Fuego chilena y argentina y algunas de las regiones más salvajes de la zona sur del continente americano. Lo curioso de leer varias versiones del mismo tema reside, especialmente, en hallar las diferencias entre las interpretaciones de unos y otros, lo cual indica que buena parte de lo que sabemos de los viajes árticos dependen en gran medida de lo narrado por los supervivientes, y que a veces la verdad no es tan sencilla de dilucidar. Por otra parte, si preferís congelaros a través de una pantalla, la bastante atractiva primera temporada de la serie "The Terror" de la AMC, disponible en Amazon Prime y producida por Ridley Scott -basada, a su vez, en una novela de Dan Simmons, el creador de "The Wire"-, se centra precisamente, aunque de un modo bastante libre (no es de extrañar, pues carecemos de bastantes datos del episodio original, uno de los más misteriosos del Ártico), en una de estas expediciones polares.
Por cierto, un detalle: estos dos libros que os recomiendo me los envió, en formato ebook, una persona muy querida como presente de cumpleaños. Lo digo por si estáis buscando ideas para esta época, en la que vienen de perlas regalos que reconforten cuerpo y alma, y que cumplan además los requisitos de que no haya que talar ningún árbol para generarlos (o, si hay que hacerlo, que al menos se adquieran en una librería pequeña, de ésas a las que tanto les cuesta hoy en día sobrevivir), y también que no sea imprescindible comprárselos a ningún gigante de los que se dedican de manera sistemática a evadir impuestos. No sé si el receptor del obsequio os lo agradecerá, pero desde luego el medio ambiente, el pequeño comercio o la justicia social se verán beneficiados por vosotros. Porque, al fin y al cabo, ¿no se supone que estas fechas están hechas de buenos propósitos?
El otro libro de divulgación que venía a recomendaros hoy -aunque éste tiene también mucho de historia y de aventura- es "500 años de frío", de Javier Peláez, @irreductible en Twitter, red social en la que comparte amistad y cachondeo con Martínez Ron entre otros, aunque este nombre de guerra sirve también de homenaje a su blog particular. En este caso, Peláez trata de resumir bastantes más de 500 años de exploración ártica en busca del Polo Norte y los míticos pasos del Noreste y Noroeste, entre otros hitos históricos. De paso, el libro habla también sobre el comercio de las especias, novedades científicas, balleneros, las casi siempre complicadas relaciones con los pueblos indígenas, y las situaciones límite que vivieron los exploradores y que les llevaron a explorar de manera adicional los aspectos más íntimos de la condición humana, ésos que exhibimos -de manera más diáfana-, cuando nadie nos ve: traición y altruismo, engaño y coraje, perseverancia y fracaso, ansia de descubrimiento o de gloria, tragedia y belleza. Todo ello, por supuesto, unido a chapuzas, planes surrealistas, errores descomunales y un sinfín de divertidas anécdotas. Por otra parte, si resulta que después de leer este libro no os habéis quedado congelados del todo en tan inhóspitas latitudes, entonces quizás deberíais echarle mano a otro libro, "Confines" de Javier Reverte, donde el célebre cronista de viajes cuenta a su propia manera la búsqueda del paso del Noreste y la conquista del Polo Norte (Reverte ya escribió otro libro, "En mares salvajes", sobre la búsqueda del paso del Noroeste, cuya conclusión no os adelanto, pero que otro periodista resumió de manera muy poética y simbólica aquí), para luego dirigirse al otro extremo del mundo y narrarnos las desdichas de los viajeros que se dedicaron a explorar la Tierra de Fuego chilena y argentina y algunas de las regiones más salvajes de la zona sur del continente americano. Lo curioso de leer varias versiones del mismo tema reside, especialmente, en hallar las diferencias entre las interpretaciones de unos y otros, lo cual indica que buena parte de lo que sabemos de los viajes árticos dependen en gran medida de lo narrado por los supervivientes, y que a veces la verdad no es tan sencilla de dilucidar. Por otra parte, si preferís congelaros a través de una pantalla, la bastante atractiva primera temporada de la serie "The Terror" de la AMC, disponible en Amazon Prime y producida por Ridley Scott -basada, a su vez, en una novela de Dan Simmons, el creador de "The Wire"-, se centra precisamente, aunque de un modo bastante libre (no es de extrañar, pues carecemos de bastantes datos del episodio original, uno de los más misteriosos del Ártico), en una de estas expediciones polares.
Por cierto, un detalle: estos dos libros que os recomiendo me los envió, en formato ebook, una persona muy querida como presente de cumpleaños. Lo digo por si estáis buscando ideas para esta época, en la que vienen de perlas regalos que reconforten cuerpo y alma, y que cumplan además los requisitos de que no haya que talar ningún árbol para generarlos (o, si hay que hacerlo, que al menos se adquieran en una librería pequeña, de ésas a las que tanto les cuesta hoy en día sobrevivir), y también que no sea imprescindible comprárselos a ningún gigante de los que se dedican de manera sistemática a evadir impuestos. No sé si el receptor del obsequio os lo agradecerá, pero desde luego el medio ambiente, el pequeño comercio o la justicia social se verán beneficiados por vosotros. Porque, al fin y al cabo, ¿no se supone que estas fechas están hechas de buenos propósitos?