Mostrando entradas con la etiqueta Historia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Historia. Mostrar todas las entradas

lunes, 16 de septiembre de 2024

El libro de septiembre: "El imperio veneciano. Un viaje por mar", de Jan Morris.

Jan Morris siempre nos deleita con sus libros de viajes, sobre todo aquellos en los que hay buenas dosis de historia. Y si en "Trieste" nos describía una ciudad que es más famosa por lo que ha perdido que por lo que posee, en "El imperio veneciano" nos habla de una entidad que ya no existe, que fue el conjunto de posesiones que adquirió la República de Venecia (en gran medida, después de hacerle un destrozo enorme a Constantinopla y al Imperio Bizantino) con el objetivo de salvaguardar las rutas comerciales que iban desde Turquía y Egipto hasta Venecia, pasando por el Egeo, el Adriático y amplias zonas costeras de la Grecia continental.

Gracias a este viaje, Morris saca a colación variopintos personajes y localizaciones geográficas a través de las islas Cícladas y Jónicas, Creta, Chipre y la costa dálmata. Es curioso que en todos esos enclaves haya quedado impregnada la atmósfera veneciana, e incluso haya permanecido un recuerdo agradable de su paso por allí, a pesar de que los venecianos en muchas ocasiones se comportaron como administradores cicateros, pragmáticos y déspotas, quienes anteponían antes que nada el beneficio, y que actuaron de manera tan desagradable que muchos griegos acabaron prefiriendo a los turcos. Sin embargo, a través de su sincretismo con la cultura local de las islas (que con frecuencia se mantuvo, aunque fuera por oposición a los gobernantes venecianos) dejaron una impronta que todavía es posible apreciar en esos lugares. En ese sentido, las descripciones de Jan Morris reflejan un mundo ya desaparecido, pero que resulta imprescindible para conocer los detalles de las esquinas de Venecia y de muchísimos rincones del Mediterráneo Oriental.

La arquitectura veneciana en sus posesiones imperiales es muchas veces funcional: castillos, baluartes, fuertes dispuestos para la defensa. Si acaso, a veces la única decoración es el león alado que representa a la ciudad encomendada a San Marcos. Sin embargo, a veces se encuentran mezclas curiosas, como esta torre de iglesia dentro del antiguo castillo de Emporio en Santorini (hoy muy remodelado) que combina función religiosa, militar y hasta estética.

El libro de Morris promete evocación y emociones fuertes y, desde luego, no defrauda. La autora habla de piratas y generales, de gente culta y también de destrozo de obras artísticas, de religión y de enfrentamientos entre cristianos, mientras el comercio se mantiene con los mismos turcos con los que se anda peleando porque, claro, el negocio es el negocio, y eso es sobre todo lo que define a Venecia. Leeremos acerca de Lepanto, pero también de intrigas cortesanas secretas, o de hombres salvajes que se lo jugaban todo a una carta pues tal era su indómita e inalterable naturaleza. Si os apetece un intrépido periplo por mar, no lo dudéis, embarcaos: aunque ya sabéis que, en todo viaje, lo primero que no regresa es la persona que partió, porque siempre vuelve convertida en otra distinta. Así que velas al viento, contemplad el horizonte, y a navegar.

sábado, 1 de junio de 2024

Los libros son para el verano: unas recomendaciones literarias rápidas

Para que no digáis que os faltan libros de cara al verano o al curso (escolar/laboral) que viene, unas cuantas recomendaciones cortas de libros variados:

-Relatos de diez mundos, de Arthur C. Clarke, es una variada exploración de muchas de las posibilidades de la ciencia ficción a partir de uno de sus mejores narradores. En casi todos, sin embargo, la Tierra resulta fundamental -porque ¿qué viajero es aquel que no mira de reojo siempre a casa?

-La gran serpiente, escrita por Pierre Lemaitre cuando no se había hecho tan famoso y no le publicaban con facilidad las novelas, fue su última incursión en la novela negra, y quiso hacerlo apoyándose en la historia de Francia (un pasión con la que luego prosiguió), el poder de la casualidad, y abundantes dosis de humor negro. 

-Una escritora en la cocina, de Laurie Colwin. Normalmente no me animaría a hojear lo que, en buena medida (pero no toda: cada capítulo trata sobre un aspecto del mundo culinario), es un libro de recetas de cocina, salpimentado de opiniones personales de la autora sobre el noble arte de la gastronomía. No obstante, Colwin lo hace con tanto entusiasmo, dedicación, y (por qué no decirlo) elegancia, que leerlo se convierte en una delicia. Incluso los que sólo revisamos las recetas en diagonal -a pesar de que, dentro de ellas, encuentras frases interesantes-, o diferimos de su opinión sobre la comida inglesa, podremos encontrar deleite en sus páginas, trufadas de tanta ironía como amor por la comida.

-El periodista español Xabier Moret fue invitado por un amigo a pasar un rato en Islandia, mientras terminaba una novela. Fruto de su aprendizaje sobre el país nació La isla secreta, un libro ideal para aquellos que quieran empaparse acerca de esta desconocida y sorprendente región del mundo, e ideal para quienes pretendan informarse de cara a una visita. Por otra parte, Moret creyó necesario volver a este territorio de hielo y fuego para contar no sólo cosas que le faltaban, sino cómo atravesó Islandia la crisis de 2008, y lo expuso en Islandia, revolución bajo el volcán, que resulta un buen complemento. Y, hoy en día, en que somos testigos de cómo las burbujas inmobiliarias amenazan con repetirse porque no aprendemos de nuestros errores, no resulta nada desactualizado.

-Adiós, muchachos son una especie de memorias de Sergio Ramírez, escritor (autor de, entre otros, un libro estupendo llamado "Sara", donde reivindica desde un punto de vista feminista a este personaje de la Biblia) que llegó a ser vicepresidente de Nicaragua durante la revolución sandinista. Ramírez narra el período en que el Frente Sandinista se preparó para tomar el poder frente a la dictadura de Somoza, lo logró, y cómo administró el país para llevarlo a una democracia en la que, más adelante, perdieron el poder tras un mal resultado electoral. Es complicado narrar la propia historia de un movimiento cuando tú mismo estás inmerso en él, pero da la sensación de que Ramírez trata de ser sincero tanto en la bondad de las intenciones de la revolución como en sus fracasos a la hora de conseguir sus objetivos, incluyendo las luchas de poder dentro del sandinismo y sus aliados, los errores a nivel político y económico o el reconocimiento de que hubo cosas que pudieron hacerse mejor. Y por eso, aunque sin duda es una versión subjetiva y seguramente influida por cuestiones que ocurrieron a posteriori, merece la pena echarle un vistazo a la intrahistoria de esta peculiar revolución.

lunes, 20 de mayo de 2024

Recomendaciones literarias de mayo

-Rarezas geográficas, de Olivier Marchon. Tengo varios libros sobre curiosidades de geografía física y humana (algunos de los cuales he reseñado en el blog), pero, a pesar de todo, éste me ha regalado unas cuantas historias interesantes que no conocía por otros lados. Desde un grupo de racistas que quisieron formar una nueva Germania en Paraguay hasta la república autónoma judía en la Unión Soviética, pasando por micronaciones, enclaves, errores de los cartógrafos, o curiosos arreglos políticos (por ejemplo, en torno a Moresnet Neutral, o el de la guerra del Oriente entre Ecuador y Perú), el libro también aporta jugosos detalles sobre situaciones relativamente conocidas, como los hechos acaecidos alrededor de la isla de Perejil o de la ciudad de Kowloon. Muy recomendable para saborearlo a capítulos.

-Quijote en el Congo. Me gusan los libros de Xavier Aldekoa porque transmiten realidad. Normalmente, cuando un periodista describe un país, suele alternar la vivencia en primera persona con amenas retrospectivas históricas. Una parte de esta dinámica, por supuesto, ejerce este periodista barcelonés especializado en África. Pero, sobre todo, el autor te habla del presente más reciente: retrata las historias vividas en primera persona (en este caso a través de un penoso viaje a lo largo del río Congo, desde sus fuentes hasta su desembocadura, por todos los tramos navegables; atravesando, en muchas de las secciones intermedias, zonas controladas por grupos rebeldes; topándose, a lo largo del camino, con variados personajes que sirven para diseccionar las diversas caras del país; y siempre con un libro del Quijote bajo el brazo, para amenizar una travesía menos épica que sufrida, y por ello quizá más verosímil) con explicaciones geopolíticas muy actuales que revelan los motivos por los cuales el país hoy denominado República Democrática del Congo sufre miseria y corrupción, a pesar de ser uno de los lugares con mayores riquezas naturales del planeta. Un libro muy esclarecedor sobre el funcionamiento del mundo actual, y nuestra parte de responsabilidad en él.

-Arqueros, ilusionistas y goleadores. Osvaldo Soriano fue un periodista argentino que, durante el siglo XX, se dedicó a la crónica deportiva, género denostado por muchos, pero que a los articulistas les permite moverse en el proceloso terreno entre la poesía y la épica que otros aspectos de la vida diaria se vería ridículo, exagerado o pretencioso. En el caso de Soriano, además, muchos de sus relatos basculan entre la verdad histórica y un realismo mágico maravilloso que permite que, por ejemplo, lectores extranjeros le pregunten por un personaje inventado al que Soriano tiene que "matar" para que le dejen de interrogar acerca de él. En ese mundo de fantasía, donde el balón de fútbol realiza acrobacias imposibles y hay entrenadores que tienen que huir a la selva para escapar de los malos resultados, puedes encontrarte lo mismo al hijo de Butch Cassidy arbitrando un Mundial oficioso entre mineros (y que, para hacerse respetar en los partidos, ha de emplear, igual que su padre, un par de revólveres) como al protagonista de buena parte de sus historias, un tal Míster Peregrino Fernández reinventado múltiples veces y que se pasa media vida peregrinando entre la pampa y Europa para toparse con los nazis, Stalin, la KGB, Perón y un portero manco que le tiene manía desde que le partió la nariz en un partido con la Juventus. ¿Cuánto tienen de veracidad y cuánto de invención estos cuentos? Imposible dilucidarlo, pero nos da igual: si, como dice Soriano, un día Maradona le regaló una exhibición de equilibrismo con una naranja, quizá es que en el mundo del fútbol cualquier locura es posible.


lunes, 1 de abril de 2024

La historia real de abril: el pasado (y el futuro) de los Sentinelenses del Norte

El otro día, alguien me preguntó por Sentinel del Norte. Muchos conocéis esta historia: se trata de una isla que oficialmente forma parte de la India (en concreto, del archipiélago de las islas de Andamán), pero que permanece aislada, de tal manera que sus habitantes pertenecen a una de esas tribus no contactadas que no se han entremezclado con la civilización -así, aunque el gobierno indio es el administrador legal, en realidad no ejerce ninguna función al respecto, y los que controlan la isla son los propios sentineleses-. El motivo principal no es sólo que la isla tenga un acceso complicado, con escarpados arrecifes en casi todos sus límites, sino, sobre todo, que los sentineleses no tienen la más mínima gana de conectar con el resto del mundo. A lo largo de los últimos dos siglos se han descritos varios encuentros con los habitantes de esta isla, que alternan entre los indígenas arrojando lanzas o cargándose a los visitantes, o, si acaso, manteniendo relaciones cordiales, pero dejando claro que no van a ir más allá, y marcharos prontito a casa para que no haya problemas. La historia de la isla es fascinante y os incito a bucear en ella, entre otras cosas porque se ha tratado en multitud de medios culturales (además, tiene muchos puntos graciosos: por ejemplo, cómo los sentineleses aprovechan el hierro que dejan los naufragios, o una batería de cocina olvidada de la expedición de National Geographic). La cosa es que la pregunta que me hicieron iba más allá de lo que normalmente uno se plantearía, y lo curioso es que la respuesta me llevó a un conocimiento más llamativo aún. Dejadme que os lo cuente, aunque ya os advierto que será un poco largo (y por eso, por tres razones, no os cuento más sobre Sentinel del Norte: porque seguramente ya lo sabéis, porque lo podéis encontrar en otro sitio, y porque, si no lo hiciera, sin duda me quedaría un post inmanejable).

La pregunta.

La pregunta era: si los sentineleses llevan aislados del resto del mundo tanto tiempo, ¿no tendrán un problema con la endogamia?

Mi primera pensamiento fue: bueno, es probable que sí. Todos sabemos que la endogamia sostenida durante mucho tiempo en un grupo humano pequeño causa estragos, debido a que enfermedades muy poco abundantes en la población general tienden a concentrarse en la descendencia cuando tienes hijos con tus parientes. Sólo hay que ver la lista de dolencias (y el aspecto físico) de los Austrias y los Borbones que han reinado en España para comprender el concepto. Aunque, por lo que me comentó quien hizo la pregunta, hay casos más extremos

Sin embargo (contesté a la cuestión), en el caso de los sentineleses, hay dos cuestiones: 1) si contactan con el mundo exterior, probablemente su mayor problema serán todas las enfermedades a las que no son inmunes, y que "la población civilizada" les transmitiríamos (después del COVID, todos somos muy conscientes de eso, ¿verdad?; si los europeos, contagiando la viruela, diezmaron a las poblaciones del Nuevo Mundo, los sentinelenes sufrirían estragos muy parecidos); 2) no puedes hacer un estudio con ellos porque, si te acercas, te intentarán atravesar la cabeza con una lanza, más o menos como hicieron con el último que fue a visitarles (con simbólico flechazo a la Biblia includo). Así que, en general, como que no parece sencillo profundizar a fondo en el tema.

La cosa se complicó cuando me dijeron: es que, claro, si llevan 60.000 años sin contactar con el mundo exterior...

A mí la cifra me extrañó, porque en realidad conocemos a los sentinelenes desde hace relativamente poco (se supone que Ptolomeo y Marco Polo los mencionan, pero las referencias son tan vagas que podría tratarse de las islas Andamán en general, o incluso de cualquier isla). De hecho, los primeros contactos datan del siglo XIX. No se ha podido descifrar su idioma, ni mucho menos entablar una conversación en la que los sentineleses te expliquen por qué se llevan tan mal con sus vecinos (un inciso: a pesar de que el primer tropezón del hombre blanco con los sentineleses -en el cual hubo hasta muertos- justifica que no quieran volver a vernos, hay pruebas bastante sólidas que dicen que llevan un buen rato aislados de los habitantes de las islas cercanas: luego incidiremos en eso en profundidad). Entonces, ¿de dónde sacan blogs, artículos, youtubers y hasta la Wikpedia la cifra de 60.000 años?

Entonces me puse a indagar a fondo en el tema de Sentinel del Norte y encontré dos respuestas a esta pregunta: una que tiene que ver con el pasado, y otra que tiene que ver con el futuro.

La respuesta antigua.

Suele ocurrir que todo bulo (o malinterpretación; la diferencia es sobre todo si se ha hecho a propósito o no) tiene algo de verdad. Y la explicación a la famosa cifra de los 60.000 años la he encontrado en esta monografía de George Weber sobre los andamanenses (o sea, los habitantes del archipiélago donde está Sentinel Norte), que en sus capítulos 6 y 8 explica cuestiones muy interesantes sobre los andamanenses en general, los sentineleses en particular, y su origen.

Por un lado, sabemos que los sentineleses son parientes de los andamanenses (que, a su vez, se dividen en distintas tribus: los onge, los jarawa...). Lo sabemos no sólo porque se parezcan físicamente, sino porque comparten ciertos rasgos culturales comunes (detalles de sus canoas, de sus armas, etc). Sin embargo, los miembros de la tribu onge ya adviriteron a los primeros europeos que fueron a visitar Sentinel del Norte que ellos mismos llevaban mucho sin contactar con sus vecinos. De hecho, cuando los europeos llegaron, acompañados con colaboradores onge que debían servir como traductores, estos últimos no pudieron comprenderse con los isleños, lo cual quiere decir que han estado separados el suficiente tiempo como para que el lenguaje haya evolucionado hasta volverse ininteligible. ¿A causa de qué se han enclaustrado en sí mismos? Nadie lo sabe. Hay quien habla de enfrentamientos con británicos y japoneses que les dejaron marcados, pero lo único que sabemos es que ocurrió en algún momento antes de 1880 (primeros contactos más o menos registrados). Ello no quiere decir que no hubiera encuentros puntuales y esporádicos -por ejemplo, hay una leyenda sobre un niño sentinelés que sufrió un naufragio y fue adoptado por la tribu de una isla vecina, de tal manera que los sentineleses lo trataban como un extraño; aunque otra posibilidad es que ni siquiera fuera sentinelés, porque mucha de estas historias están llenas de abundantes dosis de confusión, ignorancia y desconocimiento mutuo-.

Por otra parte, los andamanenses en general pertenecen a un grupo étnico denominados "Negritos". El nombre puede parecer despectivo, pero es el que le pusieron los españoles a los habitantes de determinadas islas del Pacífico que, según ellos, se parecían a los africanos. De ahí seguramente hayan venido muchos equívocos, pues tanto los españoles de entonces como algunos lectores modernos han tendido a creer que son una especie de africanos que han migrado directamente a este archipiélago sin pasar por ningún lugar intermedio. Pero los "negritos" son distintos de los africanos (dentro de que, en el fondo, todos los seres humanos venimos de África; luego ahondaremos en esa cuestión), y forman un amplio grupo étnico formado por un conjunto de poblaciones, en su mayoría dispersas, que se extienden sobre todo por el Sudeste Asiático (tanto en el continente como, especialmente, en las islas -Filipinas, Indonesia, y todo lo que en el pasado se denominaba el archipiélago malayo-) y Oceanía, pero que tiene relaciones genéticas incluso con los khoisan africanos.

Esta es la foto más cercana tomada de un habitante de Sentinel Norte, una mujer recogiendo uno de los cocos que los visitantes extranjeros solían dejar como regalos, y que los nativos se llevaban sin demasiadas alharacas. La imagen es de 1993, y pertenece a KAS Films.

Aquí también tenemos que hacer un aclaración: en su principio, muchas clasificaciones antropológicas de grupos humanos se hacían bajo el criterio del observador que analizaba distintas etnias, proponía distintas ramas, y que normalmente se guiaba por sus propios prejuicios, en ocasiones racistas. Hoy en día, sin embargo, gracias a las pruebas genéticas, podemos determinar con rigor científico si dos grupos están emparentados, y en qué momento convergieron (o divergieron) sus caminos. De esa manera, a través de la genética, puedes trazar una historia no escrita del ser humano -o, dicho de otra manera, impresa sobre sus genes-, sobre todo de sus migraciones, y de la interacción entre distintos pueblos. Pero estas pruebas tienen sus limitaciones: los tiempos con los que trabajan tienen un margen de error muy amplio; se basan hasta cierto punto en cuestiones probabilísticas; y no puede descartarse que haya habido eventos que pasen desapercibidos si no han ejercido influencia en la descendencia (un ejemplo: sabemos que los neandertales se han cruzado con los Homo Sapiens en varios momentos porque los humanos modernos compartimos genes con los neandertales; pero si una pareja formado por un Sapiens y un Neandertal no tiene hijos, ese contacto no quedaría registrado). Así que mucho de lo que hablamos aquí se basa en criterios científicos y estudios muy serios, pero, por supuesto, en cierta medida son especulativos, y cabe siempre la posibilidad de error.

De los sentineleses no tenemos análisis genéticos: lo único que hay disponible es un cráneo, del que no se ha sacado DNA. Sí que poseemos datos de los andamanenses, sus parientes más cercanos. Y lo que sabemos de ese análisis es que, en efecto, es un grupo que ha estado relativamente aislado a lo largo de los últimos 60.000 años. Ojo, eso no quiere decir que desde hace 60.000 años hayan estado en el archipiélago (y menos en la isla de Sentinel Norte); quiere decir que, a lo largo de los últimos 60.000 años, en sus migraciones, se han juntado con poca gente. Pero poca no quiere decir ninguna; de hecho, por lo visto, hace 30.000 años tuvieron una mezcla con otro grupo, pero no sabemos claramente dónde ni con quién fue -por lo visto, también hay diferencias entre las distintas tribus andamanenses al respecto, lo cual complica la historia-. Hay una hipótesis que dice que, quizás, se entrecruzaron con gente que ya habitaba las islas Andamán (o al revés, llegó gente cuando los andamanenses ya estaban establecidos), pero no estamos seguros, y ni siquiera sabemos si el intercambio ocurrió en la propia isla.

En realidad, el margen temporal de 60.000 años es curioso porque, un poco antes (alrededor de 70.000 años) hubo una gran erupción volcánica en esa zona del mundo -en concreto la del volcán Toba, en Sumatra- que cubrió de cenizas muchas de las islas allí existentes y que probablemente hizo inhabitables las islas Andamán. Es decir, que los andamanenses actuales no pudieron llegar antes de esa fecha. Lo cual tiene cierto sentido. Según estudios del tipo que he comentado antes, hoy sabemos que los Homo Sapiens intentaron salir varias veces de África (desde su origen, probablemente cerca de lo que hoy es Etiopía), pero que la mayoría de ellas no salieron bien. En cambio, la que sí que tuvo repercusión, según las teorías actuales, fue una hace entre 50.000 y 70.000 años, y durante la cual, en un período relativamente breve de tiempo -unos 1000 años- el ser humano (que debía contar entre 2.000 y 5.000 miembros en total; se calcula que de África salieron entre 150 y 1000 personas a través del desierto de Sinaí) bordeó la costa sur de Asia, aprovechando una dieta basada sobre todo en el marisco, y en una forma de vida siempre cerca del mar, hasta llegar a Australia. Durante ese tiempo, se aprovecharon de los puentes de tierra que se abrían entre tierras que hoy constituyen islas (cuando estos puentes desaparecieron, se produjeron auténticas catástrofes, como comentábamos aquí). Esa migración, incierta, precaria y llena de peligros, es la que explica buena parte de cómo el ser humano se expandió desde su continente primigenio al resto del mundo.

Pero hay que apuntar una cuestión clave: y es que muchos de los lugares por donde pasaban ya estaban poblados. Por seres humanos también, pero no Sapiens: eran Homo Erectus, uno de nuestros ancestros, y que ya se había expandido por Asia. Una teoría dice que, quizá, esa erupción volcánica alteró el equilibrio en el que vivían los Homo Erectus y posibilitó que los Sapiens tuvieran nuevos lugares que colonizar; a su vez, se especula con la posibilidad de que los enfrentamientos entre ciertos grupos estuvieran obligando a los Homo Sapiens establecidos en lo que hoy es el norte de Oceanía a migrar.

Entonces, hay un doble hito: por un lado, los humanos modernos empiezan a poblar buena parte de las islas del Sudeste Asiático; serán estos seres humanos los que luego colonicen tierra firme asiática, y pueblen lo que hoy es el continente más populoso del mundo (en su camino, es probable que se "arrejuntaran" con los pocos Homo Erectus que quedaban). Pero, al mismo tiempo, se van a islotes donde van a quedar relativamente aislados del mundo, y se mezclarán con mucha menos gente. Puede ser por eso por lo que los andamanenses se conviertan, entonces, en de los grupos humanos más antiguos que se conocen. Un colectivo "relativamente puro", dentro de lo difícil que es decir eso para nuestra especie. La gente de las islas de esta zona del mundo, pues, son el nexo más cercano que tenemos a ese primer grupúsculo de humanos que en su día consiguió poner un pie (y mantenerlo) fuera de su continente, para así explorar el planeta que compartimos. No es extraño que los españoles creyeran que los "negritos" eran gente venida de África: es que, en buena medida, a nivel genético, "acaban" de salir de allí. No es que se hayan quedado quietos, pero sí que han estado todo el rato juntos, y en general mezclándose entre ellos. Claro que eran un grupo más grande, que luego se repartió entre muchas islas: lo que pasa es que algunos se han ido fusionando con otros pueblos, mientras que determinados lugares -por ejemplo, las islas Andamán- se han quedado descolgados del resto del mundo.

Así pues, no es que los sentineleses lleven 60.000 años aislados en su isla (al menos, no podemos afirmar eso con rotundidad), pero sí es verdad que detrás de ellos se esconde una historia bastante añeja. Al mismo tiempo, persiste el enigma sobre cuánto tiempo han estado separados de sus vecinos, si esa soledad ha sido absoluta (como sugería mi interlocutora, ¿robarían mujeres, como cuentan las leyendas sobre los antiguos romanos, cuando les hiciera falta?) y, sobre todo, el por qué. Quizá lo conozcamos algún día.

La respuesta del futuro.

Vale, o sea, que no sabemos del todo cuánto tiempo llevan encerrados en su laberinto los sentineleses. Pero sí es lógico pensar que la endogamia no les está sentando bien. La pregunta es, ¿hasta qué punto?

No podemos estar seguros, claro. Pero hay quizás una aproximación. Nunca se ha averiguado exactamente cuál es la población total de la isla: se calcula que podría ser entre 50 y 200 personas, pero, como os podéis figurar, esas estimaciones tienen muy poca base. La isla posee una frondosa vegetación, y sólo a partir de lo que se puede divisar desde la orilla no hay demasiado donde rascar. Sin embargo, de vez en cuando, el gobierno indio (que mantiene su política de no-interferencia con los sentineleses: no sabemos si porque realmente se preocupa de su salud y de su férrea voluntad en ignorarnos, porque la isla no tiene ninguna importancia estratégica, o porque, la última vez que el gobierno indio intentó hacer buenas migas con una tribu de las islas Andamán, aquello acabó como el rosario de la aurora) se dedica a hacer pasadas desde barcos, o desde el aire, para ver si todo anda bien, y aprovecha para contar individuos. Y, si os dais cuenta, da la sensación de que los números están disminuyendo. Es verdad que esto puede tener varias explicaciones: el tsunami de 2004 debió de afectarles (de hecho, elevó una parte de la isla y sumergió otra); quizá, a pesar de su aislamiento, los pocos contactos con el mundo exterior les hayan transmitido ciertas enfermedades que estén diezmando su número; también puede ser simplemente que los avistamientos no sean representativos, y que la población permanezca en verdad estable. Pero bien pudiera ser que esa endogamia -quizá no de milenios, pero sí de siglos- al fin esté castigando a la población del lugar.

¿Cuánto podrán resistir los sentineleses esa situación? Quién sabe. No soy un experto en el tema, y seguramente el número de individuos (ése que nos resulta tan difícil de discernir para los sentineleses) sea un factor clave para determinarlo. A los humanos más cercanos a la situación de estos isleños, las tribus no contactadas del Amazonas, no les está yendo muy bien -como cuenta este documental. Aunque algunos traten de esconderse, al igual que los sentineleses, con frecuencia muchos grupos étnicos deciden finalmente rendirse, y abrirse al mundo exterior que les ha ido arrebatando sus tierras, su modo de vida y los recursos para su subsistencia. Los sentineleses no interaccionan con el resto del planeta, pero eso no significa que el mundo exterior no esté llegando a ellos en forma de enfermedades, microplásticos o contaminación del entorno natural. Quizá, un día de éstos, los sentineleses recurran a nosotros para garantizar su propia supervivencia, pero, tal vez, para cuando lo hagan, el ser humano, sometido al cambio climático, tampoco tenga muy claro si no se enfrenta a un incierto final. Probablemente haya habido más estudiosos acerca del enigma que esconde este lugar recóndito que habitantes han ocupado la isla en a lo largo de toda su prehistoria: puede que vaya siendo hora de preocuparnos un poco menos de cómo sobreviven ellos, y preguntarnos qué clase de mundo le estamos dejando a los sentineleses.

lunes, 18 de marzo de 2024

El libro de marzo: "Antes de la tormenta", de Gal Beckerman.

Resulta fácil sentirse atraído por la intención de "Antes de la tormenta", libro de ensayo de Gal Beckerman: tratar de encontrar, en los distintos movimientos revolucionarios que han transformado el mundo, una serie de patrones comunes (o de diferencias) que expliquen su éxito o su fracaso. Buscar qué métodos de trabajo han funcionado, para así aplicarlos a propósitos futuros. Con este propósito, Beckerman analiza diferentes grupos que enarbolaron ideas (en su día consideradas radicales) de naturaleza científica, social, artística y política: desde el astrónomo Peiresc coordinando gente de todo el mundo, en el siglo XVII, para obtener más datos acerca de un eclipse, hasta la corriente de los futuristas italianos, pasando por las peticiones de ampliación de derecho al voto de Gran Bretaña en el siglo XIX, el movimiento punk femenino de los 80-90 o los primeros periódicos anticolonialistas del oeste de África. A través de todos estos procesos (que el autor narra con una minuciosidad histórica y personal que nos ha deleitado a muchos), se desgranan las diversas virtudes que ha de tener un movimiento de este tipo: paciencia, control, enfoque, imaginación, debate, coherencia... En ese sentido, es un libro estupendo para aprender acerca de determinadas revoluciones -o intentos de conseguirlas- que no han sido suficientemente publicitadas.

Se vuelve un poco más difícil estar de acuerdo con las conclusiones a las que llega el libro, las cuales se aventuran ya desde los primeros compases. A saber: el autor defiende que las redes sociales con las que tratamos todos los días, como Facebook y Twitter, no son las ideales para lograr el cambio social. Beckerman esgrime (no sin razón) que estas redes sirven muy bien para canalizar el griterío y la frustración espontáneas, pero que luego no son las herramientas adecuadas para el intercambio de ideas y la discusión que consigue un cambio de mentalidad más a largo plazo, en un proceso que, según el autor, se ve favorecido por hacer las cosas de una manera más lenta. Desde luego, hay argumentaciones en las que uno no puede sino estar de acuerdo con Beckerman: no sólo con que estas redes viven para el beneficio empresarial (y generan dinámicas a veces contraproducentes), sino con que en ocasiones son convenientes espacios más privados donde un grupo determinado pueda sentirse y sentarse a gusto -la metáfora visual que mejor emplea es la de una mesa- para discutir sus estrategias de acción. Quizá lo menos acertado del libro es lo que el autor considera un éxito o un fracaso: parece desdeñar los logros de la plaza Tahrir en Egipto (que cristalizaron en un cambio de gobierno, aunque éste fuera efímero y no el que muchos desearon) y en cambio ensalzar los de los samizdat -unas publicaciones clandestinas de la resistencia antisoviética que se distribuían 20 años antes de que se produjera el más mínimo amago de cambio en el país-. También da la impresión de que hay factores, en el lado contrario, con los que Beckerman no cuenta demasiado: la resistencia de las fuerzas del statu quo, el grado de madurez de la sociedad donde se produce el cambio, y la influencia de factores externos al propio movimiento y a su oposición. En ese sentido, resulta muy difícil evaluar hasta qué punto determinada aproximación resulta un éxito o un fracaso, o forma parte de un proceso histórico más amplio donde el valor de cada contribución resulta difícil de juzgar.

Donde creo que probablemente el autor se aproxima más a la verdad es cuando se centra en fenómenos más recientes: el Black Lives Matter, la cadena de correos electrónicos entre responsables de salud pública durante la epidemia de COVID-19, e incluso cómo grupos de extrema derecha organizaron las infames marchas de 2017 en Charlottesville. Beckerman habla de cómo estas corrientes exploraron medios alternativos a las redes sociales: desde plataformas de chat privado tipo Discord al puerta-a-puerta de toda la vida, y ensalza sus beneficios respecto a la continua exposición pública de las grandes redes. En su empeño, hasta alaba a las tecnologías de mensajería instantánea, como si todos no supiéramos lo caóticas que pueden llegar a ser. Independientemente de todo esto, parece como si el autor buscara una fórmula mágica: un solo medio que sirva para llevar a cabo los diferentes fines que nos proponemos. Esto, por supuesto, es imposible, y creo que si por algo se caracterizan las ideas radicales que alguna vez han logrado algo es porque han sabido emplear las distintas herramientas que tenían a su disposición en diferentes momentos, según las necesidades de cada circunstancia, y en un enfoque múltiple, más que a través de una única vía. Así pues, habrá encrucijadas críticas en las que debas movilizar a la gente a través de las redes sociales, pero también períodos para la reflexión donde la gente tenga necesidad de reunirse en privado para generar un debate o una estrategia: métodos que pasan no sólo por Internet, sino incluso por la reunión presencial. En ese sentido, el libro de Beckerman sirve para señalar estas tácticas alternativas y saber qué posibilidades tenemos a nuestro alcance, con el objeto de tratar de aprender a discernir cuándo es mejor emplear cada una. Lo cual, después de todo, no es poca cosa.

lunes, 1 de enero de 2024

Una ronda de libros para enero: recomendaciones para regalos de Reyes

Unas cuantas recomendaciones de regalos de Reyes, ya sea para otros... o para vosotros mismos, que el amor bien entendido siempre empieza por el cariño a uno mismo. Espero que alguno os cuadre:

-Conquistadores secundarios. Muchos conocéis a Javier Traité (yo en concreto lo hice a través de El condensador de fluzo; por cierto, su estilo de escritura me recordó mucho a sus participaciones en el programa), pero quizá no sepáis de este divertidísimo libro en el que este autor escudriña a aquellos conquistadores que -más allá de Colón, Cortés y Pizarro- invadieron, saquearon y esquilmaron poblaciones al mismo tiempo que se perdieron, se tragaron toda clase de embustes y pasaron más hambre que el perro de un ciego. Cargado de ironía a la par que inspirado en las crónicas oficiales (las cuales con frecuencia pone en cuestión), nos muestra que la conquista de América fue menos una epopeya que un conjunto de equívocos, disputas absurdas y obsesiones -sobre todo, alrededor del oro- donde los españoles se comportaron de manera tan indómita como idiota. Hilarante a la vez que instructivo.

-Historia irreverente del arte. El título del libro de Alberto Garín (subtitulado "De la caída del Imperio Romano de Occidente al final de la Edad Media") conduce en parte a equívoco. Porque no se trata de un texto que se tome a mofa el mundo del arte: al contrario, lo que hace es irse a las razones básicas por las cuales los distintos movimientos artísticos adoptaron ciertas maneras. Explica el origen de cúpulas, arcos ojivales o variaciones de la planta de las iglesias en función de las intenciones políticas, sociales y religiosas de las personas que ordenaron edificar estas estructuras, así como de la influencia mutua que los diferentes pueblos iban ejerciéndose entre sí. Un libro muy ilustrador acerca del origen de determinados conceptos, si bien la parte del románico (a lo mejor es porque no soy un fan de este estilo), o las genealogías de determinados reinos, no resultan tan interesante como otros apartados.

-El asesinato de mi tía. Richard Hull fue ayudante de Agatha Christie, y se nota conforme uno lee esta novela, repleta de sutil ironía, implacable humor negro y un poco de ridículamente cómico costumbrismo británico. El argumento: el protagonista es un tipo perezoso, esnob y mezquino que depende por completo (a nivel económico) de su tía, insufrible, metomentoda y tan mezquina -a tenor de lo que cuenta su sobrino- como él. Entre ambos irritantes personajes tiene por fuerza que haber choques, pero llega un momento en que el protagonista considera que la única manera de resolver la situación es desembarazarse de su pariente. Sin embargo, va a comprobar que cometer un asesinato no es tan sencillo como uno hubiera imaginado. Para amantes del humor macabro y con un punto perverso.

lunes, 11 de diciembre de 2023

Las historias reales de diciembre: hilos a tutiplén

Más hilos interesanes, para que podáis leerlos incluso los que estáis fuera de esa cosa llamada X: uno sobre la entrada al infierno; otro acerca de cuando Madrid fue la capital de Armenia; y un tercero en el que os desgrano cuál es la historia más antigua que conocemos. Espero que os llamen la atención, os hagan aprender un poco y, sobre todo, os diviertan. Un abrazo, nos leemos.

lunes, 9 de octubre de 2023

El podcast de octubre. Alcohol: hemos venido a emborracharnos, el Gato de Hubble nos da igual

Traemos nuevo episodio del podcast El Gato de Hubble, donde hablamos de la historia, curiosidades y problemáticas en torno al alcohol, una bebida que, a pesar de todos los inconvenientes que nos causa, en buena medida ha definido al ser humano. Como siempre, hemos tratado muchos y muy variados temas, y siempre se nos queda alguno en el tintero, como cuando el creador de la epidemiología John Snow descubrió descubrió que la gente que sólo bebía alcohol estaba protegida de la epidemia de cólera, o cómo la cerveza Guinness está íntimamente asociada a un parámetro indispensable para la ciencia estadística. Espero que lo disfrutéis y, recordad: la mejor cantidad de alcohol siempre es cero, pero, si lo vais a tomar, consumidlo con moderación. Un abrazo

lunes, 2 de octubre de 2023

El libro de octubre: "Tierra arrasada", de Alfredo González Ruibal


"Tierra arrasada", de Alfredo González Ruibal (@guerraenlauni para los que le conocen en Twitter) da lo que promete: hectómetros cuadrados y cúbicos de terreno maltratado por la guerra. A través del tiempo, el espacio en dos dimensiones, pero también en tres, porque si por algo se caracteriza este texto es porque no habla de los conflictos armados utilizando como principal referencia las fuentes históricas, sino, sobre todo, a través de los descubrimientos arqueológicos. El autor nos desgrana una historia alternativa del planeta Tierra, a través sobre todo de sus enfrentamientos más olvidados: desde las batallas campales de determinados momentos de la era prehistórica hasta la violencia inusitada de la Guerra de los Treinta Años, de las luchas de los nativos americanos entre sí y con los colonizadores (o entre estos últimos) hasta contiendas desconocidas en África. Nos menciona restos biológicos que señalizan masacres que ocurrieron en ciertos puntos, pero que también demuestran las relaciones familiares o de cercanía entre víctimas, asesinos y enterradores. Entre otros aspectos, el libro centra su atención en objetos los cuales revelan información que la historiografía oficial había olvidado, pero que asimismo reflejan la cotidianidad de la vida de las personas que fallecieron bajo sucesivas olas de violencia. Además, detalla a fondo la transformación del paisaje como consecuencia de la guerra, y por supuesto las causas y las consecuencias materiales de la misma, especialmente en lo que se refiere a la ritualización, tecnificación e industrialización del acto de matar a otros hombres. González Ruibal trata todos estos temas (por supuesto, imposible abarcar todos; se centra en algunos para extraer conclusiones tanto generales como particulares: uno de los temas que ignora ex profeso es el de la guerra civil española) desde la perspectiva de las distintas culturas, razas y géneros, y lo hace, sobre todo, con una humanidad que impregna cada una de las fosas comunes que va destapando, sin dejar que la abundante documentación y el rigor científico empañen el significado real de lo que encontramos en cada estrato. En definitiva, es un libro interesante y ameno, que os proporcionará muchísimos detalles sobre conflictos conocidos y por descubrir, pero que también aportará perspectivas diferentes a la historia del hombre, la cual se ha definido, entre otras cosas, por aquellas ocasiones en que se ha pegado contra su vecino. Aunque sin duda uno de los propósitos principales de este libro es que, al averiguar más acerca la guerra, lleguemos a desmitificarla, y no tengamos que escribir sobre ninguna contienda nueva nunca más.

lunes, 18 de septiembre de 2023

Los libros de septiembre: "El club de los desayunos filosóficos" y "Tierra de magos"


Hablamos hoy de dos libros que, en cierta medida, parecen una imagen especular uno de otro. En primer lugar, nos ponemos con "El Club de los desayunos filosóficos", de Laura J. Snyder. En este volumen, la autora nos cuenta la historia de cuatro amigos que estudiaban en Cambridge a principios del siglo XIX y que, mientras tomaban unos opíparos desayunos en la habitación de uno de ellos, debatían cómo, de encontrarse en sus manos, transformarían la forma de hacer ciencia. Ellos aspiraban a que ésta fuera una actividad de la que uno pudiera vivir, y no, como hasta entonces, dependiente de que tus padres fueran ricos o de que consiguieras una posición con mucho tiempo libre, como hombre de iglesia o vicario; pretendían que la ciencia se basara en el método científico de Francis Bacon, y no en teorías sacadas de la manga, como seguía haciéndose en aquella época; y también querían que los filósofos naturales (como se les llamaba en ese momento) contribuyeran al progreso de la sociedad en todos los niveles, también disminuyendo la pobreza o aumentando el nivel cultural de la sociedad. Lo cierto es que esos cuatro amigos, con el tiempo, se hicieron muy famosos por sus descubrimientos científicos: Whewell -el más versátil quizá de los cuatro- fue clave para el descubrimiento de las leyes que rigen las mareas, pero también hizo abundantes contribuciones en terminología científica, arquitectura o matemáticas (de hecho, se supone que esta última era su especialidad principal, aunque oficialmente fue profesor de mineralogía y de filosofía moral); Jones, junto con Whewell, trató de convertir la economía en una ciencia que empleara los métodos de Francis Bacon, y también participó en las reformas impositivas de Gran Bretaña; John Herschel (hijo y sobrino de William y Caroline Herschel, famosos astrónomos) destacó en la rama de su familia, pero también en la química, y en ser uno de los pioneros en distintas técnicas aplicadas a la fotografía; y qué vamos a decir de Charles Babbage, ideólogo de la máquina analítica que sería la precursora de los futuros ordenadores, pero que, como sus compañeros, estaba metido en casi todos los saraos -lo cual, como veréis, a veces era un problema para sus propios proyectos-.

Porque lo cierto respecto a estos cuatro polímatas es que, si sus contribuciones científicas fueron relevantes, más importantes fueron aún las posturas que estos inquietos amigos adoptaron para convertir la ciencia en lo que es hoy en día. Desde sus puestos como profesores, directores de college, presidentes de sociedades científicas o consejeros de aristócratas o reyes, comenzaron a esculpir las instituciones del modo que ellos creían más necesario para mejorar el progreso científico. El polímata Whewell, en ese sentido, también fue el más destacado, y de hecho se erige en el principal protagonista de la obra: no sólo acuñó el término científico (scientist en inglés) para definir esta nueva profesión, que para él tenía aspectos con común con el arte y la teología; también defendió el método científico de Bacon a todos los niveles, a través de sus libros acerca de la filosofía de la ciencia, y sobre temas muy variados. Además, estableció las bases de la cooperación internacional para proyectos que requirieran la colaboración de múltiples especialistas, apoyó la creación de subvenciones y cargos que permitieran una dedicación exclusiva a tareas científicas, lideró la creación de un itinerario universitario centrado en la investigación de la naturaleza, abogó por el desarrollo de instrumentos de medición más precisos, y fomentó el contacto interdisciplinar entre científicos de distintos campos o con otros miembros de la sociedad. En las páginas del libro de Snyder, podemos ver cómo grandes científicos del siglo XIX aparecen y se cruzan con las vidas de estos hombres, que pueden ser sus profesores, las personas con las que colaboran, las que critican sus investigaciones, o quienes contribuyen al debate que surge a raíz de algunos de los más destacados descubrimientos científicos: la teoría evolutiva de Charles Darwin, los hallazgos en electromagnetismo de Faraday y Maxwell, la predicción de la existencia del planeta Neptuno, Ada Lovelace y Daguerre, el inicio de la ciencia ártica y de la meteorología, y un largo etcétera. A lo largo de sus carreras, veremos cómo estos cuatro amigos se apoyan entre sí (científica y personalmente) a pesar de las múltiples discusiones y divergencias de puntos de vista, aunque ciertas cuestiones con las que traten acaben por abrir distancias insalvables entre algunos de ellos. También hay que decir que, si los logros de estos cuatro amigos que se juntaban durante los desayunos fueron muchos, algunos jugaron en su propia contra: durante sus vidas, la ciencia progresó y se especializó tanto que era imposible que surgieran carreras como las suyas, de filósofos naturales que estudian latín y griego, escriben artículos sobre derecho y teología, estudian física por la mañana, astronomía por la noche, y herborizan durante sus vacaciones -todo ello después de escalar una montaña, de la cual lo mismo te encuentran un mineral o te componen un poema-. De hecho, durante esta época, se empieza a abrir una grieta entre ciencias y letras (una brecha que, en mi opinión, hoy en día, intentan disminuirse los intelectuales que se interesan por la ciencia, los científicos que actúan como figuras públicas, y -cómo no- los divulgadores), y también entre hombres de ciencia y de fe: porque aunque estos cuatro amigos eran firmemente religiosos y trataron de demostrar que existía armonía entre las verdades teológicas y las científicas, lo cierto es que los nuevos descubrimientos cada vez hacían menos prescindible la figura de un Creador. En ese sentido, puede decirse que estos grandes hombres, si pecaron de algo, fue de exceso de éxito.


El contrapunto a este texto lo representa "Tiempo de magos. La gran década de la filosofía (1919-1929)", de Wolfram Eilenberger. Nos situamos unas cuantas décadas más tarde, esta vez en Alemania. La ciencia ha revelado tantas cosas sobre el mundo y sobre el ser humano que los pensadores se preguntan si ésta ha resuelto las grandes cuestiones de la metafísica y de la filosofía en su conjunto, o si ésta se ha vuelto innecesaria. Frente a estos, cuatro intelectuales alemanes toman cuatro determinaciones radicalmente distintas: Wittgenstein (muy especial, siempre a su modo propio) reflexiona sobre lo que el ser humano puede conocer sobre el mundo a través de una obra, el Tractatus, tan controvertida como poco entendida -atributos con los que se podría calificar al propio Wittgenstein-; Walter Benjamin, de vida errática, coincide con Wittgenstein en destacar la importancia del lenguaje, e introduce derivaciones religiosas; Ernst Cassirer es el que más abiertamente defiende el poder de la ciencia (entre otras cosas, trata de analizar de manera metódica el lenguaje para encontrar un nexo común entre los hombres), y de hecho el libro que nos ocupa toma como momento clave el debate que estableció con Martin Heidegger, quien decidió, en una época de dominio de la ciencia, centrarse en el sentido de la existencia del hombre, y cómo éste se ubica en el mundo. La obra va alternando detalles de la biografía y el pensamiento de estos cuatro filósofos, y quizá el único pero (aparte de lo abstrusos que son algunos de los conceptos tratados) es que se concentra en una década muy específica de la historia, poniendo punto y final justo cuando llega el momento más interesante: cuando Wittgenstein renegará del todo de sus teorías, cuando Heidegger (antiguo amante de la pensadora judía Hannah Arendt) apoyará el fascismo, y cuando Benjamin encuentre la muerte en un oscuro episodio en mitad de los Pirineos. En realidad, la filosofía, como la ciencia, como la lectura, como la vida y el pensamiento, siempre es un camino a medio terminar.

lunes, 21 de agosto de 2023

Los libros no son sólo para el verano (II): más recomendaciones lectoras para sobrellevar el estío

Fotografía desde la Isla de los Museos en Berlín, una ciudad con historia (en opinión de algunos historiadores, quizá demasiada)

-"Berlín. Auge y caída de una ciudad en el centro del mundo", del británico Sinclair McKay, es un resumen un tanto atípico de la historia del siglo XX en Berlín, dado que parte de los momentos en que el régimen nazi estaba a punto de caer bajo la invasión aliada y se dedica (durante buena parte del texto) a hacer retrospectivas sobre los años del régimen nazi, para luego centrarse brevemente en las tensiones Este-Oeste que crearon el Muro, y luego repasar de manera somera los avatares de este último hasta su caída. Más allá de una u otra estructura, se nota que el libro está bien documentado, cuenta con una cantidad no pequeña de testimonios de personas corrientes que le dan profundidad al relato, y narra también unas cuantas historias personales muy interesantes: por ejemplo, la de Eric Kastner, escritor contrario a los nazis, pero que fue tolerado y que incluso escribió para ellos el guión de una película de entretenimiento, "Münchausen" (lo cual tiene mucha gracia, teniendo en cuenta que el personaje protagonista era un gran fabulador, y de hecho la película esconde alguna pullita escondida contra los nazis). O Hildegard Knef, que se disfrazó de soldado para evitar los peligros que podía sufrir una mujer en el Berlín nazi a punto de desmoronarse, y que acabó interpretando a una superviviente del Holocausto. En definitiva, un buen libro para saber un poco más acerca de Berlín, esa ciudad con "demasiada historia".

-"Los fracasados de la aventura", por Bruno Léandri. La exposición de motivos del escritor (un humorista francés de cierto renombre) es sencilla: por cada explorador que ha logrado una gran hazaña, hay un número mucho mayor de gente que se ha quedado en el camino. A veces, porque las gestas épicas son complicadas y lo más normal es fracasar -de hecho, es fácil reírse de ellos desde la comodidad del salón de tu casa-; y otras, porque no siempre los aventureros han hecho un cálculo bien mesurado de los riesgos, y abunda también la precipitación, la inconsciencia o, por qué no decirlo, la estupidez. Así que el libro se dedica a dar cuenta de algunos de esos más sonoros fracasos, sobre todo con mucho humor (de hecho, el rigor histórico pesa un poco menos: varias historias ya las conocía y puedo certificar que son ciertas, pero a alguno de los capítulos le he encontrado visos de falsedad). Ideal sobre todo para echar unas risas.

-"La uruguaya", de Pedro Mairal. No es tan estimulante como la estupenda "Salvatierra", del mismo autor; de hecho, buena parte del libro tenía la sensación de que esta novela sobre un argentino que viaja a Uruguay a solventar sus problemas financieros (y algo más) no me decía nada que no hubieran expresado otras. Sin embargo, a partir de la mitad del corto volumen ocurre algo que le da sentido a todo y hace que la cosa se ponga interesante. Así que de menos a más.

-"El pibe que arruinaba las fotos" es la autobiografía novelada de Hernán Casciari, que recoge algunos de los textos que este humorista, crítico de cine, bloguero y hombre-orquesta iba publicando en Internet (de alguno de los cuales seguro que os habéis enamorado a lo largo de los años) para concatenar una narración donde se combinan realidad y ficción en nombre del humor, y quizás un punto de poesía.

-"Hex". Este curioso título es una abreviatura de "historias extraordinarias", como son las que nos presenta Daniel López Valle. Algunas conocidas, pero detalladas a tal nivel que merece la pena echarles otro vistazo (como la de los Allahakbarries, un pésimo equipo de cricket conformado por algunas de las mejores cimas literarias de la Inglaterra victoriana; las extravagancias de la familia de Stalin; o el menú de un restaurante de lujo de la París asediada por los prusianos que tuvo que recurrir, como pitanza, a los animales del zoo); otras historias son famosas, pero están bien narradas y siempre nos entretetienen (César y Augusto, Hatsheput, mujeres piratas); algunas relaciones insospechadas (Roald Dahl y James Bond, el padre de Auguste Dumas y el conde de Montecristo); e historias insólitas, entre otras razones, por desconocidas (un señor que inventó el terrorismo para estafar al seguro; gente que se perdona la vida en los cielos durante la guerra; un hombre que buscó la venganza por tierra, mar y aire; los intentos de asesinato a la reina Victoria). En definitiva, con este libro no os vais a aburrir.

lunes, 14 de agosto de 2023

Nueva entrega de "El Gato de Hubble": Ramón y Cajal, el concurso

Bienvenidos a una nueva entrega de "El Gato de Hubble", donde hemos decidido en esta ocasión montar un concurso acerca de la figura del único premio Nobel de ciencias 100% español, el insigne Santiago Ramón y Cajal. Como veréis, a través de las preguntas y las respuestas aprenderemos un poco sobre de sus descubrimientos, pero también detalles anecdóticos (muy jugosos y divertidos) acerca de su vida, la cual ilustra de manera diáfana el panorama de la ciencia española e internacional en su tiempo, y también arroja luz sobre cómo está la situación en la época actual. Lo dicho, espero que con el programa descubráis cosas nuevas en relación a una biografía menos encorsetada de lo que parece y, sobre todo, os lo paséis bien. Un saludo.

Santiago Ramón y Cajal tuvo una vida agitada. A lo largo de su existencia fabricó un cañón (de niño), practicó la pintura, la fotografía y el culturismo (como podemos ver en la fotografía de arriba), casi le matan en la guerra (no sólo a tiros, y no sólo el enemigo), hubo de arrastrar a alguien del brazo para que la ciencia le hiciera caso, y tuvo un hermano con un periplo vital todavía más aventurero (hasta vivió una revolución). Si con esto no tenéis ganas de escuchar el programa, yo ya...

Posdata: como sé que alguno no tiene mucho tiempo para llegar al final de los podcast, pero pueden interesarle recomendaciones bibliográficas, aquí la biografía que recomendé de Ramón y Cajal (en la que escribe el mayor experto en el tema, Juan De Carlos Segovia, responsable del Legado Cajal), aquí la serie de televisión (que esperemos que ya se pueda ver sin problemas), y aquí algunos textos escritos por nuestro científico favorito que pueden encontrarse en librerías -en las bibliotecas, sin duda, habrá más-. Un saludo.


lunes, 17 de julio de 2023

Los libros no son sólo para el verano: una serie de recomendaciones literarias

Los libros no son sólo para el verano... pero la verdad, tumbados en la playa bajo la sombra, sientan muy bien. Por eso, una serie de recomendaciones rapiditas en esta época en que tenemos más tiempo de lo habitual para leer:

-"Roma desordenada: La ciudad y lo demás" es una recopilación de reflexiones y anotaciones de elección absolutamente personal (como indica el propio título) del diplomático Juan Claudio de Ramón, quien tuvo la suerte de vivir un tiempo en la Ciudad Eterna y, como él mismo dice, hubiera resultado más extraño no escribir un libro sobre la experiencia que abstenerse. Por supuesto, cualquier texto sobre una ciudad que ha mudado tantas veces de piel y vivido tantas vidas va a ser interesante (de hecho, me ha enseñado a reconocer un número más amplio de capas), y en el haber del libro tenemos historias apasionantes, mucha erudición y documentación detrás, y algunas sugerencias bibliográficas dignas de apuntarse -en particular, la película Confidencias y el libro La casa de la vida, que me están permitiendo conocer a uno de esos personajes tan pintorescos que habitan Roma-. En el debe, por contra, flota la sensación de que buena parte del libro no se ha hecho pensando en los lectores, con referencias tan crípticas que sólo los que hemos leído previamente sobre el tema vamos a entender (por supuesto, en alguna seguro que me he perdido). Aparte de eso, este ensayo tiene un poco de todo, desde apreciaciones personales del autor en las que uno no tiene por qué estar de acuerdo -como en cualquier libro- e ilustrativas postales acerca de cómo se sufre la vida cotiiigadores, se embarcan en una serie de disquisiciones a medio camino entre la biología, la antropología, la gastronomía y unas cuantas ciencias más para explicar qué comemos, por qué lo hacemos y, sobre todo, cómo de rico está. Aporta ideas muy interesantes y sorprendentes para un acto sólo aparentemente sencillo como es nutrirse, y satisfará tanto a los que saben del tema como a los aficionados que pretenden encontrar un plato sabroso.

-"El invencible". Esta novela de ciencia ficción de Stanislav Lem (Ciberiada, La voz de su amo) se ha comparado con Solaris, y aunque desde luego no le sale tan redonda, tiene algo en común: Lem reflexiona sobre qué tipo de criaturas podremos encontrarnos cuando exploremos los confines del espacio exterior, y nos obliga a salir de nuestro antropocentrismo. El "pero" es que da la sensación de que a veces la narrativa le estorba, y que ciertas cuestiones tecnológicas están un poco cogidas por los pelos (aunque, por otra parte, Lem se inventa máquinas bastante chulas). En conjunto, sin embargo, como digo, y teniendo en cuenta cómo Lem afronta el misterio y la perspectiva ante las distintas situaciones, bastante recomendable.

-"1177 a.C. El año en que la civilización se derrumbó". A lo largo de este ensayo, Eric H. Cline repasa lo poco y fragmentado que sabemos acerca de esta época en que múltiples civilizaciones del Mediterráneo Oriental (el primer mundo más o menos globalizado que se conoce) decayeron a la vez al final de la Edad de Bronce por culpa de causas sólo hasta cierto punto conocidas, generando una Edad Oscura. El libro se apoya en gran medida en los descubrimientos sobre el terreno (de hecho, traduce un gran número de inscripciones, y cita trabajos de diversas campañas arqueológicas), y por supuesto no consigue resolver el misterio sobre qué pasó exactamente, aunque apunta una interesante hipótesis que no conocía: el hecho de que, en un mundo tan complejo, una serie de factores pequeños concatenados pudieron desencadenar la caída de un sistema que estaba cogido por pinzas, pues se hallaba demasiado interconectado (¿qué pasa si tu economía se basa en exceso del comercio extranjero?), quizá porque todo dependía de unos pocos cuellos de botella. Esta última teoría es interesante, porque si en el pasado esos puntos críticos pudieron ser los centros palaciales que dominaban las redes del comercio internacional, hoy en día podemos establecer analogías al observar cómo fenómenos locales como una guerra en Ucrania o un atasco en el canal de Suez trastocan las conexiones y provocan consecuencias que se traducen en crisis globales. En ese sentido, como siempre, analizar la historia es esencial para comprender el presente, y aunque es difícil establecer comparativas, uno se siente con frecuencia tentado de trazarlas.

lunes, 17 de abril de 2023

El libro de abril: "Algo nuevo en los cielos", de Antonio Martínez Ron


No voy a ocultar que siento una gran admiración por Antonio Martínez Ron (@aberron en redes), uno de los divulgadores científicos más destacados de nuestro país, y que nos ha ofrecido desde hace mucho tiempo toda clase de historias alucinantes relacionadas con la ciencia, en una enorme variedad de formatos. Por eso, cuando anunció que tenía libro nuevo, "el más bonito del mundo" en sus palabras, lo apunté en mi lista de deseos, y un alma bien pensante tuvo a bien regalármelo. Además, junto con "Memorial del convento" de Saramago (por otras razones, relacionado también con los cielos), y en los momentos previos a un viaje en globo. Como os podéis figurar, en mejor compañía no podía estar.

En efecto, Martínez Ron nos propone un viaje, o mejor dicho, varios viajes: hacia arriba, hacia las diferentes capas de la atmósfera, mostrándote su funcionamiento, y también en la Historia, desgranándote las andanzas de los individuos que desentrañaron los secretos del cielo, y también los que se atrevieron a adentrarse en él (literalmente), volando cada vez más alto y más rápido, hasta cotas inaccesibles para cualquier ser humano.

El libro contiene multitud de anécdotas, relatos sorprendentes, puntos de vista en los que no habíamos pensado nunca: desde cómo los fenómenos climatológicos pueden deducirse a partir de un par de directrices básicas, hasta qué comentan en primera persona aquellos que se han visto engullidos -a miles de metros de altura y sin apenas protección- por el fragor de una tormenta, pasando por la carrera épica por dilucidar quién sería el primero en desarrollar una predicción más o menos certera del tiempo meteorológico. Descubriréis la definición de alpenglow, a los grandes exploradores y científicos que a su vez fueron aeronautas y montañeros, o nombres injustamente olvidados como Otto Lilienthal o Emilio Herrera.

A pesar de sus más de 700 páginas (yo os recomiendo, sobre todo si lo vais a leer en la cama, un cojín especial para sostener libros), no se hace en ningún momento pesado ni repetitivo, sino que siempre quieres más. Si acaso, un par de defectos (tengo que meterlos para que veáis que no me pagan por la reseña): me da la sensación de que hay secciones de la estructura de la atmósfera y de la historia de la aeronáutica que se quedan un poco en el aire, no sé si por abreviar o porque el autor creía que no nos resultarían interesantes (en contraposición, las explicaciones son hasta excesivamente didácticas, casi para niños). Y tengo que confesar que los momentos en que leemos testimonios directos de los pioneros de la ciencia y el vuelo, con su lenguaje arcaico, me decepcionaron un poco (por otra parte, ahí se nota el ímprobo esfuerzo de documentación, que sin duda se combina con una tremenda erudición para sacar a cuento todas las referencias literarias, históricas, artísticas y conceptuales de algo tan ubicuo como son los cielos).

Sin embargo, la verdad, tiene mucho mérito que un tema que a mí personalmente nunca me ha atraído demasiado, como la meteorología, me haya mantenido enganchado a lo largo de tantas páginas y días. Martínez Ron combina su faceta de periodista (sobre todo a la hora de comunicar mediante diversos métodos, y para estar al tanto de las últimas noticias) con el de historiador de la ciencia y escritor, pues logra que múltiples vivencias individuales cobren sentido como parte de un todo. Leyéndole a él, he recordado no sólo mi viaje en globo, o aquel en el que tuve la suerte de avistar las montañas del Himalaya sobre un mar de nubes, sino que he vuelto a mirar con ilusión al cielo, ese lugar tan lleno de maravillas que a veces, por cotidianas, nos pasan desapercibidas. Así que yo recomiendo que os dejéis llevar por Antonio Martínez Ron en este trayecto para redescubrir un lugar tan fascinante como el océano de cielo en el que vivimos -una atmósfera, como recalca el autor, más extraordinaria que la que hallaríamos en otros mundos-. Sobre todo si podéis leer el libro tumbados sobre una pradera, intentando adivinar, como cuando éramos niños, qué forma tienen las nubes...


En el centro de la imagen, el Everest, cubierto por nubes. A la derecha, el Llhotse, de cumbre más irregular y plana. Por delante, campos de nubes, a semejanza de ovejas sobresaliendo entre blancos prados. Imagen del autor desde avión comercial.

lunes, 20 de marzo de 2023

El libro de marzo: "Futbolítica", de Ramón Usall


"Futbolítica" (subtítulo: "Una vuelta al mundo a través de clubes políticamente singulares"), escrito por Ramón Usall, es un manual imprescindible para todo el que quiera saber cómo la masa social de un club puede influir en el carácter de un equipo, y viceversa. El libro recorre cuatro continentes para narrarte variadas historias y puntos de vista: desde clubes de carácter social, representantes de etnias y movimientos políticos, hasta equipos ligados a la Stasi, los regímenes dictatoriales y los más diversos nacionalismos. Descubriremos que hay equipos que han enarbolado la bandera de refugiados, judíos u obreros, o que se han manifestado a favor de la causa de la libertad o en contra del colonialismo. Quizá el único defecto del libro es que, con el paso de las páginas, la estructura se torna un poco repetitiva, pero, a cambio, nos regala un buen puñado de anécdotas: por ejemplo, saber que el Real Madrid tuvo varios presidentes comunistas; que la tradición catalanista del Barça viene de antiguo; que el Manchester City no siempre fue el club de los millonarios; que el Torino es más popular que la Juventus (aclamada en toda Italia) dentro de la ciudad de Turín; que hay un equipo que puede presumir de haber contado entre sus filas con un premio Nobel; o las transformaciones que ha sufrido la ideología asociada a clubes españoles (como el Atleti), británicos o italianos. Descubriremos a presidentes que despidieron a futbolistas por traicionar a su país (o incluso ordenaron su muerte), momentos en que el poder favoreció a determinados equipos, y clubes que formaron parte de movimientos de resistencia. En particular, os incito a que descubráis cómo la selección de Euskadi estuvo a punto de ganar el campeonato nacional en México. Se encuentra al final del libro, pero en medio hay textos que dan mucho juego. Por mi parte, un saludo al primer toque.

lunes, 20 de febrero de 2023

El libro de febrero: "La arquitectriz"

"La arquitectriz", de Melania G. Mazzuco, es un colosal mosaico. Una alfombra con cientos de pequeños nudos donde se entrecruzan vidas y sucesos históricos. Gira en torno a un personaje real (Plautilla Briccia, de las primeras mujeres que se encargaron de diseñar un edificio, de ahí el título), pero, lejos de quedarse en lo poco que sabemos de su vida, le añade tanto color y detalles que se presenta vívidamente ante nuestros ojos. Otro punto alrededor del cual orbita la novela es la vivienda que ella diseña, Villa Benedetta, también denominada "el Bajel", del cual la autora nos narra sus antecedentes, su construcción y su futuro, así como los de los individuos que pululan en diversas épocas dentro de él. El libro está lleno de apasionantes personajes, repletos cada uno de su particular carisma, y también de todo el caos y el desorden de los que está poblada no sólo la vida, sino también, en particular, la eterna, abigarrada y esplendorosa ciudad de Roma. Pero, ante todo, es un estupendo reflejo de la Italia del Barroco, con sus artistas (Bernini, Borromini, Pietro da Cortona) pintando, intrigando y batallando entre sí, mientras los poderosos (ya se llamen Sumo Pontífice, Luis XIV o Mazarino) les financian, les utilizan, les alzan en nubes de gloria o les hacen caer miserablemente en desgracia. En medio de todo eso, nuestro personaje trata de salir adelante a pesar de todos los factores que le pesan en contra: mujer, artista, inteligente, pobre. El libro es en algún momento tan excesivo, con tanta tendencia a explotar por sus costuras (qué menos en una obra sobre el Barroco) que te da la sensación de que mete ciertas frases a destiempo, o que no concreta bien acerca de qué personajes está hablando, como si ciertas cuestiones hubieran sido imposibles de reconducir tras agotadoras y titánicas sesiones de revisión. Sin embargo, estos diminutos defectos son pecata minuta en comparación con la inmensa riqueza que aportan caracteres com el padre de Plautilla, o Elpidio, el amor casi imposible de esta última, así como sor Eufrasia, la monja con la que hace migas, sus decenas de familiares, y tantos y tantos actores en esta representación teatral que siempre te deja con ganas de contemplar más actos. En definitiva, permitiros atrapar por este torrente tempestuoso y, una vez en la vorágine, os aconsejo que os dejéis llevar.

lunes, 13 de febrero de 2023

La historia real de febrero: La gran redada de gitanos

Nos acordamos -con frecuencia, y con razón- del Holocausto que los nazis intentaron (y casi llegaron a cabo) con los judíos. Nos olvidamos con más facilidad de que las políticas de aniquilación de Hitler alcanzaron también a izquierdistas, homosexuales y gentes de otras etnias, como gitanos (entre estos últimos, el fenómeno se conoció como Samudaripen o Porrajmos). Pero lo que es resulta bastante desconocido para el gran público es que España intentó su propio holocausto, a su manera, con la población autóctona gitana. Fue el suceso que se denominó "La Gran Redada", o Prisión General de Gitanos.

Los gitanos (o calós, como se denominan a ellos mismos, en contraposición con los payos; también se les conoce como romanís) llegaron a España en 1424, procedentes originariamente de la India, y su entrada fue autorizada al año siguiente por un salvoconducto de Alfonso V de Aragón. Su vida nómada les hizo muy diferentes desde el principio del resto de la población, y aunque han aportado (tanto a nivel colectivo como individual) muchas cosas al acerbo de su nueva patria, siempre ha habido problemas de convivencia. El problema surgía cuando algunos decidían que la mejor manera de eliminarlos (o de completar la homogeneidad de los reinos españoles iniciada por los Reyes Católicos con la expulsión de judíos) era, precisamente, erradicar a la cultura minoritaria de la ecuación. Se promulgaron hasta 250 medidas anti-gitanas (reclutamientos a galeras, expulsiones de determinados territorios, normas destinadas a la exclusión social o a que no consiguieran trabajo), algunas de ellas contradictorias, como las que obligaron a los gitanos a residir en ciertos municipios, lo cual conllevó que se trasladaran de localidades donde ya se habían integrado.


Arriba, fotografía de Niña Pastori, quien ejemplifica la contribución de la población gitana (ella tiene madre caló y padre payo) al mundo del flamenco, aunque, poco a poco, podemos encontrar gitanos tan orgullosos de su herencia como partícipes de todos los sectores sociales y profesionales. Abajo, marqués de Ensenada, responsable en buena medida de la Gran Redada.

Sin embargo, el punto álgido llegó durante el reinado de Fernando VI. En ese momento, el Consejo de Castilla (presidido por Vázquez Tablada, obispo de Oviedo) se decidió a acabar con "el problema gitano" de una vez por todas -"solución definitiva", lo denominaron-, y propuso un plan que sería ejecutado por el ministro más relevante de aquel momento, el marqués de Ensenada. La primera opción fue enviarlos como prisioneros a América (el mayor inconveniente era que podían acogerse "a sagrado" en las iglesias, pero el Papa les hizo el favor de revocar ese derecho, el cual siguió funcionando para todos los criminales excepto para los de origen romaní). Sin embargo, al ver que Portugal había intentado una propuesta similar y no le había salido bien, se decidieron a encerrar a todo el pueblo gitano, aislar a las mujeres de los hombres e impedir, en último término, que pudieran reproducirse. En puridad, estamos hablando de una extinción, un exterminio: en aquella época no existía la palabra genocidio, pero la idea no le iba a la zaga, y muchos historiadores la califican con ese término (si bien es verdad que de manera indirecta, porque el plan no era matar a los gitanos para lograrlo). Uno de los detalles graciosos fue que, a pesar de que la idea era abominable, en los documentos oficiales ni siquiera se quería mencionar la palabra "gitano" porque los ideales de la Ilustración veían feo discriminar por raza, así que muchas veces se trató de disfrazar este trato diferencial en base al oficio: esto causaría muchos problemas posteriormente, como veremos.

Hay que reconocer que la estratagema estaba muy bien ideada: se llevó a cabo un recuento minucioso de la población gitana (luego resultó que no era tan exacto como les hubiera gustado). Se planeó que la redada se ejecutara de manera sincrónica por las distintas zonas del territorio en el mismo día y hora (la medianoche del 30 de julio de 1749), y que fuera llevada a cabo por grupos que se organizarían en el máximo secreto. Muchos de los militares que recibieron las órdenes se enteraron de las mismas unas pocas horas antes de llevarlas a cabo, pues venían en sobres escrupulosamente cerrados que debían abrirse de manera simultánea: una vez hecho esto, habría que arreglárselas para localizar a los gitanos y separarlos entre hombres mayores de siete años, y mujeres y niños menores de esta edad (los primeros irían a trabajos forzados en arsenales de la Marina, y l@s segund@s a cárceles, hospicios o fábricas textiles; los niños, cuando crecieran, serían separados de sus madres, aprenderían un oficio y tendrían el mismo destino que sus progenitores). La financiación para organizar todas estas operaciones saldría de requisar los bienes pertenecientes a los gitanos (una idea que sin duda copiaron de la Inquisición, que ya llevaba años funcionando económicamente sobre esa base).

La parte más increíble de esta historia (lo que es raro, cuando hablamos de un plan español) es que todas las instrucciones se cumplieron con eficacia germánica. De hecho, las primeras horas fueron un modelo de planificación que hubiera encandilado a los nazis: hasta hubo poblaciones en las que se cortaron las calles para impedir la huida de cualquier gitano de la localidad. Se calcula que capturaron a unos 9000 calós, que se sumaron a unos 3000 que ya estaban en prisión; sin embargo, como suele decirse, no fueron todos los que eran (algunos gitanos huyeron, muchos porque contaron con ayudas de colaboradores), ni eran todos los que fueron (se asumió que todos los integrantes de determinadas profesiones eran romanís, y la justicia tuvo que dirimir determinados casos). Muchos gitanos se entregaron pacíficamente -no conocían el alcance del plan, y creían que era positivo colaborar con las autoridades-, incluso yendo al encuentro de los soldados, para sorpresa de los mismos (cosa que por ejemplo ocurrió en Vélez-Málaga), y la mayor resistencia tuvo lugar cuando se trató de separar a las familias, en particular a los padres de sus hijos, aunque sí hubo algunos conatos de rebeldía aislados. Por otra parte, hay que decir que muchos calós trataron de acogerse a sagrado (derecho que, como decimos, les había sido astutamente retirado para evitar que tuvieran una salida; eso sí, algunos religiosos les protegieron, a pesar de la prohibición, y las autoridades tuvieron que pasarles por encima); en cuanto a la población paya, su actitud fue variable, y aunque muchos trataron de defender a sus vecinos, otros en cambio fueron colaboradores activos de la Gran Redada, y delatores del pueblo objeto de persecución.

John Philip, que visitó España y recibió la influencia de varios artistas españoles, creó este cuadro (La ventana de prisión) sobre cómo padecía sus desventuras una familia durante la Gran Redada de Gitanos.

Sin embargo, toda la disciplina que habían mantenido las autoridades en esta primera fase de la operación se fue desarbolando a lo largo de las siguientes etapas. No había medios materiales suficientes para mantener encerrados a tal cantidad de gitanos, a pesar de que se habilitaron castillos, alcazabas e incluso barrios enteros -como uno en Málaga- para tal fin. Además, la falta de un registro detallado de los gitanos (muchos de los cuales se habían casado con payos o tenían certificados que les acreditaban como cristianos viejos) complicaba muchísimo las cosas a nivel de los responsables de la administración, la cual por otra parte se hallaba desbordada. En un momento determinado, la confusión era tanta (¿se era gitano según tu etnia o tu profesión?; ¿eras más o menos gitano según el arraigo en tu lugar de procedencia?; ¿se debía tratar igual a un gitano casado con una paya que a una gitana casada con un payo?; al final, en este último caso, la decisión que se adoptó fue que una familia era gitana si lo era el marido) que al final se decidió liberar a unos sí y a otros no, con lo cual el plan inicial empezó a hacer aguas.

No había espacio para tal masa de reclusos: los gobernadores pedían que no se les enviara a más, a pesar de lo cual éstos siguieron llegando. Las condiciones en las que se mantenía a los romanís eran deplorables (incluyendo el uso de grilletes), lo cual llevó a numerosas muertes, fugas y revueltas (éstas incluían burlas a los carceleros; varios grupos de gitanos decidieron hasta rasgarse las ropas y quedarse en cueros, lo cual dejó a sus guardianes descolocados). A pesar de que se ordenó castigar a los huidos con la horca, muchas autoridades locales consideraron desproporcionada la orden y no la cumplieron. En medio de la confusión, no era tan raro que a unos gitanos se les liberara por un lado y se les arrestara más tarde por el otro. Creo recordar que la primera vez que leí esta historia (mi memoria no está segura de si en un texto de Antonio Gómez Alfaro, el gran historiador moderno acerca de este tema, y que escribió un libro al respecto) se hablaba de permisos temporales para salir y hasta de visitas conyugales intermitentes, pero estos extremos no los he podido confirmar; en todo caso, os podéis imaginar el despropósito que era aquello, y el caos organizativo, en contraste con el éxito inicial de la operación.

Por otra parte, la medida, en muchos sentidos, resultó contraproducente: mientras que a los gitanos que tenían una vida más nómada resultó más difícil capturarles (se calcula que hasta 2000 se libraron de las redes que se cernían en torno a ellos), en cambio, a los que tenían un oficio y llevaban toda la vida en la comunidad -en buena medida, reasentados por las leyes anteriores; por eso estaban tan bien localizados- fue fácil atraparles. Sin embargo, su arresto, paradójicamente, fue el que más dañó a las economías locales. Hasta alcaldes y habitantes de sus pueblos pidieron insistentemente que les liberaran; eso, unido a las protestas de la comunidad caló (sobre todo por parte de las mujeres) acabó por forzar a las autoridades a modificar el desenlace final del asunto.

Unos tres meses después de la Redada se decidió liberar a un gran número de gitanos, hasta 5.000, que pudieron, de una manera u otra, demostrar "su honradez" (o sea, que tenían trabajo y arraigo); sin embargo, cuando volvieron, descubrieron que se habían quedado sin propiedades, y que tenían que reiniciar su vida desde el principio, lo cual no debió de apaciguar la conflictividad social. Los 4.000 restantes siguieron trabajando prácticamente como esclavos, siendo liberados poco a poco, hasta que, en 1763, Carlos III, quien había sucedido a Fernando VI (el cual había destituido al marqués de Ensenada hacía mucho), decidió finiquitar aquel dislate, indultar a los pocos cientos que aún quedaban recluidos y que no habían muerto por las malas condiciones de vida, y terminar con todo lo que le recordaba que aquella fallida operación había existido -Carlos III, incluso, decidió omitir explícitamente el suceso en legislaciones posteriores; según decía, porque dejaba en mal lugar a su antecesor Fernando VI-. Aun así, el problema logístico de la reubicación prolongó las trabas burocráticas dos años más, hasta que el rey ordenó liberar de manera inmediata a todos los gitanos que quedaba presos.

Aquel suceso dejó una huella indeleble en el pueblo romani; algunos de los que habían podido acreditar su honradez, para intentar evitar que les volvieran a arrestar, decidieron mimetizarse con el entorno y formar cofradías (como hicieron muchos conversos ante el empuje de la Santa Inquisición, o grupos de izquierdistas tras el triunfo de Franco); otros recitaron y cantaron el sufrimiento padecido, y algunos autores ubican allí el origen del quejío flamenco. Ni qué decir tiene que las relaciones con la comunidad paya quedaron indisolublemente dañadas; no es fácil llevarse bien con un pueblo a cuyo rey (Fernando VI) le dedicas canciones infantiles que cuentan lo mal que se ha portado con los tuyos. Eso, por no decir de la desconfianza que se generó entre el pueblo gitano y los valores de la Ilustración, así como con la comunidad paya. Muchas de esas cicatrices siguen supurando hoy en día. En cambio, en la historiografía española, al suceso, por bochornoso, se le dedicó escasa investigación y recuerdo; sólo unos pocos historiadores especialistas en el pueblo gitano han conseguido airear lo suficiente el asunto, que sigue siendo desconocido para la mayoría.

Hoy en día, todavía se hacen conmemoraciones de aquel acontecimiento nefasto para las dos etnias implicadas, sobre todo por parte de la comunidad romaní. Recientemente, el entonces vicepresidente Pablo Iglesias pidió perdón de manera oficial a los gitanos residentes en España, en nombre del gobierno, por los daños producidos por la Gran Redada. Pero lo que nadie puede asegurar es que sucesos como aquellos no vuelven a repetirse, sobre todo si no los recordamos. Desde este humilde blog, espero haber contribuido, con mi granito de arena, a solucionar esta amnesia.