lunes, 9 de junio de 2014

La historia real de junio. Gaditanos ilustres: George Gordon Meade.

Al leer "un gaditano ilustre" y colocar a continuación un nombre que podría encontrarse perfectamente en una guía telefónica de Texas como las que empleaba Marcial Lafuente Estafanía para documentar sus novelitas "de tiro tenso", supongo que alguno se habrá sentido más que conmocionado y creerá incluso que el autor de esta frase ha perdido el juicio. Sin embargo, ocurre que este gaditano en concreto lo es (y en este caso comparte una característica con el redactor de este post) de un modo algo circunstancial, ya que sus padres le concibieron en la susodicha ciudad andaluza simplemente porque -un poco por así decirlo, y parafraseando a Aute- "pasaban por allí". Lo cual no es inconveniente, a pesar de todo, para tratar de conocerle y hablar un poquito acerca de este individuo, entre otras cosas porque la Historia con mayúsculas ha infravalorado su papel protagonista en uno de los enfrentamientos militares más relevantes de la corta existencia de los Estados Unidos, y también por poseer el dudoso honor de tratarse de uno de los pocos generales que han recibido una gigantesca reprimenda justo después de declararse vencedor en una decisiva batalla.

George Gordon Meade

George Gordon Meade nació en Cádiz en 1815, pero era hijo de padres estadounidenses. En concreto, su progenitor masculino era un comerciante que trabajaba como agente del gobierno americano, y que se había arruinado al apoyar a España durante las guerras napoleónicas. La familia acabó regresando a Estados Unidos cuando George todavía era un niño: no he conseguido encontrar información sobre si el muchacho chapurreaba español, aunque fuera con acento andaluz (como hace, por poner un ejemplo, el ilustre actor de padres gaditanos Jean Reno), pero algo le debió quedar, porque el caso es que años más tarde se acabó casando también con una expatriada nacida en Cádiz, que respondía a un nombre de una inspiración guerrera tan como Margaret Sergeant. Debe ser verdad aquello de que hay cosas que se llevan en la sangre.

Y quizás fuera una casualidad o no, pero fue a la carrera militar a lo que se dedicó George G. Meade cuando volvió a América, graduándose en la prestigiosa academia militar de West Point. A pesar de un breve paréntesis durante el cual trabajó en la ingeniería civil, la necesidad de un empleo le hizo retornar al ejército, en un principio como topógrafo, y más adelante como brigadier durante la Guerra Civil Americana, conocida también popularmente como Guerra de Secesión. Recordemos que este conflicto había surgido a raíz de que el presidente Lincoln declarara ilegal la esclavitud, generando una revuelta por parte de los estados sureños (más dependientes de la agricultura y, por tanto, del trabajo de los esclavos de las plantaciones) frente a los estados del Norte, marcadamente industriales y abolicionistas. La contienda ha dado pie a multitud de interpretaciones y análisis, tanto desde el punto de vista de la igualdad de derechos (muchos recordarán la recientemente oscarizada película acerca del tráfico de esclavos ambientada unos cuantos años antes, 12 años de esclavitud; no obstante, también existen relatos muy conmovedores acerca del "tren de los esclavos" de Harriet Tubman que se dedicaba a liberar afroamericanos transportándolos al norte durante la Guerra Civil), como de la abrupta división que se generó de golpe entre los dos bandos de la joven nación (de hecho, muchos dicen que los estados del Norte se quedaron tan arrepentidos de la derrota infligida a los del Sur, que les permitieron "una cierta manga ancha" en cuanto a la aplicación de las medidas relacionadas con sus antiguos esclavos. De ahí que en poco tiempo surgieran el tristemente legendario Ku Klux Klan y las leyes de segregación entre negros y blancos, con lo cual, básicamente, las cosas volvieron a hallarse en un estado no muy diferente de como se hallaban al principio. Estas leyes duraron hasta bastante bien entrado el siglo XX). Pero como diría Michael Ende, hoy nos toca referirnos a Gordon Meade y de esos otros acontecimientos ya hablaremos en alguna otra ocasión.

George G. Meade empieza ascender posiciones durante la contienda en el bando de los estados del Norte, conocidos popularmente como la Unión. Juega un papel importante en varias batallas, y durante la acontecida en Chancellorsville, tiene sus dimes y diretes con el general Hooker (a la sazón comandante en jefe del ejército unionista) por no haber aprovechado este último las tropas que Meade lideraba para atacar a los sureños. Hooker resultó herido en la contienda, y aunque Meade no era la primera elección del presidente Abraham Lincoln, se le elige como su sucesor al frente del ejército. Parece ser que el propio Meade no se esperaba el nombramiento, porque algo más tarde le escribió a su mujer contándole que, cuando vinieron a comunicárselo, pensó que en realidad los confederados habían tomado el campamento y que él se encontraba arrestado.

George Gordon Meade demostró entonces poseer unas más que destacadas habilidades militares. A pesar de que tenía sus propias ideas sobre cómo plantear el siguiente enfrentamiento, prefirió dejar paso a sugerencias mejores procedentes de sus subordinados, a los que manejó más que acertadamente. Estalló entonces la decisiva batalla de Gettysburg (la cual, por lo visto, comenzó prácticamente por casualidad) y Meade adoptó una táctica defensiva, de resistencia frente al asalto, la cual al final se reveló como acertada pues acabó por dinamitar al ejército sudista en lo que constituyó el punto de inflexión decisivo de la contienda. La guerra duraría todavía dos años más, pero el ejército sudista (o confederado) había quedado herido de muerte, y el Congreso de Estados Unidos le reconoció a Gordon Meade el logro conseguido, y también el sobresaliente valor.

Desgraciadamente, parece que George no se desenvolvía tan bien en las cuestiones políticas como llegó a hacerlo en las militares. Por lo visto, con la jefatura del ejército de la Unión, Meade había heredado numerosas intrigas políticas que giraban alrededor de su antecesor Hooker, y probablemente su aspecto ("una maldita tortuga mordedora de ojos saltones", llegaron a definirle, a pesar de que por lo visto era respetado por un temperamento comedido que escondía unas para nada ausentes ambiciones personales) tampoco contribuyó mucho a despejarlas. No se sabe si tuvo algo que ver el hecho de que no hubiera sido la primera elección de Lincoln para la comandancia, o quizás que algunos rivales en el ejército le hubieran acusado de estar a favor de los sureños y pretender firmar una paz con ellos, pero la cuestión es que, nada más terminar la batalla de Gettysburg victoriosamente, el propio presidente Abraham Lincoln le echó una bronca monumental por no haber perseguido más enconadamente al general confederado Lee mientras se retiraba. Según Lincoln, se había perdido una oportunidad estupenda para poner fin en ese mismo momento a la contienda, y acusó a Meade de haberle dado la oportunidad de huir a sus enemigos debido a que compartía con buena parte de ellos una misma base religiosa, la doctrina católica (no es solamente característico de tiempos modernos que las cuestiones bélicas se entremezclen con las espirituales, ideológicas o personales. Aparte de los aspectos sociales que hemos mencionado antes, la división norte-sur se entremezcló con la lucha política entre demócratas y republicanos, y también estuvo a punto de generar conflictos internacionales). El presidente Lincoln llegó incluso llegó a declarar (según algunos testimonios) que un jesuita había entrado disfrazado al campamento unionista y había convencido a Meade de que tuviera piedad del ejército confederado, y que eso fue lo que motivó su acción. Fuera o no verdad, seguramente la cara de George Gordon Meade al recibir un chaparrón, justo después de haber derrotado de manera brillante al ejército rival, debió asemejarse bastante a la de un entrenador de fútbol al que despiden inmediatamente después de haber conseguido la liga nacional o, haber levantado la Copa de Europa.

A pesar de aquel rapapolvo, la carrera de George Gordon Meade prosiguió exitosa y sin incidentes, colocándose al lado del general Ulyses S. Grant en la última fase de la contienda. Grant fue el general que finalmente pasó a la historia como el que derrotó al ejército confederado, pero tenía un gran aprecio por Meade y reconocía su trabajo durante la batalla de Gettysburg, aunque con el tiempo ambos hombres acabaron teniendo también sus roces. A pesar de que al final de la guerra se elogiaba ampliamente el trabajo de Meade, la controvertida decisión de no perseguir suficientemente a Lee después de la batalla, unido a los choques con otros generales, así como algunas características innatas de su personalidad (una mala relación con la prensa y su carácter aparentemente apocado, entre otras cosas) eclipsaron su figura histórica y otorgaron gran parte del mérito a Grant y su elogiable labor al final de la contienda. Recientes trabajos históricos han tratado de realzar su figura como un hombre prudente y cabal, que entendía que había momentos en que el ejército debía no arriesgarse, atricherándose cuando era necesario y no atacando en cambio -por el desgaste que ello suponía- posiciones fortificadas.

George Gordon Meade, este "gaditano" ilustre, murió todavía en activo como consecuencia de heridas recibidas durante el combate. Su figura no es universalmente conocida, ni siquiera a lo largo de Estados Unidos (mucho menos de España), pero existen varios memoriales dedicados a su figura, y una sociedad histórica con su nombre en la ciudad de Filadelfia, donde falleció en 1872. Como curiosidad anecdótica, entre sus descendientes se encuentra Matthew Fox, estrella de la televisión a raíz de su actuación como protagonista en la serie de J.J. Abrams "Perdidos". Cosa que también tiene su aquel, aunque no sé muy bien -ante la presencia del famoso "humo negro"-, cómo hubiera empleado su antecesor George Gordon Meade su famosa pericia militar... Especular en este sentido no tiene mucha lógica, pero tal vez sea divertido. Podemos entretenernos en ello.

Muchas gracias a todos. Hasta la próxima semana.

Posdata: esta entrada la he podido escribir gracias a la sugerencia de un familiar mío, el muy admirado A.P. (no os digo el nombre completo por si prefiere conservar el anonimato). Ingeniero también como George Gordon Meade, combina algunas de las mejores características de la familia: un compromiso incansable con el trabajo; mucho espíritu aventurero para caminar en toda circunstancia hacia adelante; gran amor por el conocimiento, combinado con ningún prejuicio para salir fuera (de hecho, vive en un país pequeñito); y, especialmente, erigirse en el tipo de persona en la que sabes que, en medio de una tormenta, puedes siempre confiar. Me llamó la atención sobre la figura de este gaditano ilustre y me sugirió que podría ser un buen personaje para una novela. De momento ha dado para una entrada de blog, que en mi opinión no es moco de pavo. Gracias, A.P: los escritores necesitamos buenas historias, y sólo de las historias que nos regalan nos alimentamos. Seguro que George Gordon Meade, desde algún lado, nos lo agradecerá. Aunque muy probablemente, no hará lo mismo Abraham Lincon (sonrisa pícara a dos bandas).

Un saludo de nuevo a todos.

Anexo: Mi familiar A.P. ha comentado que le ha gustado el post, y ha añadido un par de detalles. Lo primero de todo, me ha destacado un aspecto en el que no quise centrarme mucho para no hacer el artículo muy farragoso, y es que las causas de la Guerra de Secesión no hay que encontrarlas solamente (y ni siquiera mayoritariamente) en la liberación de los esclavos, sino sobre todo en estas diferencias tan enormes a nivel económico y social entre Norte y Sur que hemos mencionado, y que hacían que se hubieran convertido prácticamente en dos países diferentes, con intereses muy distintos y políticas económicas diametralmente opuestas -aunque, y aquí radicaba el problema, el poder político lo tenía mayoritariamente el Norte-. Os paso, ahora que todavía no está en vigor la ley anti-enlaces, este link que precisamente me ha mandado A.P., y que os puede ser de utilidad al respecto. Además, os paso la propia versión de A.P. sobre lo acertado o no de la decisión de George Meade que le costó la bronca de Lincoln: "Por otra parte estoy convencido que Meade hizo lo correcto al no perseguir al enemigo. Es cierto que Lee había sufrido bastantes pérdidas, pero aún conservaba gran parre de su ejército y se pertrecho bien para esperar el contrataque, hasta que consiguió atravesar el río Potomac. Además el día siguiente a la batalla había niebla y llovía a cantaros. Si Meade hubiera sacado su ejército de sus bastiones para perseguir a Lee en campo abierto en medio de la lluvia, habrían sido un blanco facilísimo para los sudistas, que podrían haber dado la vuelta a la tortilla (tal vez es lo que pretendía Lee). Pero Meade no picó en el anzuelo e hizo lo más prudente. La reacción de Lincoln fue la propia de un abogado ambicioso y engreído, que es lo que era (aparte de homosexual, aunque eso es otra historia que les pesa enormemente a sus correligionarios republicanos que intentan disimularlo a toda costa)".

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