martes, 15 de julio de 2014

El libro de julio: "El paraíso de las damas", de Émile Zola

Hoy os quiero hablar de un escritor que me ha impactado de una manera especialmente contundente en los últimos tiempos: el autor francés del siglo XIX Émile Zola, autor entre otras de la obra que nos ocupa, "El paraíso de las damas".



Zola es un autor muy especial por varias cosas. Lo primero de todo es que es uno de los que pueden presumir no sólo de haberse abstraído en el interior de sus libros (bien sabemos que a veces los escritores pueden parecer un poco ensimismados y ajenos al mundo, como dialogando con las musas entre las nubes), sino también por involucrarse en los problemas de la sociedad que le rodeaba. En este caso, Zola lo hizo en sus novelas, y también con su vida, con su -reiteradamente estudiado desde entonces- artículo periodístico "J'accuse!" ("¡Yo acuso!"), en el cual defendía al militar Alfred Dreyfuss de acusaciones motivadas únicamente por su condición de judío, inaugurando el género de la columna de opinión como una forma de periodismo que trataba no sólo de informar de lo que pasaba, sino influir en la opinión de sus ciudadanos y, de esta manera, contribuir a reparar las injusticias existentes. Zola lo hizo, como decimos, desde una hoja de un periódico, y también desde sus novelas. Y al hacerlo, se lo planteó desde un punto de vista sistemático: no concebía cada libro como un ente aislado sino que, con cada una de ellos, pretendía colocar una tesela de un mosaico, un cuadro absoluto que sirviera de visión global de las principales angustias, dramas y condiciones de la sociedad francesa de la que fluía. Y para ello, tomó de base a una familia concreto, y en cada novela fue retratando a uno de sus miembros, que a su vez definía un estamento de la sociedad, un modo de vida: un día, los maquinistas; otra, los trabajadores de la mina; otra, la clase proletaria en su conjunto, y así sucesivamente.

Zola pertenecía a la corriente literaria del naturalismo. Ésta se considera una prolongación del realismo, el cual, en la segunda mitad del siglo XIX, pretendía describir, a modo costumbrista, la circunstancias del entorno en el cual se hallaban sumergidos sus autores. Hasta ahí, los puntos en común; la diferencia es que el naturalismo buscaba ir más allá y ahondar hacia los recodos más oscuros y las más vibrantes pulsiones del corazón del hombre. En este sentido, podría decirse (al igual que hizo Beethoven en música con el neoclasicismo, al que explotó hasta sus límites de una manera tan abrupta que consiguió romper el molde, abriendo el paso al romanticismo) que los naturalistas consiguieron girar la rueda hasta acercarse en muchos aspectos a los antecesores de los escritores realistas, en este caso los románticos, que en Francia representarían Dumas y Víctor Hugo. Ejemplos de naturalismo en España tendríamos a Vicente Blasco Ibáñez, que nos regaló, entre otros, su estremecedor "Cañas y barro" -otro libro muy recomendable-, o a Emilia Pardo Bazán, adentrándose ya incluso en el género del terror.

Pero volviendo al tema, como decíamos, Zola lo quería describir todo: es decir, todo de verdad. Aspiraba a desgranar cada uno de los aspectos de la realidad, no sólo asignando una problemática concreta a cada novela, sino dentro de cada una, tomar todos los posibles puntos de vista y personajes y reflejar sus vivencias y su opinión, hasta que el lector pudiera hacerse una idea de cada uno de los aspectos que debían tomar en consideración. En definitiva, aspiraba a hacer un relato completo de su tiempo, como intentó Víctor Hugo con "Los Miserables" o como aquel mapa del que Borges hablaba que estaba construido a escala 1:1. Hablando sobre Zola con un especialista en escritores franceses del siglo XX, este amigo me comentaba que, para autores posteriores, aquella pretensión les parecía ingenua. Es entonces cuando empiezan a aparecer otro tipo de literaturas que destacan la subjetividad de los hechos en función de quien los presencie, la importancia de la perspectiva, la imposibilidad de conocer la verdad al estar siempre narrada a partir de los ojos de otro. Sin embargo, no creo que ambas actitudes -la de Zola y sus detractores- sean incompatibles. Zola y los escritores de su generación tenían que hacer todas esas cosas y entonces, sólo entonces, se podría dar un paso adelante. O no puede existir el barco a vapor sin antes construir la balsa. Y en literatura, suele ocurrir que ninguna visión es la correcta, sino que todas apuntalan apasionantes puntos de vista desde los que comenzar a hablar.

La obra más conocida de Zola es "Germinal", ambientada en la paupérrima atmósfera de la vida en un poblado minero. La importancia de esta obra fue tal que, cuando Zola murió, una gran manifestación de trabajadores de las minas acompañó su féretro, gritando emocionados: "¡Germinal, Germinal!". Zola tuvo problemas para publicarla pues se le acusó de socialista; Zola negaba estas acusaciones argumento que el mensaje principal de la obra no era político, sino acerca de la dramática miseria de los hombres de este oficio. Lo cierto es que Zola es imparcial en el sentido de que reparte estopa contra todo el mundo: contra los capitalistas, los sindicalistas, y también sobre los defectos de los obreros (muchos de ellos influidos por las condiciones tan terribles en las que viven). Al analizar con lupa escrutadora cada detalle de sus personajes, los expone con sus grandezas, y también sus motivaciones más viles. En ese sentido, Zola -el gran autor de la novela social que surge y se plantea como una necesidad para el mundo-, no es sin embargo un hombre que diserte desde un bando: es muy crítico con el papel de la Internacional, hubo bastantes cosas que le desagradaron de la Comuna (un experimento en el París tras la Guerra Franco-Prusiana a medio camino entre el marxismo y el anarquismo), y en "El Paraíso de las Damas" (novela a la que llegaremos más tarde, permitidme tan sólo este ligero apunte) se coloca en mi opinión excesivamente a favor del dueño de los grandes almacenes al destacarle como motor del progeso. Pero en "Germinal" quedan bien claras sus intenciones: no odia ciegamente y sin razón a "la parte de arriba" de la pirámide, la burguesía, y -aunque también expone a individuos maleficos y carentes de todo escrúpulo- en muchas ocasiones les muestra como personas que simplemente buscan obtener una tranquilidad para sus vidas o incluso pequeños empresarios que arriesgan sus rentas en el negocio. Sin embargo, contra lo que sí está radicalmente en contra Zola es contra "el sistema", la organización de la sociedad en su conjunto, lo que permite que nuestro mundo sea así, y sobre todo contra la injusticia que esto supone. Y, desde ese punto de vista, siempre se va a poner del lado de los desheredados, de los oprimidos, de los maltratados por la sociedad. Y, al mismo tiempo que muestra a burgueses aparentemente pacíficos, también será capaz de señalar su hipocresía al permitir que, a pocos metros de distancia, sus semejantes padezcan situaciones que serían impensables para el más degradado de los animales. En ese sentido, Zola es un humanista, que se pondrá siempre a favor del hombre, que no puede soportar la existencia alienada de los obreros, y por tanto eso le acercará a los ebullentes movimientos de izquierda de su tiempo, aunque Zola, tras su experiencia, desconfíe de muchos de sus líderes. Desde esa óptica, el pensamiento de Zola puede parecernos muy moderno, y es que en muchos sentidos (y más ahora, tras la llegada de la crisis económica a Europa y un cierto retorno a situaciones propias del siglo XIX), el escritor francés describe problemas muy actuales con los que claramente podemos sentirnos identificados. Pero ya insistiremos en ese aspecto más adelante.

Otra de las cuestiones importantes de la forma de escribir de Zola es el empleo que hace sus personajes: múltiples y poliédricos, cubren todo el espectro de las emociones ante una determinada situación concreta. Las piezas, además, todas útiles, encajan con precisión, como las manecillas de un reloj, para llevarnos a un desenlace siempre brutal y apasionante. Esto, además de en "Germinal", se puede ver muy destacadamente en "La Bestia Humana", para mí incluso mejor novela que la primera. Sin pretender contaros demasiado (porque es de estas historias ante las que es bastante mejor no leer muchas sinopsis antes), un detalle interesante de este libro es que a partir de él se han hecho dos adaptaciones cinematográficas, dirigidas además por dos directores de prestigio como Jean Renoir y Fritz Lang y, sin embargo, ninguna de ellas ha estado del todo a la altura. Seguramente, esos sellos tan "naturalistas" de los que hablábamos antes, el uso del erotismo, de la violencia, de las implicaciones psicológicas de los personajes y de sus actos, y de cómo todo esto sirven a la trama, son muy difíciles de plasmar sobre la pantalla cinematográfica, y más con los códigos de censura de la época. De hecho, algunas de las imágenes más espectaculares no podrían haberse recreado sino con un gran esfuerzo de fotografía y efectos especiales. Quizás algún futuro remake le haga justicia. Mientras tanto, a todos nosotros nos quedará el libro.

Y finalmente, entramos en la novela de la que quería hablar desde el principio, aunque la haya dejado para el final. Es la menos conocida de las que hemos hablado hasta ahora, y yo no diría que es mejor que las otras dos. ¿Por qué las recomiendo entonces? Primero, porque seguramente no escucharéis hablar de ella por otros sitios. Segundo, porque me la recomendó una amiga que siempre me ha propuesto sugerencias interesantes en cuanto a la literatura y el arte en general, y además supuso mi primera incursión en el universo de Zola. Y tercero y principal, porque "El Paraíso de las Damas" contiene algunos elementos únicos. Ambientada en el nacimiento de los primeros grandes almacenes (los "Corte Inglés", las "Lafayette", los "Harrods" de turno), la historia contiene de manera destacada algunos de los elementos de modernidad tan característicos de los que habíamos hablado antes. La visión de una indefensa muchacha que debe abrirse paso en medio de la vorágine de la gran ciudad, las mezquinas intrigas entre las dependientas de los grandes almacenes, el impulso imparable del jefe de la compañía y, especialmente, el gradual pero inexorable declive de los pequeños comercios, conduciendo a situaciones angustiantes sobre todo debido a la incapacidad de estos últimos hacerle frente, en una guerra de precios, al monstruo comercial que están contemplando ascender sobre sus cadáveres justo delante de sus ojos. Aunque ambientada en un entorno que seguramente a muchos no nos resulta muy cómodo (yo soy de los que hay que traerles a rastras para ir de compras), y aunque ya he comentado que no me convence del todo cómo trata al jefe de los almacenes (ni tampoco ciertos aspectos de la protagonista) lo que no cabe duda es que se trata de una novela bien construida, que trata determinadas cuestiones acerca de las cuales no se suele hablar mucho en otros libros, y, bueno, puede ser (como me fue a mí) un buen punto de partida para comenzar a leer a este excelente autor. Y ya me comentáis si la sugerencia ha sido fructífera.
Pasad una feliz semana, y buenas lecturas.

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