lunes, 13 de julio de 2015

La historia real de julio: constelaciones de otras culturas que no fueron aceptadas

Gif animado publicado por The Washington Post que muestra la cercana posición de Venus y Júpiter en el firmamento a finales de este mes de junio. Tuve la suerte de contemplarlo hace un par de fines de semana mientras me encontraba en una carretera rural, y la verdad es que la posición de Júpiter -tan inhabitual y tan brillante- hacía pensar, más que en un cuerpo celeste, en un satélite artificial o un misterioso OVNI.

¿Quién no se ha tumbado una apacible noche de verano a contemplar las estrellas? Y, como adivinando la forma de las nubes en el cielo, intentado buscar las siluetas de las constelaciones que conocemos, o incluso dibujar algunas propias inspiradas por nuestra siempre fértil imaginación. Lo cierto es que tratar de encontrar formas reconocibles a lo que no es sino un simple producto del azar es uno de los defectos (o virtudes) habituales del ser humano. El nombre técnico es el de pareidolia, y explica tanto los curiosos recuerdos que nos estimulan las figuras de la Ciudad Encantada en la provincia de Cuenca, como que los griegos se pusieran a trazar uniones entre las estrellas para generar representaciones de sus dioses y sus héroes en el cielo. Luego, cuando la cosa se quiso hacer de un modo un poco más científico, la Unión Internacional de Astrónomos (esa misma asociación que decidió que Plutón dejara de ser un planeta -no se lo vamos a perdonar nunca, y más ahora que sabemos que tiene un color rojo infernal-) reconoció como oficiales un número de 88 constelaciones, de los cuales la mitad procedía precisamente de la creatividad de los griegos y fueron heredadas gracias a un mapa astronómico elaborado por Ptolomeo y posteriormente transmitido a través de los árabes. Las constelaciones modernas incluyen, además, algunas ideadas por reconocidos astrónomos de los últimos siglos (que se basaron tanto en personajes de la naturaleza y la mitología como en ideas mucho más modernas y tecnológicas), e incluso algunas procedentes de otras culturas que se pusieron de moda y alcanzaron una cierta popularidad en la civilización occidental (pues la fama pasajera, como en otros lados, también cuenta mucho en la ciencia). Sin embargo, si cada civilización tuvo sus constelaciones propias y sólo se han reconocido unas pocas, eso significa, evidentemente, que muchas otras se quedaron fuera de la lista. Y es a esas olvidadas agrupaciones de estrellas a las que nos vamos a referir en el día de hoy.

En realidad, las constelaciones nunca han sido algo con demasiado sentido. Las estrellas que forman parte de las mismas están separadas a enormes distancias entre ellas, sin formar parte de ningún sistema estelar en particular, y sólo nos parecen más cercanas porque, para nuestros ojos y con nuestra visión sesgada desde la Tierra, se nos asemejan en el mismo plano, cosa que no es verdad en absoluto. Por otro lado, en los últimos tiempos, los astrónomos prefieren, para localizar a las estrellas, un sistema de coordenadas que se nos antoja mucho más sistemático que una indicación del tipo "la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer". Además, ya sabemos que la localización de las estrellas en el firmamento se altera con nuestra propia posición dentro de la Tierra (no es lo mismo estar en el hemisferio norte que en el hemisferio sur), con las estaciones (no es lo mismo el cielo en invierno que en verano) y con el paso del tiempo (nuestros antepasados veían un firmamento ligeramente distinto al que contemplamos nosotros). Alguno os hablará de que las constelaciones zodiacales tienen sentido: en realidad, sólo son una convención para poder localizar los astros que forman parte del sistema solar en un mapa aparentemente estático del cielo, y de la misma manera que se nombran 12 constelaciones, podríamos haber formado diez, veinte u ochocientas. Aun así, estas agrupaciones de estrellas siguen despertando en nosotros un viejo sentimiento de nostalgia por un pasado en que todo era más manual, más pedestre, más ignoto, y también más abierto a lo sorprendente y desconocido. Y, en todo caso, tanto la Estrella Polar como la Cruz del Sur siguen constituyendo una buena manera de guiarse de noche en ausencia de brújula.

Pero vayamos ya al tajo: algunas formas de agrupar constelaciones no reconocidas actualmente por la Unión Internacional de Astrónomos o, al menos, no demasiado conocidas por el gran público. Por ejemplo:

-Con eso de que la Estrella Polar es clave para orientar la dirección norte en nuestro hemisferio, parece que un buen número de culturas se han empeñado en encontrar formas de localizarla más fácilmente. A nosotros nos suenan las referencias a la Osa Mayor y al carro que dentro de ella forman sus siete estrellas principales, pero en China, se piensa que dicho carro en realidad es un funcionario encima de su séquito, mientras que los mexicas creían que nuestra osa se trataba de un jaguar

Constelación del Jaguar (Ocelotl) de acuerdo a la cultura nagua o mexica. Imagen extraída de Wikicommons.

 -Lo que para nosotros es la cola de un escorpión en la constelación del mismo nombre, para los aborígenes de Maui se trata de la mucho más familiar figura de un anzuelo para pescar.

-La Vía Láctea (que nosotros tomamos como un camino lechoso y que no es sino el rastro de nuestra propia galaxia) era para los habitantes de la Patagonia un campo de cacería de ñandúes, donde podían distinguir incluso las piedras boleadoras con las que atraparlos, los cuerpos de los animales, e incluso un nido creado por estas aves. Pero más imaginativos eran todavía eran los aborígenes australianos, que encontraban en las manchas oscuras de la Via Láctea algunas figuras, como la de un gigantesco emú.


El emú de los aborígenes australianos dentro de la Vía Láctea. Extraído de Wikicommons.

-La constelación de Antínoo (creada por el emperador hispano Adriano en honor a su antiguo amor) fue la única de las antiguas que se perdió en la noche de los tiempos. Pero también se perdieron otras de diversos orígenes como "el gato", "el gallo", "la avispa", "la abeja", "el flamenco", "Cancerbero", "el globo aerostático", "el telescopio de Herschel", una que sirvió de loa al rey Federico de Prusia, otra que homenajeaba a las máquinas eléctricas, o algunas tan sugerentes como "el guardián de las cosechas", "el cetro de Brandenburgo" o "el toro de Poniatowski, rey de Polonia". Por otro lado, una constelación que representaba al Argo, la nave de los Argonautas, fue dividida en cuatro, una de las cuales desapareció (precisamente la correspondiente al mástil; quizás por eso la nave navegue dando tantos tumbos y dando lugar a tan maravillosas derivaciones).

-Los mexicas encontraban muchas semejanzas con animales de su entorno, pero también tenían un Mercado y una Cancha de Pelota; los hindúes trataban a las constelaciones como esposas del dios de la Luna, el cual las recorría en su camino a través de los cielos; los chinos, al igual que los hindúes, las denominaban "mansiones" y tenían su propio mapa estelar completamente autónomo, aunque conforme entraron en contacto con el mundo exterior incorporaron algunos de los dibujos occidentales; muchas de las constelaciones griegas, por otro lado, tenían inspiración egipcia o mesopotámica. Y, en general, todas las culturas emplearon el movimiento de las estrellas como base para calcular los desplazamientos en el firmamento del Sol y la Luna y como herramienta para sus calendarios, tan importantes para las labores agrícolas.

De todas maneras, fuera de la normativa de la Unión Internacional de Astrónomos (a la que se le puede hacer tanto caso como a la RAE), cada cual es libre de crear sus propias figuras. Isaac Asimov, por ejemplo, decía que la nebulosa denominada Cabeza del Caballo se le antojaba (al contemplar las imágenes captadas por el telescopio Hubble) mucho más a la figura amenazadora del Lobo Feroz. Puede que la denominación no suene muy canónica, pero en fin, ¿vosotros qué opináis?

Pues nada, ya sabéis: este verano, buscad un rincón apartado y libre de contaminación lumínica, haced vuestras propias composiciones y, ¿por qué no?, comentádnoslas. Quizás saquemos alguna idea interesante que proponerle a la Unión Internacional de Astrónomos. Y así podréis decir aquello de que hay una estrella en el cielo que lleva tu nombre. O, al menos, un nombre al cual habéis contribuido. Buenas y luminosas noches.

Posdata: si queréis saber más sobre este tema, podéis ir al lugar original donde se me ocurrió la idea para esta entrada del blog y de donde he sacado buena parte de la información que contiene; el Planetario de Madrid, aparte de ser un excelente entretenimiento para niños, ofrece una muy divulgativa y asimismo rigurosa información sobre la naturaleza de nuestros cielos, y más en estas noches claras de verano. Y a partir de allí, una vez bien aconsejados, podéis salir por vuestra cuenta y adentraros en el camino de las estrellas. Aunque ya sabéis que, en ocasiones, es mucho más interesante internarse por el camino de la oscuridad...

No hay comentarios:

Publicar un comentario