lunes, 18 de abril de 2016

La historia real de abril. "Almerienses" ilustres: Hermano Rufino

El papel de los científicos que lo son por afición, y no por carrera, es controvertido. Bill Bryson afirmaba de un botánico de clase alta (quien, libre de cargas económicas, se dedicaba a catalogar todos los tipos de musgo que encontraba) que probablemente contribuyó a registrar tantas especies como las que pisoteó en su entusiástico impulso. Mucho se ha discutido también de la profesionalidad de los primeros egiptólogos que fundaron la disciplina, o de cuánto patrimonio irreparable tuvieron que salvar de las manazas de Heinrich Schliemann en sus indagaciones en Troya. Lo cierto es que a este tipo de aficionados hay que aplaudirles como pioneros, incluso aunque reprobemos algunas acciones concretas. Es el precio de iniciarse en algunos campos. En todo caso, del hombre sobre el que vamos hablar hoy existen pocas dudas en cuanto al legado que nos ha dejado en forma de patrimonio natural que podemos gozar para nuestro disfrute.

Tengo que empezar con una pequeña introducción acerca de cómo he conocido la labor del Hermano Rufino. Rufino Sagredo pertenecía a los Hermanos de La Salle, una congregación fundada hace casi tres siglos por San Juan Bautista de La Salle, un francés hijo de nobles que puso todo su empeño (y también su fortuna) en conseguir una escuela de calidad para niños pobres, fundando una congregación religiosa para tal fin. Su trabajo lo han heredado los Hermanos de La Salle, con colegios distribuidos por todo el mundo. Yo estudié en uno de ellos, en Almería, y aunque ya no soy creyente, no me disgustan la mayor parte de los valores que aprendí durante mi estancia allí. Sin embargo, la herencia del Hermano Rufino no entra tanto por el lado religioso como por el de las ciencias naturales.

El Hermano Rufino es uno de los componentes de esta sección que cumple aquel refrán de "no es el buey de donde nace, sino de donde pace". Oriundo de Burgos, pasó por Córdoba y Canarias, donde fue aficionándose a la mineralogía y la botánica como autodidacta. Cuando llegó al colegio almeriense, fue en calidad de profesor de Ciencias Naturales, y empezó a colaborar como miembro del Instituto de Aclimatación (hoy la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC). Rufino trabajó sobre todo en el campo de la botánica, aunque la pieza sin duda más impresionante de la colección que ha heredado su nombre son los huesos de ballena que hace millones de años se depositaron en el fondo de un océano cuyo lecho emergería más tarde a la superficie y se convertiría en el rocoso desierto de Almería. De hecho, los compañeros de congregación que le conocieron suelen destacar el espíritu alegre y jovial con el que el hermano Rufino, con una edad ya provecta, salía a realizar excursiones por el medio natural. Cuantitativamente, no obstante, y aunque llame menos la atención, destaca su aportación en el terreno de las plantas, con miles de muestras vegetales envueltas en algunos casos en papeles de periódico tan antiguos que ellos mismos han adquirido valor histórico.

Durante mucho tiempo, la colección que recolectó el hermano Rufino (aunque otros religiosos, los Hermanos Jerónimo, Sennen y Mauricio, también intervinieron abundantemente en ella) permaneció fuera de los focos. La ocasión que tuve yo de conocerla fue cuando otro de los profesores del colegio, el Hermano Francisco Aguilera, empezó a poner en orden la colección de minerales, plantas y fósiles para convertirlo en un museo. El cual se abrió definitivamente al público en 2011.

        
      Una fotografía del museo. Extraída de la página web de la AMPA La Salle-Almería.


No he tenido ocasión de verlo abierto. Mis cortas visitas a Almería no me lo permiten. Pero sólo contemplarlo cuando estaba en proceso de preparación era una maravilla. Posee muestras procedentes de Almería, pero también de Marruecos, en concreto de la zona del Rif Oriental; alberga una fascinante colección de mariposas; presenta una exuberante variedad de restos de invertebrados (gasterópodos, bivalvos, insectos), y también hipnóticos ejemplos de taxidermia (como una impactante disección de un ave rapaz). Ahí entra no sólo el trabajo de los hermanos que recogieron las muestras a lo largo de más de 1300 excursiones, sino también el lento esfuerzo de ordenación y presentación en clave de museo que realizó el hermano Francisco Aguilera (a quien tuve la oportunidad de visitar personalmente en medio de su trabajo) durante muchos años.

Os dejo un enlace de la asocación de padres del propio colegio donde podéis contemplar fotografías del Hermano Rufino y de algunas de las secciones del museo (como digo, son especialmente impresionantes los huesos de ballena), y donde indica una dirección de correo electrónico con la que pueden contactar los interesados para visitarlo. Sin duda, ganará bastante con una ruta guiada a cargo de alguno de los más íntimos conocedores del museo. Puede parecer que esta entrada del blog tiene un sabor demasiado local y personal, y no lo niego, a pesar de que la trascendencia del hermano Rufino vaya más allá del colegio donde trabajaba y sea una referencia dentro de las ciencias naturales de la provincia. Pero creo que, en cierta medida, este post se trata de un recordatorio, para mí y para otros, de la cantidad de pequeños tesoros que no necesariamente están almacenados en reconocidos museos y superpoblados rincones turísticos, sino en lugares pequeños, discretos, en buena medida desconocidos para el gran público. El Hermano Rufino simboliza el poder de la acción de los pequeños gestos a lo largo de todos los días, y la capacidad de saber apreciarlo, esté cerca o lejos, en lugar de concentrarnos en unas pocas y a veces demasiado homogeneizadas referencias culturales. Para quienes les pillan muy a desmano determinados legados, es normal que el interés sea menor, a no ser que por casualidad pases muy cerca de los mismos (aunque, ¡ey!, incito a todos los que visiten Almería a visitar otras partes de su legado natural y cultural, y no sólo sus estupendas playas); pero para los que nos cruzamos en nuestra vida cotidiana con estas pequeñas maravillas, es un deber obligado. No obstante -todo hay que decirlo- es de ese tipo de obligaciones que sólo puede reportarte beneficios.

Nos leemos.

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