“Hay épocas hechas para diezmar los rebaños, confundir las lenguas y dispersar las tribus”.
Alejo Carpentier. El siglo de las luces.
Existen (relativamente, para la intensidad y profundidad del terremoto que provocó) pocos libros ambientados en la Revolución Francesa. No demasiados que traten del Caribe. Y muchos menos dedicados a lo que fue la Revolución Francesa en el Caribe. Pero es que hay algunos textos que son inconcebibles sin el influjo particular de sus autores, de tal modo que, si éstos no hubieran existido, probablemente ningún otro hubiera podido alumbrarlos. Quizás por eso sólo Alejo Carpentier -suizo, de padre francés y madre rusa, que residió en Cuba y Venezuela durante buena parte de su vida y acabó muriendo en Francia- era capaz de pergeñar esta historia, un relato que abarca desde el final del período de la Ilustración hasta el principio del fin de la revolución francesa, saltando del Mar Caribe a Europa y de las ideas a la acción, allá donde el lector se atreva a acompañarle. La historia se narra desde el punto de vista de tres muchachos adolescentes, herederos de una fortuna en una Habana que es colonia española, donde un recién llegado (Victor Hughes, personaje de inspiración real) les va a poner en contacto con el mundo de la Revolución Francesa y de los nuevos conceptos que empiezan a extenderse en aquel tiempo, y modificará, a nivel individual, el rumbo de sus vidas para siempre. Se dice que Alejo Carpentier es uno de los precursores de lo "real maravilloso", una definición que muchos autores no dudan en igualar al "realismo mágico" que se hizo famoso años más tarde cuando los escritores del boom latinoamericano -García Márquez, Allende, Vargas Llosa- lo pusieron de moda. Y es que aparte de tratarse de una historia intensa (llena de sucesos dramáticos, pasiones, cambios de rumbo, reflexión intelectual y política), el autor no duda en salirse durante breves lapsos de tiempo de la trama principal, para dibujarnos con colorido el ambiente de la Europa y la Latinoamérica de aquella época, desde el mestizaje cultural del que el propio Carpentier era ejemplo, hasta los exóticos parajes, cambiantes escenarios y apasionantes trasfondos que recorre la novela. Se trata de un libro intenso, cargado de símbolos, descripciones y referencias culturales, que exige un poco de paciencia y de esfuerzo para leerlo (no es la típica lectura ligera de verano, aunque contenga mares y océanos suficientes para inspirarnos viajes) pero que, al lector al que le interesen los temas de los que habla, no acabará decepcionando, pues contiene aventura suficiente (en forma de corsarios y guerreros, libertadores y pensadores, libros y guillotinas) como para llenar unas cuantas vidas, y al mismo tiempo resulta un brillante reflejo tanto de las intensas luces de la Revolución, como también de sus alargadas y tenebrosas sombras. Os dejo el deseo de que no tengáis que vivir lo que proclama la frase de la novela que hemos citado al principio, y que, a ser posible, hasta que nos veamos, disfrutéis de tiempos menos convulsos. Un saludo.
Post-scriptum: Después de escribir esta reseña, me enteré de que, en su día, cuando Gabriel García Márquez leyó este libro, arrojó a la papelera las cien páginas que llevaba escritas del manuscrito titulado "Cien años de soledad" y empezó de nuevo, con pluma matizada por el evocador lenguaje de Carpentier. Había nacido, oficialmente, el realismo mágico.
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