Casi desde el principio, el hombre levantó la vista y alzó la vista al cielo. Y casi inmediatamente después, comenzó a devanarse los sesos y a soñar con llegar hasta allí. Mucho antes de que Yuri Gagarin ascendiera por encima de la atmósfera y Neil Armstrong pisara la Luna, el ser humano como especie lo había hecho varias veces en su imaginación. Y eso mismo podemos hacer nosotros: podemos coger una nave fantástica y partir desde nuestra pequeña gota azul pálida hacia los confines de nuestro sistema solar, y recorrer al mismo tiempo algunas de las obras de la literatura y el cine relacionados con nuestros más cercanos vecinos. ¿Abrochados los cinturones? Allá vamos:
El Sol: Nos proporciona la vida y prácticamente todo, aunque un día se expandirá tanto que probablemente nos mate (si no engulléndonos, al menos consiguiendo evaporar los océanos), y otro se encogerá y morirá finalmente para transformarse en un cuerpo muerto que contendrá en su interior un diamante gigante, aunque para en ambos casos es muy probable que, para entonces, si no nos hemos expandido a otros planetas, nos hayamos definitivamente extinguido. Le aportaba su poder a Superman (aunque en "The Big Bang Theory" han tenido grandes discusiones al respecto), ha servido a algún telefilm para hipotetizar cómo puede destruirnos merced al viento solar o erupciones (en la mayor parte de los casos, con bases muy poco científicas), y en "Sunshine", de Danny Boyle, los astronautas se atrevían incluso a viajar hasta él. De momento, nosotros tendremos que esperar hasta que baje un poco la temperatura.
Venus: La diosa del amor, obviamente, tenía que ofrecer una superficie repleta de volcanes sulfurosos y unas condiciones de vida inhabitables para los viajeros procedentes de la Tierra. No obstante, por lo visto, en los años 20 a 50, cuando no se sabía tanto sobre este astro, se empleó mucho para los relatos de ciencia ficción, hablando sobre la posibilidad de encontrarse un Venus pantanoso, repleto de agua y rico en vida. Bradbury ("La larga lluvia"), Stapledon y Asimov se adentraron en estos océanos, mientras que otros autores (Preuss, Clarke en su 3001, también Stapledon en First and Last Men o la película japonesa The Venus Wars) se meten en procesos de terraformación para modificar la superficie de nuestro vecino. Los autores soviéticos (incluyendo el genial Lem de Solaris y Ciberíada) también anduvieron transitando esta calurosa región de nuestro sistema, e incluso Tolkien le proporciona un origen mitológico a la formación del planeta en el Silmarillion.
La Luna: Cómo no. El oscuro reflejo donde nos contemplamos. El reverso tenebroso del sol. Capaz de influir en las mareas, según se dice en las mujeres, y por supuesto en los amantes, los poetas y los hombres lobos. Incluso, hace tres siglos, alguno hipotetizó que era el lugar donde iban a pasar el invierno las aves para volver con la próxima primavera. Dicen que probablemente proviene de un fragmento de la Tierra que se desprendió tras el impacto de un gigantesco cuerpo celeste del tamaño de Marte, y quizás porque aún le dura el dolor de la separación, su cara oculta se niega por completo a volver la vista atrás. A pesar de que tenga similitudes en composición con la Tierra y también su propio campo magnético, la ausencia de minerales útiles ha hecho que (pese a que algún embaucador haya vendido parcelas a los más ingenuos) no nos hayamos molestado en visitarla nada más que como demostración del poderío espacial, primero por parte de los norteamericanos y -seguramente, en el futuro cercano- por los chinos. La contemplación, a simple vista, de depresiones muy similares a océanos, hacía fácil de creer la idea de que había selenitas correteando por la superficie del planeta, y ya desde los griegos había teorías al respecto. Pero quizás el primero que se dedica a especular un poco más sobre ello es Cyrano de Bergerac (sí, en efecto, la persona real en la que Edmond Rostand se basó para su personaje de la famosa obra de teatro "de las narices"), quien, en su "Historia cómica de los Estados e Imperios de la Luna", se dedica a emplear una sociedad imaginaria como crítica para la suya propia. Cyrano también se da una vuelta por el Sol, pero, desde luego, no será el único que se dedique a echar un vistazo por la Luna. El barón Munchausen también contactó con los selenitas antes de que la novela de Julio Verne De la Tierra a la Luna sirviera de modelo a todos los viajes espaciales imaginarios que vinieron después (Meliés, Tintín, la "Mujer en la Luna" de Fritz Lang), e incluso al auténtico del Apolo XI, aunque una historia también de ficción (el falso documental "Operación Luna") pusiera la pisada de Neil Armstrong en solfa. Otras obras más descacharrantes se han dedicado a fantasear acerca de atrapar la Luna (como hace "Gru. Mi villano favorito"), nazis que se esconden en la cara oscura (como ocurre en Iron Sky) o han colocado allí arriba a James Bond ("Moonraker"), una suerte de Robinson Crusoe, o incluso a Abbot y Costello. De todas maneras, conspiparanoias aparte, siempre nos quedarán todas las canciones infantiles que hablan sobre tocar ese planeta hecho de queso, e incluso sobre habitantes imposibles que sin embargo nos encantan que estén allí. O sea que, cuando os hablen de que no hemos llegado a la Luna, recordad: "hay un gallego en la Luna, Luna..." (o un payaso; o una madre que busca un hijo en la Tierra, etc). En el terreno de la ciencia ficción más seria, la reciente Moon, como buena obra espacial, utiliza los viajes espaciales como plataforma para reflexionar sobre la naturaleza humana, contando con Sam Rockwell en una, para mí, sobria pero muy convincente interpretación. De todas maneras, si la idea aportada por el actual director de la ESA triunfa, quizás estemos más cerca de que esta película (o muchas otras) adquieran un tinte más realista.
El Sol: Nos proporciona la vida y prácticamente todo, aunque un día se expandirá tanto que probablemente nos mate (si no engulléndonos, al menos consiguiendo evaporar los océanos), y otro se encogerá y morirá finalmente para transformarse en un cuerpo muerto que contendrá en su interior un diamante gigante, aunque para en ambos casos es muy probable que, para entonces, si no nos hemos expandido a otros planetas, nos hayamos definitivamente extinguido. Le aportaba su poder a Superman (aunque en "The Big Bang Theory" han tenido grandes discusiones al respecto), ha servido a algún telefilm para hipotetizar cómo puede destruirnos merced al viento solar o erupciones (en la mayor parte de los casos, con bases muy poco científicas), y en "Sunshine", de Danny Boyle, los astronautas se atrevían incluso a viajar hasta él. De momento, nosotros tendremos que esperar hasta que baje un poco la temperatura.
Fotograma de Sunshine (2007), dirigida por Danny Boyle.
Venus: La diosa del amor, obviamente, tenía que ofrecer una superficie repleta de volcanes sulfurosos y unas condiciones de vida inhabitables para los viajeros procedentes de la Tierra. No obstante, por lo visto, en los años 20 a 50, cuando no se sabía tanto sobre este astro, se empleó mucho para los relatos de ciencia ficción, hablando sobre la posibilidad de encontrarse un Venus pantanoso, repleto de agua y rico en vida. Bradbury ("La larga lluvia"), Stapledon y Asimov se adentraron en estos océanos, mientras que otros autores (Preuss, Clarke en su 3001, también Stapledon en First and Last Men o la película japonesa The Venus Wars) se meten en procesos de terraformación para modificar la superficie de nuestro vecino. Los autores soviéticos (incluyendo el genial Lem de Solaris y Ciberíada) también anduvieron transitando esta calurosa región de nuestro sistema, e incluso Tolkien le proporciona un origen mitológico a la formación del planeta en el Silmarillion.
"Lucky Starr. Los océanos de Venus", de Isaac Asimov.
Cyrano de Bergerac en la Luna. Extraído de Wikicommons.
Marte: Si a la Luna podemos llegar a contemplarla con cierta melancolía y complicidad, el "Planeta Rojo" ha sido siempre el enemigo. Ya desde que el telescopio revelara la presencia de canales (ahora sabemos que en su día Marte contuvo un océano y atmósfera, aunque todavía no está muy claro si alguna vez albergó o sigue albergando microorganismos), las historias sobre marcianos empezaron a llenar los periódicos con flujo histérico, desvelando incluso los correteos de los extraterrestres mientras nos observaban con cautela o tal vez cierta animosidad. H.G. Wells provocó una invasión por su parte en "La guerra de los mundos", y Orson Welles llegó a aterrorizar a la población estadounidense con su narración radiofónica de la misma. Por otro lado, Ray Bradbury, en su colección de cuentos "Crónicas marcianas" utilizaba toda su sutil ironía y su imaginación para reflejar lo que en realidad eran los defectos más humanos que uno podía imaginarse. En este caso, los humanos éramos los invasores -hasta Santa Claus fue a conquistar a los marcianos en un film de los años 50- aunque también en otras películas (dirigidas por Brian de Palma, John Carpenter o Paul Verhoeven entre otros) nos han hecho viajar hasta un planeta que bien podía estar ocupado o en cambio presentarse como un páramo vacío de vida. Philip K. Dick y Arthur C. Clarke también ambientaron sobre el planeta rojo o sus satélites algunas de sus historias, y (más en el terreno de la ciencia ficción menos creíble) Burroughs creó con John Carter todo un subgénero más cercano a la novela de aventuras. Aunque, de entre todas las veces que los marcianos nos la han jugado (la última de ellas, probablemente la irreverente "Mars Attacks" de Tim Burton), quizás la más enigmática fue aquella en la que el escritor Johnathan Swift insinuó en Los viajes de Gulliver que Marte tenía dos satélites que, en realidad, consistían en naves espaciales con habitantes marcianos en su interior. Lo curioso es que, posteriormente a la publicación de la obra de Swift, el telescopio reveló que, efectivamente, Marte poseía dos satélites, que se denominaron Phobos y Deimos y que desde entonces han adquirido para la humanidad un aire sospechoso. Desde luego, yo todavía ando un poco suspicaz con ellos. Sin embargo, independientemente de la ficción, parece que somos los humanos los que peor nos hemos portado con Marte. La última, con la que parece la obra de ficción más elaborada de los tiempos recientes: el hipotético viaje a Marte por parte de una compañía privada, y cuya selección de voluntarios parece más una torticera maniobra publicitaria para crear dentro de unos años un programa de televisión al respecto (algo que, por cierto, ya especulaba Peter Hyams en el 78 en "Operación Capricornio Uno"). El futuro nos dirá.
El cinturón de asteroides: El cinturón de asteroides que orbitan en torno al sol entre Marte y Júpiter (cuyo origen, seguramente, radica en la capacidad de este último de evitar que cerca de él se forme un gran planeta) ha servido no sólo de inspiración para numerosas persecuciones de naves espaciales entre rocas amenazadoras, sino como base de la tesis doctoral de James Moriarty, el archienemigo de Sherlock Holmes, titulada "La dinámica de un asteroide". ¿Cuál era el contenido de la tesis? Isaac Asimov, en uno de sus relatos de los Viudos Negros ("El último crimen"), ofrecía una desasosegante posibilidad, pero Robert Bloch e incluso los cómics de Spiderman han teorizado sobre lo que Moriarty describía en aquel primer y maligno acto.
Júpiter: Aunque Isaac Asimov tenía un cuento donde nos instaba a adquirirlo ("Compre Júpiter"), quizás la incursión cinematográfica más interesante sea la que este gigante gaseoso y uno de sus múltiples satélites, Europa, hicieron en 2010, la segunda parte tanto cinematográfica como literaria de 2001, una obra que creó Arthur C. Clarke y luego encumbró al cine Stanley Kubrick, aunque la segunda parte no fuera dirigida por este excéntrico director de cine británico. En esta ocasión, Júpiter participa en un impactante final que, además, termina de explicar buena parte de los enigmas de la primera parte. Yo os animo a echarle un vistazo y desentrañar el misterio. Por otro lado, en Europa one, una película independiente descrita como "de poco presupuesto, pero gran amor por el cine espacial", también viajan un ratito por el satélite joviano. Hablando ya de Júpiter propiamente dicho, un día habría que construir una historia ambientada en la Gran Mancha enclavada en su superficie, que parece consistir en una gigantesca tormenta eterna como no podernos ni imaginarnos. Hollywood sin duda pagaría los derechos.
Saturno: Sus anillos nos han fascinado siempre, pero poco sabíamos de ellos hasta que la sonda Cassini-Huygens se tiró un lapso de 17 años viajando hasta allí, y empezó a mandarnos intrigantes informaciones principalmente sobre sus lunas: Titán, que contiene un océano de metano líquido y exhibe la mayor probabilidad de todo el Sistema Solar de albergar vida fuera de la Tierra, o Encelado, que contiene agua probablemente en estado sólido pero la expulsa a la atmósfera de forma parecida a un géiser. El aventurero espacial Lucky Starr, ideado por Asimov para los lectores jóvenes, tiene un libro ambientado por la zona (también viajó por las lunas de Júpiter y los océanos de Venus), aunque está claro que todavía nos queda por contar mucho acerca del otro gran gigante gaseoso de nuestro sistema.
Neptuno: Un planeta extraño, el único que gira sobre sí mismo en una dirección perpendicular a la de su órbita alrededor del Sol. No hay muchas referencias al respecto, aunque en Horizonte final, de Paul Anderson, se pegan un garbeo en dirección hacia allí.
Plutón: Está lejos, hace frío, ahora no es ni siquiera un planeta y encima no sabemos mucho de él, aunque la última sonda espacial nos está mandando imágenes alucinantes. Encima, tiene un satélite casi tan grande como él, Caronte, en lo cual parece más un sistema binario donde ambos planetoides giran el uno frente al otro como desafiándose, pero sin llegar a encontrarse nunca. No obstante, su lejanía sirvió precisamente de base para que Isaac Asimov reflexionara acerca de las dificultades de la comunicación a distancias interplanetarias y la posible solución que una madre de toda la vida puede aportar en el relato corto "Mi hijo el físico". ¿Seríais capaz vosotros de superar a esta astuta progenitora? Os recomiendo acercaros al cuento a ver qué se os ocurre.
Entre las curiosidades geológicas de Marte, el Monte Olimpo, el más alto de nuestro sistema Solar (27 kilómetros), y también tremendamente ancho (ocuparía la totalidad de la superficie del estado de Ecuador). Imagen extraída del blog Xatakaciencia.
El cinturón de asteroides: El cinturón de asteroides que orbitan en torno al sol entre Marte y Júpiter (cuyo origen, seguramente, radica en la capacidad de este último de evitar que cerca de él se forme un gran planeta) ha servido no sólo de inspiración para numerosas persecuciones de naves espaciales entre rocas amenazadoras, sino como base de la tesis doctoral de James Moriarty, el archienemigo de Sherlock Holmes, titulada "La dinámica de un asteroide". ¿Cuál era el contenido de la tesis? Isaac Asimov, en uno de sus relatos de los Viudos Negros ("El último crimen"), ofrecía una desasosegante posibilidad, pero Robert Bloch e incluso los cómics de Spiderman han teorizado sobre lo que Moriarty describía en aquel primer y maligno acto.
Júpiter: Aunque Isaac Asimov tenía un cuento donde nos instaba a adquirirlo ("Compre Júpiter"), quizás la incursión cinematográfica más interesante sea la que este gigante gaseoso y uno de sus múltiples satélites, Europa, hicieron en 2010, la segunda parte tanto cinematográfica como literaria de 2001, una obra que creó Arthur C. Clarke y luego encumbró al cine Stanley Kubrick, aunque la segunda parte no fuera dirigida por este excéntrico director de cine británico. En esta ocasión, Júpiter participa en un impactante final que, además, termina de explicar buena parte de los enigmas de la primera parte. Yo os animo a echarle un vistazo y desentrañar el misterio. Por otro lado, en Europa one, una película independiente descrita como "de poco presupuesto, pero gran amor por el cine espacial", también viajan un ratito por el satélite joviano. Hablando ya de Júpiter propiamente dicho, un día habría que construir una historia ambientada en la Gran Mancha enclavada en su superficie, que parece consistir en una gigantesca tormenta eterna como no podernos ni imaginarnos. Hollywood sin duda pagaría los derechos.
Fotograma de la película 2010.
Saturno: Sus anillos nos han fascinado siempre, pero poco sabíamos de ellos hasta que la sonda Cassini-Huygens se tiró un lapso de 17 años viajando hasta allí, y empezó a mandarnos intrigantes informaciones principalmente sobre sus lunas: Titán, que contiene un océano de metano líquido y exhibe la mayor probabilidad de todo el Sistema Solar de albergar vida fuera de la Tierra, o Encelado, que contiene agua probablemente en estado sólido pero la expulsa a la atmósfera de forma parecida a un géiser. El aventurero espacial Lucky Starr, ideado por Asimov para los lectores jóvenes, tiene un libro ambientado por la zona (también viajó por las lunas de Júpiter y los océanos de Venus), aunque está claro que todavía nos queda por contar mucho acerca del otro gran gigante gaseoso de nuestro sistema.
Neptuno: Un planeta extraño, el único que gira sobre sí mismo en una dirección perpendicular a la de su órbita alrededor del Sol. No hay muchas referencias al respecto, aunque en Horizonte final, de Paul Anderson, se pegan un garbeo en dirección hacia allí.
Plutón: Está lejos, hace frío, ahora no es ni siquiera un planeta y encima no sabemos mucho de él, aunque la última sonda espacial nos está mandando imágenes alucinantes. Encima, tiene un satélite casi tan grande como él, Caronte, en lo cual parece más un sistema binario donde ambos planetoides giran el uno frente al otro como desafiándose, pero sin llegar a encontrarse nunca. No obstante, su lejanía sirvió precisamente de base para que Isaac Asimov reflexionara acerca de las dificultades de la comunicación a distancias interplanetarias y la posible solución que una madre de toda la vida puede aportar en el relato corto "Mi hijo el físico". ¿Seríais capaz vosotros de superar a esta astuta progenitora? Os recomiendo acercaros al cuento a ver qué se os ocurre.
La Vía Láctea: Como suele decirse, es tan grande y está tan presente por todas partes, que la sombra de nuestra galaxia en el firmamento pasa muchas veces desapercibida. De hecho, a principios del siglo XX, un apagón en la ciudad de Los Ángeles sorprendió a las comisarías de policía porque los urbanitas habitantes de la ciudad donde se localiza Hollywood (el "hogar de los sueños") llamaron desesperados al descubrir que una mancha de aspecto lechoso les contemplaba amenazante desde los cielos. Pero nuestra galaxia también ha constituido la parte central de determinadas sagas, como la del Imperio Galáctico y la de la Fundación de Isaac Asimov (esta última será próximamente adaptada en una serie de televisión producida por Johnathan Nolan). De hecho, el punto de partida de la epopeya de la Fundación es que un científico, al prevenir la caída del Imperio Galáctico, decide crear dos Fundaciones -una dedicada a las ciencias básicas y la otra a la psicología- que permitan la supervivencia de la civilización durante el caos posterior a dicho declive, e instala esas dos fundaciones "una a cada lado de la galaxia". La Primera Fundación se encuentra en el perímetro más exterior pero, ¿y la otra? Para descubrirlo, tenéis que llegar como mínimo hasta el tercer tomo, pero estoy seguro de que la espera merecerá la pena.
Cometas y otros cuerpos fugaces: Si los terrícolas hemos mirado con aire esperanzador el cometa Halley, en su periódico paso cada 76 años cerca de la Tierra (aunque la película "Fuerza vital" hablaba de un enigmático descubrimiento escondido en su cola), no hacemos lo mismo cuando está a punto de estampársenos encima un meteorito, como ha ocurrido (o ha estado a punto) en las películas de Meteoro, Deep Impact o Armaggedon. El miedo está justificado porque ya en su día un trozo de roca nos facilitó a los humanos la vida al quitarnos de en medio a los dinosaurios. ¿Nos invade la sospecha de que una especie mejor se merece ocupar nuestro puesto?
¿Otras tierras?: Dos proyectos muy parecidos salieron casi a la vez en las pantallas de cine, en los que una réplica de la Tierra venía a hacernos reflexionar sobre qué es lo que nos dedicamos a hacer sobre la superficie de nuestra. La Melancholia de Lars von Trier tiene mucho de su sello personal y habrá quien le coja tirria a ella y a su protagonista, pero Otra tierra, entrando también en los terrenos de la meditación introspectiva, conecta mucho más con nuestro lado humano y con otras obras de la ciencia ficción clásica. De todas maneras, quizás ambas historias nos sirvan como recordatorio de que por el momento sólo tenemos un planeta, muy frágil y sin embargo valiosísimo (suena de fondo la canción Europa VII, de La Oreja de Van Gogh), y que tenemos la obligación de cuidarlo. Alguien me decía, al echarle un vistazo a este post, que tenía que incluir a la mítica serie de dibujos animados del "Capitán Planeta". Yo no era un gran fan de la misma, pero sí me quedo con el mensaje de que hogar sólo tenemos uno y sería una pena desaprovecharlo. Y las películas y libros sobre el espacio deberían ayudarnos a conseguirlo.
La saga de la Fundación de Asimov incluye 7 libros, pero viene precedida de tres trilogías (la de los "Robots" y la del "Imperio Galáctico"), y en total hay una lista de como mínimo 16 libros contando la historia futura de nuestra galaxia en una narración coherente y realista a la par que entretenida. Habría que preparar un buen sofá y una bien iluminada ventana con vistas a la Vía Láctea para leérsela de un tirón.
Cometas y otros cuerpos fugaces: Si los terrícolas hemos mirado con aire esperanzador el cometa Halley, en su periódico paso cada 76 años cerca de la Tierra (aunque la película "Fuerza vital" hablaba de un enigmático descubrimiento escondido en su cola), no hacemos lo mismo cuando está a punto de estampársenos encima un meteorito, como ha ocurrido (o ha estado a punto) en las películas de Meteoro, Deep Impact o Armaggedon. El miedo está justificado porque ya en su día un trozo de roca nos facilitó a los humanos la vida al quitarnos de en medio a los dinosaurios. ¿Nos invade la sospecha de que una especie mejor se merece ocupar nuestro puesto?
¿Otras tierras?: Dos proyectos muy parecidos salieron casi a la vez en las pantallas de cine, en los que una réplica de la Tierra venía a hacernos reflexionar sobre qué es lo que nos dedicamos a hacer sobre la superficie de nuestra. La Melancholia de Lars von Trier tiene mucho de su sello personal y habrá quien le coja tirria a ella y a su protagonista, pero Otra tierra, entrando también en los terrenos de la meditación introspectiva, conecta mucho más con nuestro lado humano y con otras obras de la ciencia ficción clásica. De todas maneras, quizás ambas historias nos sirvan como recordatorio de que por el momento sólo tenemos un planeta, muy frágil y sin embargo valiosísimo (suena de fondo la canción Europa VII, de La Oreja de Van Gogh), y que tenemos la obligación de cuidarlo. Alguien me decía, al echarle un vistazo a este post, que tenía que incluir a la mítica serie de dibujos animados del "Capitán Planeta". Yo no era un gran fan de la misma, pero sí me quedo con el mensaje de que hogar sólo tenemos uno y sería una pena desaprovecharlo. Y las películas y libros sobre el espacio deberían ayudarnos a conseguirlo.
Cartel promocional de Another Earth (Otra Tierra), estrenada en el año 2011.
Y ésta es nuestra recopilación. Incompleta, sin embargo. De Mercurio y Urano, por el momento, no hemos encontrado historias. ¿Conocéis alguna?¿Echáis de menos alguna que debería encontrarse la lista? Ya nos contaréis. Este verano, mientras tanto, disfrutad de nuestro Sistema Solar. Vais a bordo de una gran nave espacial que circula a la velocidad de casi 30 km por segundo. Desde luego, es para celebrarlo.
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