Un viejo carpintero se lamentaba de no tener hijos. Un día, creó un muñeco de madera, al que trataba como si fuera su propio hijo. Los vecinos le creían completamente chalado. Así hasta que, repentinamente, el muñeco cobró vida. A partir de entonces, Geppetto dejó de comportarse ante el resto del mundo como si creyera que su hijo estaba vivo: justamente en este momento, no podía permitirse que le tomaran por loco y le encerraran.
El viejo Geppetto mantuvo en secreto la existencia de Pinocho durante muchos años, los más felices de su vida. Hasta que, entonces, hubo una tremenda inundación. La riada se llevó por delante la casa de Geppetto, y también todo lo que albergaba en su interior. Desesperado, Geppeto vagó por las ruinas del pueblo gritando el nombre de su hijo, pero no le respondió nadie. Los vecinos ni siquiera le ayudaron. Pensaron para sus adentros: "Pobre, ¡la riada le ha hecho enloquecer otra vez!".
Desolado, sin nada a lo que aferrarse, Geppetto lo abandonó todo, y decidió construir una nueva casa en un lugar retirado, junto al único tronco, aún partido, que parecía haber resistido el empuje de la riada. Con el tiempo, el árbol creció y sus ramas y hojas se entrecruzaron de manera orgánica con las estructuras que Geppetto iba construyendo, de tal manera que parecía que el viejo carpintero -que ahora se negaba a serrar madera alguna-, en lugar de construir su casa junto al árbol, vivía debajo del mismo.
Y fue así hasta que un día, cuando las hojas se habían convertido en techo, las raíces en muebles, las ramas en oportunos percheros, cuando Geppetto percibió, entre las formas del árbol, en el mismo tronco, en su núcleo más interior, unos agujeros muy parecidos a unos ojos y una boca, y una rama que tenía toda la apariencia de una larga y mentirosa nariz.
-Padre -escuchó decir al árbol-, ¿me cuentas sobre aquella vez en que yo era un muñeco de madera?
Los vecinos ya creían desde hace mucho que Geppetto había perdido la cabeza, pero a partir de aquel día, no le importó.
Este relato corto es una variación de un texto del libro de Orson Scott Card, "Ender el Xenocida", que a su vez en una variación del inmortal texto de Collodi, "Las aventuras de Pinocho".
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