Mi historia con Delibes es muy personal. Antes simplemente era alguien -como muchos de nosotros- que había leído un par de libros suyos (El camino, Las ratas), y le habían gustado. Entonces conocí a una persona que era tan fan de Delibes que había sido capaz de adivinar casi toda su biografía -cuántos hijos tenía, dónde había estado durante la Guerra Civil- sólo a partir de la lectura de sus libros. Decía que se los había leído casi todos -salvo los de caza- pero que no quería leérselos todos, porque dado que ya ha dejado de escribir, sería como asumir que ya no va a volver a disfrutar nada nuevo suyo. Sería como si te prohibieran volver comer para siempre tu postre favorito. Hace un par de años, esa persona y yo leímos conjuntamente una entrevista a Delibes, en la cual se lamentaba de su enfermedad, que le impedía realizar sus dos mayores aficiones: la escritura y la caza. Conmovidos por esta entrevista, le enviamos una carta a él por mediación de su hijo Miguel Delibes de Castro, un reputado biológo que realiza sus investigaciones en Doñana, y que además escribió junto su padre un libro (La tierra herida) que suponía un alegato en favor de la naturaleza. El hijo fue muy amable, nos respondió de manera muy cariñosa, y le entregó la carta a su padre. Claro, escribirle una carta a uno de tus escritores favoritos es complicado, ¿cómo expresas con palabras tu admiración por un tipo que te podría reescribir cualquier cosas mil veces mejor que tú? Por eso, y como Delibes (una de las pocas personas en el mundo que es capaz de escribir cosas muy simples de manera simple, y que quede fantástico), decidimos no liarnos demasiado. La carta decía: "Estimado señor Delibes: De todo corazón, muchas gracias. Un abrazo", y nuestros nombres. Miguel Delibes padre nos repondió poco tiempo después, en una carta escrita a mano que desde entonces ha sido guardado como oro en paño. Curioso escritor: modesto, honrado (se negó a aceptar que le "regalaran" un premio Planeta), ha sido postulado muchas veces para el Nobel, pero él siempre ha rechazado esta posibilidad diciendo que "ni yo me merezco el Nobel, ni el Nobel me merece a mí". Quizá por eso el libro que más me gusta de Delibes no trata ni sobre el pueblo, ni sobre el campo, ni sobre la vieja Castilla. Sino sobre él.
"Señora de rojo sobre fondo gris" parte de un hecho real: la esposa de Delibes murió. Él quedó destrozado. Durante unos cuantos años, permaneció en silencio. Y entonces escribió este libro. En él se cuenta un retazo de la vida de un pintor, casado y con hijos. El pintor es famoso, hace exposiciones por el mundo, pero entonces ocurre algo: un colega suyo ha conseguido pintar un retrato de su mujer, como él nunca fue capaz. Ese retrato no tiene un rostro definido, ni unas facciones claras, pero para todos es evidente que es ella: una mujer vestida de rojo, sobre un fondo gris. Y el pintor se da cuenta de que por muchos cuadros que haya pintado, nunca ha sido capaz de pintar a su mujer como lo ha hecho el otro.
Para mí, lo que mejor puede haceros entender el libro es contaros cómo se vive el final: en la última parte, da la sensación de que Delibes ya no está pensando que este libro es una novela. Le da igual si lo que escribe es feo o bonito, si te gusta o no, si lo está leyendo alguien o se perderá para siempre en la nada: te está abriendo su corazón, tal como es, sin reglas ni estilos, sin medios caminos, y te está contando lo que siente, importándole un pito lo que tú puedas pensar de ello. Y es de esa manera como te conquista. Una historia contundente porque está dicha desde la verdad, desde el sentimiento. Simple, como todas sus obras, sin necesidad de aspavientos, sin artificios. Como sólo un escritor tan grande como Delibes podía contar.¿Podría sonar autobiográfico? Tiene toda la pinta, sobre todo porque después de los primeros compases, de contarte problemas de sus hijos con la justicia como consecuencias de manifestaciones (resuenan acordes de la última parte de la dictadura de Franco) y del relato de la crisis creativa del pintor, comienza a relatarse la enfermedad que sufre la esposa del mismo. Y a partir de ese relato cotidiano, personal e intransferible, Delibes traza, una vez más, una gran obra maestra. Una historia sencilla pero honesta, pequeña pero impactante, esperanzadora y terrible a la vez. El personaje de la mujer nos conmueve, nos llama la atención, nos hace vibrar con su jovialidad y su original forma de ser (si el relato corresponde con la mujer de Delibes, no me extraña su tristeza: debía ser maravillosa), con su forma de entender la vida que esparce magia a su alrededor, y que hace que el pintor se sienta tremendamente desolado al darse cuenta de que puede perderla para siempre.
Esta crítica literaria fue originalmente publicada en Globedia. Miguel Delibes fallecio recientemente, recibiendo elogios unanimes por su vida y su obra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario