Que ser mujer en la India no es ninguna bicoca es algo fácil de intuir. Únanse a una costumbres muy ancestrales la influencia de la religión, y añádase la dificultad de controlar -con los recursos de un país pobre- un país con tantas personas, y tendrás la receta perfecta para el desastre. En ese sentido, hay dos historias que han llegado a mis manos a través de varios medios y que os quiero transmitir porque, a pesar de su aparente separación, están bastante relacionadas.
La primera se refiere a Phoolan Devi, una bandida que cultivó terror y fama a partes iguales en su país a principios de los años 80 del siglo pasado. Si algo se puede decir de la vida de Phoolan, por utilizar un eufemismo, es que lo tuvo difícil. Su padre era un pobre hombre ninguneado por su propia familia, y a quien parientes cercanos consiguieron arrebatarle su parte de la herencia paterna; a los once años, a Phoolan la casaron con un hombre brutal, de cuya casa huyó para encontrarse con que era rechazada por su propia familia y obligada a realizar las tareas más ingratas. En enemistad abierta con uno de sus primos por el asunto de la herencia de su padre, este mismo primo llegó a golpearla con un ladrillo cuando era pequeña, y luego, ya de mayor, la acusó de entrar en su casa, por lo cual fue arrestada por la autoridades y, en dependencias policiales, golpeada y violada por agentes amigos de su primo. No obstante, si alguien creía que todo aquello iba a arredrar el carácter de Phoolan, estaba muy equivocado: era una chica valiente y atrevida, descarada y con un cierto punto dramático, que no dudaba en burlarse de, luchar contra y provocar a sus enemigos, a pesar de que las consecuencias fueran todo lo duras que, efectivamente, podían llegar a ser. Quizás una iniciación para todo lo que le iba a ocurrir en la vida, frente a lo que demostró que estaba sobradamente preparada.
La primera se refiere a Phoolan Devi, una bandida que cultivó terror y fama a partes iguales en su país a principios de los años 80 del siglo pasado. Si algo se puede decir de la vida de Phoolan, por utilizar un eufemismo, es que lo tuvo difícil. Su padre era un pobre hombre ninguneado por su propia familia, y a quien parientes cercanos consiguieron arrebatarle su parte de la herencia paterna; a los once años, a Phoolan la casaron con un hombre brutal, de cuya casa huyó para encontrarse con que era rechazada por su propia familia y obligada a realizar las tareas más ingratas. En enemistad abierta con uno de sus primos por el asunto de la herencia de su padre, este mismo primo llegó a golpearla con un ladrillo cuando era pequeña, y luego, ya de mayor, la acusó de entrar en su casa, por lo cual fue arrestada por la autoridades y, en dependencias policiales, golpeada y violada por agentes amigos de su primo. No obstante, si alguien creía que todo aquello iba a arredrar el carácter de Phoolan, estaba muy equivocado: era una chica valiente y atrevida, descarada y con un cierto punto dramático, que no dudaba en burlarse de, luchar contra y provocar a sus enemigos, a pesar de que las consecuencias fueran todo lo duras que, efectivamente, podían llegar a ser. Quizás una iniciación para todo lo que le iba a ocurrir en la vida, frente a lo que demostró que estaba sobradamente preparada.
El punto de inflexión llega en 1979, cuando, a la edad de 16 años, es secuestrada por un grupo de bandidos, dirigidos por Babu Gujar. El episodio del secuestro no está claro, igual que otros muchos puntos relativos a Phoolan Devi y su biografía. Lo que está claro es que, tras raptarla, el líder de la banda quería tener relaciones sexuales con ella y, al no mostrarse muy colaborativa, la violó. Entonces, el segundo de la banda, llamado Vikram, y que pertenecía a la misma casta que Phoolan, mató a Babu Gujar y se hizo con el control. Rápidamente, Vikram y Phoolan se hicieron amantes, y Phoolan adquirió un puesto destacado en la organización.
Aquella noticia conmocionó a la región. No se trataba de que hubiera una banda de "dacoits" (o bandidos): es que uno de sus jefes era una mujer, y además de una casta bastante baja. Sin duda todos conocéis el sistema de castas en la India: inicialmente más una separación entre gremios y posiciones sociales, los ingleses lo utilizaron en gran medida como modo de dividir a la población india, de tal manera que el sistema se estancó y radicalizó bastante más que en sus orígenes, convirtiéndose en una barrera de intolerancia y de odio. Phoolan y Vikram pertenecían a la misma casta y (no se sabe si desde el principio a causa de acontecimientos posteriores) Phoolan desarrolló un odio visceral frente a algunas de las castas superiores. En ese sentido, las leyendas contemporáneas y posteriores retrataban a la banda de Phoolan como una especie de "Robin Hoods" que robaban a los ricos para dárselo a los pobres. Nada más lejos de la realidad, pues parece que los compañeros de Phoolan robaban a todos y no compartían con nadie, pero en los momentos de mayor fama de la banda, aquello les granjeó la simpatía y protección de una buena parte de la población, sobre todo de los más miserables. A ello contribuían, además, los gestos de teatralidad de la bandida, desde llamar a su novio "el emperador de los dacoits" hasta realizar después de cada gran acción criminal algún tipo de veneración a la diosa Durga (de múltiples brazos y guerrera, que lucha en favor del bien contra el mal), de tal modo que algunos llegaron a identificarla con ella. La banda de Phoolan y Vikram se expandía por un territorio de unos 8000 km donde apenas había presencia de las autoridades y tenían el control absoluto. Parecía que nada ni nadie les podía derrotar.
Sin embargo, siempre hay un momento en que llegan las nubes a poner fin al día soleado. A la banda ingresan dos nuevos miembros, los hermanos Ram, pertenecientes a castas superiores. A pesar de que este grupo de dacoits se había caracterizado por saber integrar individuos de distintas castas, la convivencia se vuelve difícil -sobre todo con la adquisición de poder de los Ram dentro de la banda y su desprecio a la casta Mallah, de la que Phoolan formaba parte- y la estructura amenaza por partirse en dos. En un momento determinado, tras una disputa verbal (probablemente un comentario sobre la promiscuidad de Phoolan fue el detonante, aunque parece que el asesinato del anterior líder y las diferencias entre castas fueron los factores preponderantes en el enfrentamiento), los Ram matan a Vikram y se hacen con el control del grupo. Secuestran a Phoolan, la llevan en un barco a la ciudad de Behmai, y allí la mantienen en una choza durante 22 días, violándola repetidamente y obligándola a recoger agua desnuda de un pozo cercano en un acto adicional de ultraje. Gracias a un amigo, Phoolan logra escapar y formar su propia banda. Sólo una palabra late en su cabeza: venganza.
Aquella noticia conmocionó a la región. No se trataba de que hubiera una banda de "dacoits" (o bandidos): es que uno de sus jefes era una mujer, y además de una casta bastante baja. Sin duda todos conocéis el sistema de castas en la India: inicialmente más una separación entre gremios y posiciones sociales, los ingleses lo utilizaron en gran medida como modo de dividir a la población india, de tal manera que el sistema se estancó y radicalizó bastante más que en sus orígenes, convirtiéndose en una barrera de intolerancia y de odio. Phoolan y Vikram pertenecían a la misma casta y (no se sabe si desde el principio a causa de acontecimientos posteriores) Phoolan desarrolló un odio visceral frente a algunas de las castas superiores. En ese sentido, las leyendas contemporáneas y posteriores retrataban a la banda de Phoolan como una especie de "Robin Hoods" que robaban a los ricos para dárselo a los pobres. Nada más lejos de la realidad, pues parece que los compañeros de Phoolan robaban a todos y no compartían con nadie, pero en los momentos de mayor fama de la banda, aquello les granjeó la simpatía y protección de una buena parte de la población, sobre todo de los más miserables. A ello contribuían, además, los gestos de teatralidad de la bandida, desde llamar a su novio "el emperador de los dacoits" hasta realizar después de cada gran acción criminal algún tipo de veneración a la diosa Durga (de múltiples brazos y guerrera, que lucha en favor del bien contra el mal), de tal modo que algunos llegaron a identificarla con ella. La banda de Phoolan y Vikram se expandía por un territorio de unos 8000 km donde apenas había presencia de las autoridades y tenían el control absoluto. Parecía que nada ni nadie les podía derrotar.
Sin embargo, siempre hay un momento en que llegan las nubes a poner fin al día soleado. A la banda ingresan dos nuevos miembros, los hermanos Ram, pertenecientes a castas superiores. A pesar de que este grupo de dacoits se había caracterizado por saber integrar individuos de distintas castas, la convivencia se vuelve difícil -sobre todo con la adquisición de poder de los Ram dentro de la banda y su desprecio a la casta Mallah, de la que Phoolan formaba parte- y la estructura amenaza por partirse en dos. En un momento determinado, tras una disputa verbal (probablemente un comentario sobre la promiscuidad de Phoolan fue el detonante, aunque parece que el asesinato del anterior líder y las diferencias entre castas fueron los factores preponderantes en el enfrentamiento), los Ram matan a Vikram y se hacen con el control del grupo. Secuestran a Phoolan, la llevan en un barco a la ciudad de Behmai, y allí la mantienen en una choza durante 22 días, violándola repetidamente y obligándola a recoger agua desnuda de un pozo cercano en un acto adicional de ultraje. Gracias a un amigo, Phoolan logra escapar y formar su propia banda. Sólo una palabra late en su cabeza: venganza.
Diecisiete meses después, Phoolan vuelve al pueblo de Behmai, donde tuvo lugar su humillación, y habitaban un gran número de individuos de la casta superior Thakur, a la que pertenecían los Ram. Phoolan llega con las uñas pintadas de rojo, maquillada con lápiz de labios, un nuevo corte de pelo, un cinto de balas al pecho al más puro estilo Pancho Villa, y armada con un fusil. Su banda ha entrado en el pueblo disfrazados de policías y han conseguido pillar a sus habitantes desprevenidos al colarse en medio de una fiesta (es una boda, y es precisamente el día de San Valentín). Pero Phoolan, al estilo de Al Capone, va a organizar su propia jarana. Les dice a los habitantes del pueblo que sabe que los hermanos Ram están allí, y que si no los traen ante su presencia, se arrepentirán de las consecuencias. Sin embargo, los propios miembros de su banda le confirman que, por más que han tratado de buscarlos, los hermanos Ram no están allí. Incrédula, o enrabietada, o pensando quién sabe cuántas cosas, Phoolan hace llevar a 30 jóvenes de la casta Thakur cerca del río y ordena a su banda hacer fuego. 22 de ellos mueren, aunque parece que sólo dos tuvieron algo que ver con el asesinato de Vikram y las violaciones repetidas de Phoolan. Aquella masacre conmocionó a la India por su número -era la mayor matanza organizada por parte de dacoits-, pero también por dirigirla una mujer, y por organizarla individuos de castas bajas frente a víctimas de castas altas. Las historias sobre la bandida-Robin Hood y la simpatía popular por Phoolan alcanzan entonces sus cotas máximas, aunque también la persecución policial. La leyenda sobre "la Reina de los Bandidos" ha nacido...
En 1983, dos años después del incidente de Behmai, la policía aún no había conseguido capturar a Phoolan. Sin embargo, la primera ministra Indira Gandhi sabe que muchos de los miembros de su banda están enfermos y que ella se encuentra en mal estado de salud. Dicen que en parte porque Indira Gandhi compartía con Phoolan su odio por el sistema de castas, le ofreció a Phoolan un pacto para rendirse, y ésta accedió, bajo las siguientes condiciones: 1) se entregaría frente a la policía de Madhya Pradesh y no la de Uttar Pradesh (la cual le correspondería legalmente, pero de la que no se fiaba); 2) no se les aplicaría la pena de muerte a ninguno de los miembros de la banda, y habría limitaciones en cuanto al máximo de años de las condenas; 3) se les concedería una parcela de tierra donde vivir; 4) en la ceremonia de entrega, la familia de Phoolan sería escoltada, y sólo se rendiría frente a un retrato de Mahatma Gandhi y otro de la diosa Durga. La ceremonia fue un show donde asistieron más de 10.000 personas y acudieron más de 300 policías. El juicio a Phoolan se postergó durante 11 años, y durante su encarcelamiento en prisión, se le practicó una histerectomía porque (en palabras del médico que la llevó a cabo) "no queremos más Phoolan Devis criando más Phoolan Devis". Finalmente, en 1994, el gobierno retiró todos los cargos contra ella y salió libre.
Una vez en libertad, la vida de Phoolan continuó siendo intensa. Se presentó al Parlamento como representante del partido del gobierno que la había liberado, y salió elegida dos veces, perdiendo una votación entre medias. Consiguió (a pesar de su analfabetismo) publicar su autobiografía, y vio cómo se hacía una película india sobre ella, "La reina de los bandidos". Phoolan fue muy crítica con la cinta y amenazó con inmolarse si no la retiraban del mercado, pero parece que sus ánimos se aplacaron cuando los productores le pagaron 40.000 libras. El fin le llegó a Phoolan Devi a la temprana edad (o no tan temprana, teniendo en cuenta todo lo que había vivido) de 44 años, cuando se abrieron las ventanillas de un coche que pasaba a su lado y tres individuos dispararon contra ella. Se acusó mucho a la policía de incompetencia en el caso de su asesinato, pero gracias a que algún individuo se entregó sabemos que el crimen se cometió en venganza por la masacre de Behmai. Hoy en día, Phoolan sigue encarnando en la India el papel de defensora de la justicia, y las partes más oscuras de su biografía son dulcificadas al relativizarlas con los amargos trances con los que tuvo que lidiar.
Y ahora es cuando volvemos atrás en el tiempo y nos imaginamos, ¿qué hubiera pasado si la jovencísima Phoolan se hubiera resignado y hubiera aceptado el matrimonio con un individuo mucho mayor que ella? Pues aparte de tener que soportar la degradación física y moral de encontrarse en manos de un individuo que, en la mayor parte de los casos, no se preocupa demasiado por su bienestar físico y moral ("no tengo esperanzas en la vida", es la frase que soltó una niña de siete años a quien obligaron a casarse en un matrimonio concertado), el problema es que, con bastante probabilidad, el susodicho fallecerá antes que ella. Y es entonces cuando nuestra Phoolan hipotética entraría en contacto con la "muerte social" que supone ser una viuda en la India. En 1829, los británicos abolieron la costumbre del sati por la cual las esposas de los maridos fallecidos se cremaban en una inmensa pira funeraria con todas sus pertenencias (barbaridad que descubrió al mundo Julio Verne en "La vuelta al mundo en 80 días"), pero a cambio, y desde entonces, las viudas quedabann estigmatizadas y repudiadas por sus familias de por vida: se les prohíbe volver a casarse, cobran (o no) una mísera pensión -legalmente, deben cobrarla y pueden heredar, pero el desconocimiento de sus derechos, las costumbres ancestrales y la corrupción imperante hacen que muchas veces no lo consigan-, y para colmo de la humillación, se les viste de blanco, se les rapa la cabeza y se les prohíbe comer más de una vez al día, teniendo que abstenerse, además, de probar cualquier manjar típicamente sabroso: ni sal, ni cebolla, ni picante (¡ni picante!¡en India!), ni por supuesto dulces. En general, no pueden hacer nada que les proporcione alegría a sus vidas. En esta situación, muchas -jóvenes o ancianas, de motu propio u obligadas por sus hijos- tienden a desplazarse a Vrindavan, una ciudad consagrada al culto de Krishnah y sobre la que se cree que, si mueres allí, te escapas del ciclo de las reencarnaciones. En esta pequeña ciudad de 56.000 habitantes, las viudas han formado toda una comunidad, de tal manera que constituyen un tercio de la población de la misma. Son auxiliadas por algunas ONGs de reciente creación, pero en general, piden limosna, malviven como puede, incluso a la intemperie, y sobre todo, están solas. Tan sólo les cabe esperar la muerte, porque a ningún otro estado les está permitido ascender, salvo a morir.
Phoolan Devi, al parecer, dijo: "en la India, si eres pobre y mujer y alguien te viola y te pega, y le denuncias a la policía, entonces te viola y te pega también la policía". Y al recordar esta frase y escuchar estas historias, aprecio tremendamente el contraste: por un lado, las mujeres viudas, que han aceptado su destino, resignada y silentemente, cumpliendo lo que ha sociedad les ha obligado a sufrir. Por el otro, Phoolan Devi, que se rebeló, desobedeció las normas establecidas y tomó lo que quiso, incluso sin importarle a quien dañaba. Que no se domeñó frente a los que su alrededor le ordenaban cómo debía actuar. Y yo miro a ambos lados y me pregunto, ¿a quién le ha ido mejor? Y no sé qué contestar.
El pasado día 11 de octubre fue el Día Internacional de la Niña.
Nota: numerosas páginas web me han servido de referencia para relatar esta crónica sobre la durísima situación de la mujer en la India. Las recientes normas frente a la propiedad intelectual establecidas en España hacen que se haya convertido en una travesía legal el citarlas, con lo cual éstas se quedarán sin recompensa. Sólo quiero agradecer a estas páginas su dedicación por distribuir esta verdad a todo el mundo, así como a aquellos que trabajan para evitar que esta realidad siga siendo cierta. La India es ahora mismo el segundo mayor país emergente y uno de los lugares de referencia para el futuro del mundo. Lo que hagamos por ella va en favor de nosotros. Que lástima que en muchas ocasiones los extranjeros (o a veces ellos mismos) no nos queramos enterar...
En 1983, dos años después del incidente de Behmai, la policía aún no había conseguido capturar a Phoolan. Sin embargo, la primera ministra Indira Gandhi sabe que muchos de los miembros de su banda están enfermos y que ella se encuentra en mal estado de salud. Dicen que en parte porque Indira Gandhi compartía con Phoolan su odio por el sistema de castas, le ofreció a Phoolan un pacto para rendirse, y ésta accedió, bajo las siguientes condiciones: 1) se entregaría frente a la policía de Madhya Pradesh y no la de Uttar Pradesh (la cual le correspondería legalmente, pero de la que no se fiaba); 2) no se les aplicaría la pena de muerte a ninguno de los miembros de la banda, y habría limitaciones en cuanto al máximo de años de las condenas; 3) se les concedería una parcela de tierra donde vivir; 4) en la ceremonia de entrega, la familia de Phoolan sería escoltada, y sólo se rendiría frente a un retrato de Mahatma Gandhi y otro de la diosa Durga. La ceremonia fue un show donde asistieron más de 10.000 personas y acudieron más de 300 policías. El juicio a Phoolan se postergó durante 11 años, y durante su encarcelamiento en prisión, se le practicó una histerectomía porque (en palabras del médico que la llevó a cabo) "no queremos más Phoolan Devis criando más Phoolan Devis". Finalmente, en 1994, el gobierno retiró todos los cargos contra ella y salió libre.
Una vez en libertad, la vida de Phoolan continuó siendo intensa. Se presentó al Parlamento como representante del partido del gobierno que la había liberado, y salió elegida dos veces, perdiendo una votación entre medias. Consiguió (a pesar de su analfabetismo) publicar su autobiografía, y vio cómo se hacía una película india sobre ella, "La reina de los bandidos". Phoolan fue muy crítica con la cinta y amenazó con inmolarse si no la retiraban del mercado, pero parece que sus ánimos se aplacaron cuando los productores le pagaron 40.000 libras. El fin le llegó a Phoolan Devi a la temprana edad (o no tan temprana, teniendo en cuenta todo lo que había vivido) de 44 años, cuando se abrieron las ventanillas de un coche que pasaba a su lado y tres individuos dispararon contra ella. Se acusó mucho a la policía de incompetencia en el caso de su asesinato, pero gracias a que algún individuo se entregó sabemos que el crimen se cometió en venganza por la masacre de Behmai. Hoy en día, Phoolan sigue encarnando en la India el papel de defensora de la justicia, y las partes más oscuras de su biografía son dulcificadas al relativizarlas con los amargos trances con los que tuvo que lidiar.
Y ahora es cuando volvemos atrás en el tiempo y nos imaginamos, ¿qué hubiera pasado si la jovencísima Phoolan se hubiera resignado y hubiera aceptado el matrimonio con un individuo mucho mayor que ella? Pues aparte de tener que soportar la degradación física y moral de encontrarse en manos de un individuo que, en la mayor parte de los casos, no se preocupa demasiado por su bienestar físico y moral ("no tengo esperanzas en la vida", es la frase que soltó una niña de siete años a quien obligaron a casarse en un matrimonio concertado), el problema es que, con bastante probabilidad, el susodicho fallecerá antes que ella. Y es entonces cuando nuestra Phoolan hipotética entraría en contacto con la "muerte social" que supone ser una viuda en la India. En 1829, los británicos abolieron la costumbre del sati por la cual las esposas de los maridos fallecidos se cremaban en una inmensa pira funeraria con todas sus pertenencias (barbaridad que descubrió al mundo Julio Verne en "La vuelta al mundo en 80 días"), pero a cambio, y desde entonces, las viudas quedabann estigmatizadas y repudiadas por sus familias de por vida: se les prohíbe volver a casarse, cobran (o no) una mísera pensión -legalmente, deben cobrarla y pueden heredar, pero el desconocimiento de sus derechos, las costumbres ancestrales y la corrupción imperante hacen que muchas veces no lo consigan-, y para colmo de la humillación, se les viste de blanco, se les rapa la cabeza y se les prohíbe comer más de una vez al día, teniendo que abstenerse, además, de probar cualquier manjar típicamente sabroso: ni sal, ni cebolla, ni picante (¡ni picante!¡en India!), ni por supuesto dulces. En general, no pueden hacer nada que les proporcione alegría a sus vidas. En esta situación, muchas -jóvenes o ancianas, de motu propio u obligadas por sus hijos- tienden a desplazarse a Vrindavan, una ciudad consagrada al culto de Krishnah y sobre la que se cree que, si mueres allí, te escapas del ciclo de las reencarnaciones. En esta pequeña ciudad de 56.000 habitantes, las viudas han formado toda una comunidad, de tal manera que constituyen un tercio de la población de la misma. Son auxiliadas por algunas ONGs de reciente creación, pero en general, piden limosna, malviven como puede, incluso a la intemperie, y sobre todo, están solas. Tan sólo les cabe esperar la muerte, porque a ningún otro estado les está permitido ascender, salvo a morir.
Phoolan Devi, al parecer, dijo: "en la India, si eres pobre y mujer y alguien te viola y te pega, y le denuncias a la policía, entonces te viola y te pega también la policía". Y al recordar esta frase y escuchar estas historias, aprecio tremendamente el contraste: por un lado, las mujeres viudas, que han aceptado su destino, resignada y silentemente, cumpliendo lo que ha sociedad les ha obligado a sufrir. Por el otro, Phoolan Devi, que se rebeló, desobedeció las normas establecidas y tomó lo que quiso, incluso sin importarle a quien dañaba. Que no se domeñó frente a los que su alrededor le ordenaban cómo debía actuar. Y yo miro a ambos lados y me pregunto, ¿a quién le ha ido mejor? Y no sé qué contestar.
El pasado día 11 de octubre fue el Día Internacional de la Niña.
Nota: numerosas páginas web me han servido de referencia para relatar esta crónica sobre la durísima situación de la mujer en la India. Las recientes normas frente a la propiedad intelectual establecidas en España hacen que se haya convertido en una travesía legal el citarlas, con lo cual éstas se quedarán sin recompensa. Sólo quiero agradecer a estas páginas su dedicación por distribuir esta verdad a todo el mundo, así como a aquellos que trabajan para evitar que esta realidad siga siendo cierta. La India es ahora mismo el segundo mayor país emergente y uno de los lugares de referencia para el futuro del mundo. Lo que hagamos por ella va en favor de nosotros. Que lástima que en muchas ocasiones los extranjeros (o a veces ellos mismos) no nos queramos enterar...
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