El primero de noviembre, miles de personas acuden a los cementerios a rendir honores a sus familiares o amigos fallecidos. Como toda actividad humana que implica a mucha gente, el hecho ha dado lugar a unas rutinas o circunstancias que, vistas desde fuera, pueden suscitar la curiosidad o directamente la sorpresa. Quizás, en ese sentido, la costumbre de mantener las tumbas limpias todo el año (incluso pasando el trapo por la propia) y disfrutar casi de una convivencia natural con los muertos que se produce en La Mancha y que retrataba Almodóvar en la película "Volver", sea una de las más llamativas. Pero, cuando no hay nadie, los cementerios pueden también ser lugares tremendamente interesantes. Bien sea porque se haya decidido rendir altos honores a la persona fenecida, o porque ese camposanto presente alguna característica particular que le haga único, hay necrópolis tan significativas que son incluso receptoras de una gran afluencia turística. En esta entrada, vamos a definir algunos de los tipos de cementerios más interesantes del mundo por donde podéis daros un garbeo y echar un vistazo. De hecho, yo mismo he visitado (a veces cámara en mano, como podréis comprobar) algunos de ellos, hasta tal punto que mi familia me ha preguntado por qué me entusiasma tanto "ir a ver muertos". Los motivos más interesantes por los que darse una vuelta por un cementerio pueden ser:
Cementerios hermosos: En nuestro intento por honrar a los que pasaron a mejor vida, algunos camposantos son auténticas obras de arte. Muchos contienen entre sus habitantes a individuos de excepcional fama y reconocidos en vida, como es el caso del camposanto de Père-Lachaise en París, el cementerio Tijvinskoe de San Petersburgo, el Panteón romano, la Santa Croce florentina (de la que Stendhal salió con su famoso síndrome, apabullado por su belleza), el cementerio de La Almudena en Madrid, o la abadía de Westminster en Londres. No obstante, otros cementerios (o tumbas individuales) son simplemente bellos porque alguien quiso específicamente que el ser querido que había pasado a mejor vida tuviera un hermoso lugar de descanso. Algunos "últimos refugios" no sólo son hermosos por cómo se configuraron, sino que han ido ganando con los años. Por ejemplo, la tumba de Oscar Wilde en el Père-Lachaise tenía tantas marcas de carmín procedentes de personas que querían honrarla con un beso, que las autoridades tuvieron que instalar un cristal protector para evitar que la corrosiva pintura de labios las deteriore. Luego (como esto de la belleza siempre es subjetivo), para gustos los colores. Por ejemplo, en Washington, el cementerio de Arlington a los fallecidos en la Segunda Guerra Mundial -con todas sus cruces dispuestas de una manera tan solemne y geométrica-, es desde luego impresionante, y también lo son los distintos memoriales a los soldados fallecidos en las diversas guerras que ocupan algunos de los espacios más significativos de la capital estadounidense. Pero como digo, ya es cuestión de opiniones. De hecho, a mí y a mi acompañante nos parecieron especialmente curiosos los cementerios turcos, con sus lápidas cubiertas por turbantes o sombreros de fez. Éste en concreto que os muestro en una de las fotografía de abajo (el camposanto del Monasterio de los Derviches, en Estambul), tiene la particularidad de poseer unos habitantes vivos muy especiales. Quieras que no, un poco de vitalidad siempre le da cierta alegría a los muertos.
Tumbas de individuos reconocidos: A veces no basta con tener enterrados a nuestros ilustres prohombres en el cementerio más prestigioso de la ciudad, sino que se construye una estructura completa dedicada a ellos. Esto ocurre más frecuentemente cuando es el mismo gobernante el que diseña su tumba para que sea venerada en tiempos futuros, como es el caso de las pirámides de Giza o las tumbas de los monarcas españoles en El Escorial. En otras ocasiones, es la fama del cadáver que estos edificios contienen lo que les convierte en centro de peregrinación, como es el caso de Napoleón Bonaparte y su actual localización en el palacio de Les Invalides en Francia. Pero quizás el colmo de la exageración post-mortem la tenga la tumba del Primer Emperador de China, Shih Huang-Ti. Preocupado por la inmortalidad, diseñó aún así un complejo funerario de dimensiones desproporcionadas, del cual los guerreros de Xian tan sólo constituyen la puerta de entrada a una reproducción del mundo exterior que contendría seguramente canales de mercurio para simular los ríos, y joyas brillantes ancladas sobre una bóveda para hacerse pasar por estrellas. Tales maravillas, sin embargo, todavía no han podido ser contempladas por los ojos del siglo XXI: por un lado, porque los arqueólogos chinos dudan de que a día de hoy dispongamos de tecnología suficiente para preservar todas esas maravillas en cuanto salgan a la luz; y porque la leyenda dice, además, que la tumba está sazonada de trampas al más puro estilo Indiana Jones, para así evitar que los extraños saqueen el monumento. ¿Llegaremos a contemplarlo algún día? Las que son más difíciles que algún día veamos son las de Alejandro Magno y Gengis Khan. La primera, emplazada en Alejandría, se perdió seguramente durante las revueltas religiosas que precedieron a la caída del Imperio Romano, mientras que la segunda fue enterrada a conciencia en un lugar perdido en el desierto, liquidando después a los que conocían su ubicación para asegurarse de que nadie la pudiera nunca encontrar. Quizás, uno de los misterios de la arqueología más fascinantes entre los que aún no han sido resueltos.
Cementerios originales: La originalidad siempre radica un poco en el punto de vista. Quizás para un judío no sea muy novedoso el camposanto hebreo en Praga, pero para el resto de las personas que habitan por esa zona (muchos de los cuales tan sólo penetran por visitar la tumba de Frank Kafka), desde luego sí que lo es. Aunque otros ofrecen más unanimidad: es el caso del cementerio colgante de Sagrada en Filipinas, el cementerio alegre de Sapantza en Rumanía, o el extraño caso del osario de Sedlec en la República Checa, donde los propios huesos se han utilizado como parte de la decoración de la capilla situada debajo de la iglesia original. Un poco macabro para el gusto de algunos, aunque sin duda ideal para los seguidores más acérrimos de Tim Burton. Tampoco hace falta irse muy lejos para encontrar tumbas originales: a las afueras de Madrid, un cementerio de animales rinde tributo a las mascotas que pasaron a mejor vida. Por otro lado, yo le tengo especial cariño (por motivos personales) al Tofet de Cartago, aunque, quizás, cuando uno descubre que la mayor parte de sus moradores son niños sacrificados a los dioses en virtud de una religión ancestral, lo mismo no te hace tanta gracia. Pero no quiero profundizar en esa historia, porque en otros escritos anteriores ya he hablado alguna vez de ella.
Cementerios hermosos: En nuestro intento por honrar a los que pasaron a mejor vida, algunos camposantos son auténticas obras de arte. Muchos contienen entre sus habitantes a individuos de excepcional fama y reconocidos en vida, como es el caso del camposanto de Père-Lachaise en París, el cementerio Tijvinskoe de San Petersburgo, el Panteón romano, la Santa Croce florentina (de la que Stendhal salió con su famoso síndrome, apabullado por su belleza), el cementerio de La Almudena en Madrid, o la abadía de Westminster en Londres. No obstante, otros cementerios (o tumbas individuales) son simplemente bellos porque alguien quiso específicamente que el ser querido que había pasado a mejor vida tuviera un hermoso lugar de descanso. Algunos "últimos refugios" no sólo son hermosos por cómo se configuraron, sino que han ido ganando con los años. Por ejemplo, la tumba de Oscar Wilde en el Père-Lachaise tenía tantas marcas de carmín procedentes de personas que querían honrarla con un beso, que las autoridades tuvieron que instalar un cristal protector para evitar que la corrosiva pintura de labios las deteriore. Luego (como esto de la belleza siempre es subjetivo), para gustos los colores. Por ejemplo, en Washington, el cementerio de Arlington a los fallecidos en la Segunda Guerra Mundial -con todas sus cruces dispuestas de una manera tan solemne y geométrica-, es desde luego impresionante, y también lo son los distintos memoriales a los soldados fallecidos en las diversas guerras que ocupan algunos de los espacios más significativos de la capital estadounidense. Pero como digo, ya es cuestión de opiniones. De hecho, a mí y a mi acompañante nos parecieron especialmente curiosos los cementerios turcos, con sus lápidas cubiertas por turbantes o sombreros de fez. Éste en concreto que os muestro en una de las fotografía de abajo (el camposanto del Monasterio de los Derviches, en Estambul), tiene la particularidad de poseer unos habitantes vivos muy especiales. Quieras que no, un poco de vitalidad siempre le da cierta alegría a los muertos.
Tumba de Oscar Wilde en Père-Lachaise, cubierta de marcas de besos de sus fans. Imagen original extraída de aquí.
Habitantes (latientes y que no lo son tanto) del pequeño cementerio del Monasterio de los Derviches en Estambul. Si los gatos gozan de libertad absoluta en la ciudad de los vivos, ¿por qué no iban a hacerlo en la de los muertos?
La tumba de George Wombwell, feriante, en Highgate (Londres), con una estatua del león Nero, uno de los animales que presentó en sus espectáculos. El amor de este señor por los animales es discutible, pero no cabe duda de que la imagen de Nero es majestuosa. Quizás por eso a mi amigo Fernando, fundador de Los Argonautas, le guste tanto. Imagen extraída de Wikicommons.
Habitantes (latientes y que no lo son tanto) del pequeño cementerio del Monasterio de los Derviches en Estambul. Si los gatos gozan de libertad absoluta en la ciudad de los vivos, ¿por qué no iban a hacerlo en la de los muertos?
La tumba de George Wombwell, feriante, en Highgate (Londres), con una estatua del león Nero, uno de los animales que presentó en sus espectáculos. El amor de este señor por los animales es discutible, pero no cabe duda de que la imagen de Nero es majestuosa. Quizás por eso a mi amigo Fernando, fundador de Los Argonautas, le guste tanto. Imagen extraída de Wikicommons.
Tumbas de individuos reconocidos: A veces no basta con tener enterrados a nuestros ilustres prohombres en el cementerio más prestigioso de la ciudad, sino que se construye una estructura completa dedicada a ellos. Esto ocurre más frecuentemente cuando es el mismo gobernante el que diseña su tumba para que sea venerada en tiempos futuros, como es el caso de las pirámides de Giza o las tumbas de los monarcas españoles en El Escorial. En otras ocasiones, es la fama del cadáver que estos edificios contienen lo que les convierte en centro de peregrinación, como es el caso de Napoleón Bonaparte y su actual localización en el palacio de Les Invalides en Francia. Pero quizás el colmo de la exageración post-mortem la tenga la tumba del Primer Emperador de China, Shih Huang-Ti. Preocupado por la inmortalidad, diseñó aún así un complejo funerario de dimensiones desproporcionadas, del cual los guerreros de Xian tan sólo constituyen la puerta de entrada a una reproducción del mundo exterior que contendría seguramente canales de mercurio para simular los ríos, y joyas brillantes ancladas sobre una bóveda para hacerse pasar por estrellas. Tales maravillas, sin embargo, todavía no han podido ser contempladas por los ojos del siglo XXI: por un lado, porque los arqueólogos chinos dudan de que a día de hoy dispongamos de tecnología suficiente para preservar todas esas maravillas en cuanto salgan a la luz; y porque la leyenda dice, además, que la tumba está sazonada de trampas al más puro estilo Indiana Jones, para así evitar que los extraños saqueen el monumento. ¿Llegaremos a contemplarlo algún día? Las que son más difíciles que algún día veamos son las de Alejandro Magno y Gengis Khan. La primera, emplazada en Alejandría, se perdió seguramente durante las revueltas religiosas que precedieron a la caída del Imperio Romano, mientras que la segunda fue enterrada a conciencia en un lugar perdido en el desierto, liquidando después a los que conocían su ubicación para asegurarse de que nadie la pudiera nunca encontrar. Quizás, uno de los misterios de la arqueología más fascinantes entre los que aún no han sido resueltos.
Está claro que Keops, Kefrén y Mikerinos se quedaron a gusto con sus "tumbitas".
Los guerreros de Xian: guardianes custodios de un sueño todavía mucho mayor.
Cementerios originales: La originalidad siempre radica un poco en el punto de vista. Quizás para un judío no sea muy novedoso el camposanto hebreo en Praga, pero para el resto de las personas que habitan por esa zona (muchos de los cuales tan sólo penetran por visitar la tumba de Frank Kafka), desde luego sí que lo es. Aunque otros ofrecen más unanimidad: es el caso del cementerio colgante de Sagrada en Filipinas, el cementerio alegre de Sapantza en Rumanía, o el extraño caso del osario de Sedlec en la República Checa, donde los propios huesos se han utilizado como parte de la decoración de la capilla situada debajo de la iglesia original. Un poco macabro para el gusto de algunos, aunque sin duda ideal para los seguidores más acérrimos de Tim Burton. Tampoco hace falta irse muy lejos para encontrar tumbas originales: a las afueras de Madrid, un cementerio de animales rinde tributo a las mascotas que pasaron a mejor vida. Por otro lado, yo le tengo especial cariño (por motivos personales) al Tofet de Cartago, aunque, quizás, cuando uno descubre que la mayor parte de sus moradores son niños sacrificados a los dioses en virtud de una religión ancestral, lo mismo no te hace tanta gracia. Pero no quiero profundizar en esa historia, porque en otros escritos anteriores ya he hablado alguna vez de ella.
Lámpara de araña elaborada con huesos en el osario de Sedlec (República Checa). Imagen extraída de Wikicommons.
Cementerios bajo tierra: Todo lo que no queremos ver o pretendemos perder de vista rápidamente, lo enterramos bajo tierra. Desde los fallecidos que nos provocan angustia o pánico a la muerte, hasta (como decía Scorsese) los individuos que estorban a la mafia en una tumba improvisada en el desierto alrededor de la ciudad de Las Vegas. Pero enterrar los cuerpos a gran profundidad es casi imprescindible en el caso de que la presencia de los cadáveres cerca de la superficie suponga un riesgo para la salud humana (tal es el origen de las catacumbas de París) o de que los entierros que se celebren lo hagan bajo un rito no tolerado en aquella época (ése es el motivo por el que los cristianos construyeron las catacumbas en Roma). Por supuesto, tan tétrico ambiente ha servido de inspiración para múltiples sucesos de ficción, incluyendo desde reuniones de los Iluminati hasta un paseo de Frodo y Quasimodo de camino a la Corte de los Milagros en la novela de Víctor Hugo "Nuestra señora de París". Y seguro que para muchas más historias futuras.
Detalle de las catacumbas de París. Imagen extraída de Wikicommons.
Cementerios bajo el agua: Aunque es raro e incluso complicado a nivel práctico que los seres humanos quieran enterrar a los suyos cerca de una superficie líquida (salvo en los clásicos rituales vikingos), si nos ponemos un poco más metafóricos, existen ciudades enteras sumergidas bajo el agua (como los restos de buena parte de la antigua Alejandría, tras sucesivos terremotos) que pueden constituir en sí mismo el cementerio de una completa civilización. Asimismo, y como no sólo los seres humanos dejan de pasear por la superficie de la tierra -o del agua-, existen también cementerios de barcos hundidos, como en las islas Chuuk o en las cercanías de la costa española de Finisterre. En el mismo sentido (y ya fuera del agua), existen cementerios de aviones, de automóviles, pueblos fantasma por la desaparición de sus habitantes (ya sea por una guerra o por simple abandono)... Mención aparte (y volviendo al líquido elemento) merece mención esa región del Pacífico Sur donde las agencias espaciales planean el hundimiento de las sondas espaciales que retornan a la Tierra, y de la que ya hablamos en alguna otra ocasión, y que aunque está demasiado dispersa como para que la consideremos un cementerio, sí es un lugar adonde van a parar objetos en su día muy valiosos y ahora olvidados y perdidos por el hombre. Una definición quizás demasiado certera de cómo acabaremos también nosotros.
Cementerios donde vive gente: Podríamos hacer chistes sobre lo cara que está la vivienda y demás, pero la verdad es que los que sufren esta situación están para pocas bromas. Aprovechando el espacio, los más míseros entre los miserables instalan su hogar en el único sitio donde pueden permitírselo: dentro de los panteones familiares, o instalando frágiles tenderetes entre las lápidas para procurarse un refugio lo más decente posible. En La Ciudad de los Muertos de El Cairo o en el cementerio de Navotas en Manila, los habitantes que duermen sobre las tumbas procuran sin embargo darle un toque de color a su situación, y les agradecen en todo caso a los dueños de las lápidas que (en el caso de que conozcan sus circunstancias) les hayan permitido instalarse allí. Una muestra más de lo mal repartido que está el mundo, y quizás una contradicción al viejo dicho de que la muerte, al final, es lo único que nos acaba igualando a todos.
Cementerios imaginarios: Igual que se dice que hay cementerios de película, y el cine y la literatura han empleado a muchos reales para ambientar algunas de sus escenas más sobrecogedoras, también ha habido otros que se han creado específicamente para la ocasión. Es el caso del cementerio donde está enterrado el padre de Tom Riddle en la saga de Harry Potter, y que juega un papel muy importante en la trama de novelas. También tenemos (en un aspecto algo más figurado) el Cementerio de los Libros Olvidados de la saga de Carlos Ruiz Zafón. Por otro lado, más de una historia ha surgido de hoteles encantados o residencias malditas por su supuesta edificación encima de un cementerio indio. Con lo cual uno se pregunta quién es el malvado de la película de miedo, si los fantasmas o los tipos que concedieron el permiso de obra.
Y éstos son algunos de los cementerios más interesantes que se nos han ocurrido. Supongo que cada uno tiene sus preferencias (quizás el favorito sea el de vuestro pueblo, o donde se hallan enterrados vuestros familiares), pero estamos abiertos a sugerencias. ¿Alguno que echéis de menos?¿Uno que creáis que no debería faltar, aunque sólo sea por la importancia personal que tiene para vosotros? Si es así, escribidnos, y no dudéis en adjuntar foto. Los cementerios, al fin y al cabo, no se hacen sólo para los muertos, sino sobre todo para los vivos, para que podamos admirarlos. Y que, de esa manera, recordemos a los que están enterrados allí. Feliz Día de los Difuntos, para los que lo celebréis, y para los que no, al menos disfrutad de esta colección de tumbas. Y cuidaros mucho de no acabar demasiado pronto dentro de una. Hasta la próxima vez.
Y éstos son algunos de los cementerios más interesantes que se nos han ocurrido. Supongo que cada uno tiene sus preferencias (quizás el favorito sea el de vuestro pueblo, o donde se hallan enterrados vuestros familiares), pero estamos abiertos a sugerencias. ¿Alguno que echéis de menos?¿Uno que creáis que no debería faltar, aunque sólo sea por la importancia personal que tiene para vosotros? Si es así, escribidnos, y no dudéis en adjuntar foto. Los cementerios, al fin y al cabo, no se hacen sólo para los muertos, sino sobre todo para los vivos, para que podamos admirarlos. Y que, de esa manera, recordemos a los que están enterrados allí. Feliz Día de los Difuntos, para los que lo celebréis, y para los que no, al menos disfrutad de esta colección de tumbas. Y cuidaros mucho de no acabar demasiado pronto dentro de una. Hasta la próxima vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario