Al chico le dijeron: “Los Reyes son los padres”. Pero él lo
entendió mal: entendió que los Reyes Magos eran exclusivamente “sus” padres.
El
problema es que se lo fue contando a todos los niños del pueblo. Lo peor es
que el resto de los chavales le creyeron. ¿Y
cómo no hacerlo? El padre del chico, calvo y con el pelo canoso, era clavadito
a un Melchor que se fuera a poner en cualquier momento el turbante y la capa.
Cuando el
padre del chico fue a tomarse su sopa, observó cómo por la ventana había
decenas de niños contemplándole con admiración, aguardando expectantes su
próximo paso. El hombre, desconociendo el motivo de tanta atención, no hizo
nada. Pero, cada vez que tomaba una cucharada de sopa, su mano no paraba de
temblar.
Para cuando el
hombre fue a buscar sus zapatos en el arcón, los niños, imaginando que de ahí
iba a sacar los regalos, no pudieron contener varios gritos de emoción y encanto… El
hombre casi se muere del susto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario