La mujer de mi
reflejo
La mujer de mi reflejo no es tan
pusilánime. La mujer del reflejo no acepta un no por respuesta. La mujer de mi
reflejo no tiene miedo de escalar alto, de robar novios, de acostarse con
alguien para ascender de puesto, y luego denunciar por acoso sexual. La mujer
de mi reflejo viste sujetador rojo en fin de año. La mujer de mi reflejo ya no
tiene amigas de instituto. La mujer de mi reflejo no tiene miedo de no llevar,
para la primera cita, ropa interior. La mujer de mi reflejo no hubiera tolerado
que aquella fresca le robara el marido; de hecho, en su mundo alternativo de
cristal, la ha secuestrado y allí, en su cuarto de baño en el otro lado, se
dedica a torturarla un poco más cada vez que voy yo. La mujer de mi reflejo
colecciona cabezas de enemigos en la repisa del armario.
Un día me di cuenta de que la
mujer al otro lado del espejo me grita que deje de hacer daño. Y entonces me
doy cuenta de que la mujer de mi reflejo, en realidad, soy yo.
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