De
princesas y dragones
La princesa
mandó emisarios a todas las mazmorras del reino, ansiando entrar en contacto
con los dragones. Una vez encontró al más fiero, al más sanguinario, al más
abyecto, se comunicó con el reptil mediante densas nubes de humo, sosteniendo largas
conversaciones sobre, cuando se encontraran, qué le haría a ella él. El día que
habían quedado, la princesa llegó a casa excitada, pensando en cómo la iban a
flamear, engullir, y luego masticar todavía viva hasta desangrarla con aquellos
dientecillos puntiagudos de dragón. Sin embargo, cuando llegó, se encontró con
que un caballero había entrado en su casa y había ensartado al dragón con su
lanza. Cuando el guerrero, como pago, trató de besarla, fue ella misma quien
sacó la lanza del cadáver aún caliente y de parte a parte le atravesó.
*
Cuando él se
metió en la casa de la desconocida, descubrió que ella, entusiasta, ofrecía su
blanco cuello para el sacrificio. El asesino en serie creyó que le iba a
encantar, pero al final se marchó, pues había perdido la gracia. Da pánico si
la víctima te da más miedo que tú.
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