El hombre iba a suicidarse tirándose a una de las vías del metro.
En principio optó por la estación
que más cerca le pillaba de casa. Sin embargo, se dio cuenta de que era muy
fea, y que al fin y al cabo, ni siquiera tenía algo de lustre ni de salero. Así
que se dirigió a la estación de Sol.
Nada más bajó del tren, en el andén,
le invadió en la nariz sin permiso el penetrante olor de los gofres...
Dejó
para mañana lo de suicidarse. Subió las escaleras, y se puso a zampar.
El primer jueves de octubre es el Día Europeo de la Depresión. Este relato, por supuesto, no pretende mostrar ninguna solución mágica a un más que complejo problema, de siempre difícil abordaje. Pero llama a constatar que siempre hay algo a nuestro alrededor que nos puede echar una mano, incluyendo las sensaciones agradables de las que nos enamoramos, o tal vez una voz amiga. La estación de metro de Sol en Madrid olía a gofres hasta hace unos años. Algunos todavía los olemos.
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