El camino del exilio es duro. Para el que se marcha de manera voluntaria, desde Marco Polo hasta los modernos ciudadanos del mundo, puede ser una oportunidad y un desafío. Para el que se marcha forzado, es la mayor abominación de las posibles. Hoy, en estos días tan complicados, muchos andan pensando (y recordando la canción de Juanito Valderrama -el cual, por cierto, fue felicitado por ella por Franco-) en emigrar. No entraré en personalismos. Pero a casi todos nos viene a la memoria un nombre, Antonio Machado, y un epitafio (ya que no celebramos en el blog el día mundial de la poesía, hoy tocan versos, que además forman parte de su libro de poemas "Retrato"):
"Y cuando llegue el último viaje
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar"
Una historia poco conocida, sin embargo (y controvertida acerca de si alguna vez llegó a ocurrir), fue el "pequeño y arrugado trozo de papel" que el hermano de Antonio Machado, José, encontró en el gabán del poeta unos cuantos días después de su muerte, en la ciudad francesa de Colliure, un rinconcito del mundo que también descansa mirando al mar.
El papelito contenía tres anotaciones:
-El inicio del monólogo de Hamlet: "Ser o no ser".
-La tercera anotación era una corrección de unos versos anteriormente publicados por él y dedicados a su amor platónico, una dama casada y asustadiza llamada Pilar Valderrama, y a quien él denominaba poéticamente (como formaba parte del título del libro original en que se habían escrito) Guiomar. Los versos a quizás el amor de su vida decían:
Y te daré mi canción:
se canta lo que se pierde.
Con un papagayo verde
que la diga en tu balcón.
-La segunda anotación era el último verso redactado alguna vez por el poeta. Con un tono profundo de añoranza, clamaban:
"Esos días azules, y ese sol de la infancia".
No recuerdo quién decía aquello de que la infancia es aquel país al que todos queremos retornar.
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