Esta historia es la respuesta a un reto de Relato Aleatorio, organizado por mi colega Juan Miguel Cano Castell. La dinámica es sencilla: los participiantes tienen que escribir un relato a partir de unas cuantas condiciones que han sido seleccionadas al azar gracias a la mano inocente del ordenador, y a la capacidad informática de Juan Miguel (alias "Ludkubo") para programarlo. En este caso concreto, los requisitos del relato eran:
- La historia empieza durante un crimen
– Un personaje lee el diario de alguien
– Un personaje se vuelve contemplativo durante la historia
– Un personaje come algo que hacía tiempo que no comía
– Un personaje lee el diario de alguien
– Un personaje se vuelve contemplativo durante la historia
– Un personaje come algo que hacía tiempo que no comía
Ésta es la historia que he pergeñado:
Cosas de chicas.
La chica le echó un vistazo general a la
cocina. Apoyó la mano en la barbilla, pensativa, y al mismo tiempo también en
la encimera. Incluso se estiró un poco: eso solía ayudarla a meditar con más
claridad. Por fin, tomó una determinación. Agarró el cuchillo. Lo asió con
fuerza por encima de ella…
A
continuación, cortó el pepino en rodajas finas y los añadió a la batidora.
Volvió a quedarse abstraída. ¿Qué debía hacer a continuación?
Finalmente
lo resolvió. Se dirigió a un cajón situado en la parte lateral de la cocina. Lo
abrió y encontró en su interior un libro de notas decorado en la portada con
una combinación de flores y ositos tan recargada que a la propia Heidi le
hubiera parecido una cursilada. Buscó en el diario la fecha del día actual, y
se dispuso a leer con fervor el mensaje que contenía en sus hojas de color gris
perla.
Y
el secreto que revelaba el diario para este día era: “Caca”.
Vale,
al menos eso quedaba claro. Entonces, decidió pasar a la verdadera acción. Empezó
a volcarse en el crimen que había venido a ejecutar. Tardó unos pocos minutos.
Después, introdujo en recipiente en el interior de aquel infernal aparato y
apretó el botón…
Dos
minutos después, extrajo el recipiente y probó con una cuchara su contenido.
Ah, estaba bien. No sabía que estaban tan buenos los potitos. De ser así,
quizás no hubiera dejado de tomarlos durante todo este tiempo.
Después,
se dirigió al dormitorio del niño. Allí, le cambió el pañal (efectivamente, el
diario tenía razón; no podía protestar porque no le hubieran avisado), le dio
de comer los potitos de calabacín y pepino, y lo ordenó todo de tal manera que
quedara bien claro que había llevado a cabo su trabajo con eficiencia. Recogió
su bolso, también las llaves, y por un momento, antes de marcharse y de que
fuera demasiado tarde –y por tanto, que tuviera la oportunidad de arrepentirse-,
quiso ponerse de verdad, seriamente por primera vez en toda la tarde, a
reflexionar… Quería realmente dedicarse a meditar los pros y los contras acerca
de la decisión por la que estaba a punto de decantarse. Debía realmente saber
si era necesario el próximo paso, si su propósito era el correcto. Tomó aire
profundamente antes de comenzar…
-¡Vale!
–exclamó en voz alta, emitiendo un pequeño gritito parecido a una risa. Nunca
había sido de pensar mucho. A las animadoras no las seleccionan precisamente
por su capacidad contemplativa, ni tampoco por aprobar matemáticas ni leer a
Kant.
-Entonces,
perfecto –se repitió a sí misma-, ¿se me olvida algo?
Ah,
sí, se acordó de repente, claro que se me olvida una cosa.
Dejó
el bolso y las llaves a un lado, salió de la cocina, cogió al niño, lo metió en
la batidora, añadió los pepinos que le habían sobrado, cerró la tapa y apretó
el botón.
Luego,
volvió a sacar el diario de su sitio y anotó en la fecha adecuada: “Acabar con
el pequeño Anticristo”.
Cogió
de nuevo el bolso y las llaves y sonrió. Ahora los padres sabrían que la niñera
había venido, que había cumplido su cometido, y que el hecho de encontrar a lo
que quedaría de su hijo de aquella guisa no era casual ni producto de un accidente
o de un descuido. Aquel hijo de puta había tenido su merecido.
Así aprenderá la próxima vez (pensó mientras
cerraba la puerta) a reencarnarse en algo decente, y no en un asqueroso reptil
espacial.
El resto de los relatos podéis encontrarlo en el blog de Juan Miguel, "Vida Cúbica". Os paso a su relato directamente con este enlace: http://vidacubica.wordpress.com/relatos-al-azar/mantis/ (él mismo enlaza a los cuentos de otros participantes). Creo que el mejor relato tiene un no-premio, aunque no sé quiénes están autorizados a votar, jeje. Un saludo.
Un relato bien llevado, Emilio. Las imágenes de mi cabeza intentando imaginar la situación del cuento han ido dando tumbos y giros bruscos como la misma batidora que nos tritura ese broche final para nuestro delite literario.
ResponderEliminarBuen provecho ;)
La animadora te dice: ¡Graciaaaaaassss!
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