Ryszard Kapuscinski fue un periodista polaco que se pasó la vida viajando de país en país, cubriendo algunos de los conflictos y eventos más destacados del siglo XX. Al principio su estilo, a medio camino entre el reportaje, la crónica periodística y el relato literario (él prefería denominarlas simplemente "historias") no cuajó, pero tras la publicación del libro sobre el Ché Guevara, Cristo con un fusil, el éxito fue ascendente. Ébano, El sha, Un día más con vida, El imperio, El emperador, El Mundo de Hoy, son algunas de sus obras, que recorrieron lugares exóticos y sistemas que entraban en colapso, de tal manera que se convirtió en testigo privilegiado de sus últimos días. Después de su muerte, algunos críticos han puesto en duda algunas de las vivencias que relataba en sus libros, argumentando que seguramente no eran vivencias directas sino originalmente narradas por otras personas, o que incluso se las había inventado. Realidad o no, la polémica seguramente no se aclarará nunca, y lo que sí que reconoce todo el mundo es que Kapuscinski era un excelente recreador de atmósferas, siendo capaz de transportarnos de la Unión Soviética profunda al África más surrealista y bizarra con tan sólo una ligera torsión del lenguaje. Cada vez que leo alguno de sus libros, me veo obligado a anotar las frases que considero más espectaculares. He aquí algunas de ellas, entresacadas de entre los últimos libros que he leído:
"Me identifico con los <<humillados y ofendidos>>, entre ellos me encuentro a mí y mismo. Y deseo que mi voz sirva para
hablar de sus intereses. Es que siempre olvidamos que vivimos en un mundo de
gente hambrienta, descalza, enferma, sin perspectiva alguna. Europa, EEUU y un
corto etcétera no son más que islotes de un relativo bienestar. A mí en cambio
me interesa ese mundo que tiene vetado el acceso a la mesa puesta y llena de
manjares. Lo tiene vetado ahora y lo seguirá teniendo en el futuro. La vida de
esta gente, su pobreza, su humillación y su frustración es lo que me llega más
hondo: por eso mi mirada es un tanto distinta, en el sentido de que cuando
llego a África o a Asia, soy incapaz de preocuparme por el psicoanálisis o por
cosas así. Solo puedo pensar en que tres cuartas partes de la humanidad llevan
una existencia tan miserable que lo único que les interesa es qué comerán el
día siguiente, cuando se despierten sin divisar ninguna perspectiva de mejora.
Ésta es mi mirada".
“No,
no vivimos en una aldea global, sino en una metrópoli global, o más bien en una
estación de ferrocarril o de metro global por la que pasa el enjambre de la <<multitud solitaria>> de David Riesman, formada por personas ajetreadas y con
los nervios destrozados que, indiferentes unas hacia las otras, no desean una
aproximación ni un acercamiento mutuo”.
“A.B:
Temo a un mundo sin valores, sin sensibilidad, sin reflexión. Un mundo en el
que todo es posible. Porque entonces lo que se convierte en lo más posible es
el mal”.
“Llevados
por actos reflejos, aplicamos medidas europeas a situaciones y sociedades
africanas. Sólo en el último medio siglo hemos aprendido que vivimos en un
mundo multicultural en el que cada sociedad funciona de acuerdo con lo que le
es propio e intrínseco”.
“Aquí,
en América Latina, es donde mejor se ve hasta qué punto el mundo vive en
plantas diferentes, o más bien en diferentes células; un mundo dividido,
atomizado. ¿La desigualdad siempre genera odio? Aquí genera frustración e,
incluso, en muchos casos, resignación. Esa resignación es una forma de
autodefensa, un astuto ardid que debe confundir el mal, debilitar los efectos
de su acción. Es en la defensa y no en el ataque donde reside su fuerza; saben
aguantar, pero no saben cambiar. Son como el arbusto del desierto;
suficientemente fuerte para vivir pero demasiado débil para dar vida”.
“Las
limitadas páginas de una introducción no dan margen para una exhaustiva
descripción de Bolivia. Se trata de uno de los países más trágicos que he visto
en mi peregrinar por el mundo. Las personas que conocen la América Latina por
las tarjetas postales o por frívolas descripciones no son capaces de imaginarse
la miseria que se puede encontrar en aquel país. El problema radica en que la
conciencia social, el sentimiento de vejación y la voluntad de lucha nacen en
el ser humano sólo a partir de un cierto nivel de existencia. Por debajo de ese
nivel, la miseria no genera, sino que mata la conciencia. Con esta situación se
encontró en Bolivia el Che”.
"El Mundo de Hoy" (recopilatorio de algunos de sus mejores escritos)
“La
desconfianza polaca se debe en parte al miedo histórico –el peligro que en el
pasado constituían nuestros vecinos-, pero sobre todo a la naturaleza campesina
de la ciudad. El campesino centroeuropeo tenía instalada la desconfianza en su
mentalidad, porque todo extraño que aparecía en su aldea era una amenaza”.
“Reacción
del hombre de Occidente:
-¿Las cosas van mal?¡Hay que actuar,
hay que hacer algo para mejorarlas!
Reacción
del hombre del Este:
-¿Las cosas van mal? Cierto, ¡pero
podrían ir mucho peor”.
"Lapidarium II".
“El siguiente prisionero
tiene doce años (…) Él sí sabe que es una vergüenza luchar en las filas del
FNLA, pero a él le dijeron que si iba al frente, luego lo mandarían a la
escuela. Y él quiere terminar la escuela porque quiere pintar. Si le dan papel
y lápiz, dibujará algo enseguida. Puede hacer un retrato. Si tuviera colores,
pintaría un cuadro (…) Pone en ello toda su vida, y le gustaría estudiar, y le
dijeron que estudiaría si primero iba al frente. Él sabe que la cosa es así,
que para poder pintar, primero tiene que matar, pero él no ha matado a nadie”.
“Enzarzado en una
discusión así [sobre fútbol], uno se olvida de todo. Y está bien que sea
posible olvidarse de todo. Que sea posible de esta batalla que ha hecho que
ahora seamos menos, tanto en éste como el otro lado de la balaustrada de
hormigón. Olvidarse de las redadas que montan los soldados de Mobutu. Y de que tenemos
que madurar para la guerra, para que haya cada vez menos tiroteos a ciegas y
cada vez más muerte”.
"Un día más con vida"
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