Nápoles es un lugar especial. Como le ocurre a buena parte de los mismos, repleta hasta arriba de contrastes. Capaz de lo mejor y de lo peor, contiene al mismos tiempo los sueños más maravillosos, y también las más atroces pesadillas. Los que han paseado por sus calles reconocerán las estampas en las que los paisanos tienden la ropa en tendederos situados a pie de calle, nivel desde donde los recaderos se dedican a llenar de viandas unas cestas de mimbre que luego las "nonas" o abuelitas italianas recogerán desde las ventanas de sus casas mediante una cuerdita. Sin duda a todos nos vienen a la cabeza escenas cotidianas en las que las "mamas" cocinan desaforados platos de pasta para ragazzos cargados de chulería y ragazzas rebosantes de belleza, así como imágenes de postal en las que primorosas callecitas decoradas con plantas de flores posan como si se trataran de modelos de alta costura. Todas estas escenas incluyen también, en su reverso, a la omnipresente Camorra, la cual lo invade todo como un cáncer del que ninguna quimioterapia ha sido hasta ahora capaz de desembarazarse.
Ahora, imaginemos esta ciudad del amor y del pecado en una circunstancia aún más extrema: 1944. La ciudad ha sufrido la dictadura fascista de Mussolini, la Segunda Guerra Mundial y, finalmente, la invasión por parte de las tropas aliadas. Se vive toda la desdicha que acompaña, como pasajero no invitado, a cualquier conflicto bélico, y quizás alguno más. En especial, se pasa hambre. Muchísima. Tanta, que los napolitanos buscan alimento entre las bayas del campo, engullen lo que un italiano consideraría por lo normal incomestible, y hasta toman al asalto el acuario municipal y devoran hasta el último de sus peces. A este lugar llega Norman Lewis, futuro escritor de novelas y libros de viaje, como miembro del ejército británico, y como resulta que habla algún idioma -hay que ver lo "profesional" que resulta todo en tiempos de guerra-, le asignan al servicio de inteligencia de esta sección del contingente aliado en <<el pueblo más grande del mundo>>, como lo han definido algunos. "Nápoles 1944" es el producto de sus experiencias durante ese año.
Lewis, en efecto, divisa miseria. Niños que no tienen otra solución que madurar rápido, demasiado rápido. Mujeres que se habitúan a vender con facilidad lo que antes preservaban con celo. Lewis describe situaciones inherentes a toda contienda, especialmente el caos, la incertidumbre, la corrupción, la arbitrariedad. Entre los soldados (que se dedican a aprovechar su superioridad siempre que pueden), y tanto entre los extranjeros como los locales (unos pocos de los cuales son capaces de extraer beneficios de la situación a través del contrabando, el robo o el tráfico de favores). Para hacernos una idea, la Mafia es la primera en colocar a sus hombres en los puestos claves de la administración. No empiezan con buen pie los cambios que han de traer la normalidad a la nueva Italia.
Pero al mismo tiempo, cómo no, Lewis, con una mirada comprensiva y lúcida, contempla cómo el carácter siempre resuelto y artístico de los napolitanos hace que, a su alrededor, se vivan las situaciones más surrealistas. Los italianos serán pobres y les faltará de todo, pero ello no exime que sigan manifestándose tan altivos, elegantes y sibaritas como siempre, y que consideren que un inconveniente menor como la guerra no debe alterar para nada su estilo de vida. Siguen adorando a sus santos, aderezando sus comidas con variados condimentos cada vez que pueden, y presumiendo de nobleza y antepasados en cuanto encuentran la más mínima oportunidad. Lewis se encontrará marquesas arruinadas de alto porte, sabios muertos de hambre que se ganan un sobresueldo a cambio de actuar como "el pariente sofisticado que vive en Roma", truhanes encantadores, enemigos simpáticos, y también colegas canallas. Constatará que durante el asalto al acuario municipal, los napolitanos tuvieron la decencia de reservar, como cena de bienvenida para el jefe de los ejércitos aliados, una ración especial de manatí. Si en Italia no encuentras motivos para reírte, es porque no quieres. Incluso aunque te veas entremezclado en reyertas particulares, discusiones entre amantes, o la fervorosa ebullición de partidos políticos, entre ellos los comunistas, democristianos, un movimiento que quiere volver a poner de moda la toga romana, o un partido ultraderechista llamado Forza Italia! (!) que probablemente no tenga nada que ver con Berlusconi pero que, como nota simpática, durante su fundación, reunió a un par de cabras que ejercieron como testigos mientras ellas, ajenas al revuelo a su alrededor, continuaban tranquilamente pastando.
Os invito a que os dejéis sumergir por ese ambiente tan particular que vive Lewis, el cual acabará enamorándose poco a poco de ese lugar donde le hubiera gustado nacer, y en el cual, por azares del destino ha acabado por residir. Dejaros seducir también por Italia, incluso aunque durante el libro se encuentre en sus horas más bajas. Tal vez porque, en los momentos en que es más densa la oscuridad, más brillante resulta la luz. Una lección que conviene tener presente siempre: a lo largo de este año, seguro, la vamos a necesitar.
Ahora, imaginemos esta ciudad del amor y del pecado en una circunstancia aún más extrema: 1944. La ciudad ha sufrido la dictadura fascista de Mussolini, la Segunda Guerra Mundial y, finalmente, la invasión por parte de las tropas aliadas. Se vive toda la desdicha que acompaña, como pasajero no invitado, a cualquier conflicto bélico, y quizás alguno más. En especial, se pasa hambre. Muchísima. Tanta, que los napolitanos buscan alimento entre las bayas del campo, engullen lo que un italiano consideraría por lo normal incomestible, y hasta toman al asalto el acuario municipal y devoran hasta el último de sus peces. A este lugar llega Norman Lewis, futuro escritor de novelas y libros de viaje, como miembro del ejército británico, y como resulta que habla algún idioma -hay que ver lo "profesional" que resulta todo en tiempos de guerra-, le asignan al servicio de inteligencia de esta sección del contingente aliado en <<el pueblo más grande del mundo>>, como lo han definido algunos. "Nápoles 1944" es el producto de sus experiencias durante ese año.
Lewis, en efecto, divisa miseria. Niños que no tienen otra solución que madurar rápido, demasiado rápido. Mujeres que se habitúan a vender con facilidad lo que antes preservaban con celo. Lewis describe situaciones inherentes a toda contienda, especialmente el caos, la incertidumbre, la corrupción, la arbitrariedad. Entre los soldados (que se dedican a aprovechar su superioridad siempre que pueden), y tanto entre los extranjeros como los locales (unos pocos de los cuales son capaces de extraer beneficios de la situación a través del contrabando, el robo o el tráfico de favores). Para hacernos una idea, la Mafia es la primera en colocar a sus hombres en los puestos claves de la administración. No empiezan con buen pie los cambios que han de traer la normalidad a la nueva Italia.
Pero al mismo tiempo, cómo no, Lewis, con una mirada comprensiva y lúcida, contempla cómo el carácter siempre resuelto y artístico de los napolitanos hace que, a su alrededor, se vivan las situaciones más surrealistas. Los italianos serán pobres y les faltará de todo, pero ello no exime que sigan manifestándose tan altivos, elegantes y sibaritas como siempre, y que consideren que un inconveniente menor como la guerra no debe alterar para nada su estilo de vida. Siguen adorando a sus santos, aderezando sus comidas con variados condimentos cada vez que pueden, y presumiendo de nobleza y antepasados en cuanto encuentran la más mínima oportunidad. Lewis se encontrará marquesas arruinadas de alto porte, sabios muertos de hambre que se ganan un sobresueldo a cambio de actuar como "el pariente sofisticado que vive en Roma", truhanes encantadores, enemigos simpáticos, y también colegas canallas. Constatará que durante el asalto al acuario municipal, los napolitanos tuvieron la decencia de reservar, como cena de bienvenida para el jefe de los ejércitos aliados, una ración especial de manatí. Si en Italia no encuentras motivos para reírte, es porque no quieres. Incluso aunque te veas entremezclado en reyertas particulares, discusiones entre amantes, o la fervorosa ebullición de partidos políticos, entre ellos los comunistas, democristianos, un movimiento que quiere volver a poner de moda la toga romana, o un partido ultraderechista llamado Forza Italia! (!) que probablemente no tenga nada que ver con Berlusconi pero que, como nota simpática, durante su fundación, reunió a un par de cabras que ejercieron como testigos mientras ellas, ajenas al revuelo a su alrededor, continuaban tranquilamente pastando.
Os invito a que os dejéis sumergir por ese ambiente tan particular que vive Lewis, el cual acabará enamorándose poco a poco de ese lugar donde le hubiera gustado nacer, y en el cual, por azares del destino ha acabado por residir. Dejaros seducir también por Italia, incluso aunque durante el libro se encuentre en sus horas más bajas. Tal vez porque, en los momentos en que es más densa la oscuridad, más brillante resulta la luz. Una lección que conviene tener presente siempre: a lo largo de este año, seguro, la vamos a necesitar.
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