lunes, 27 de noviembre de 2023

Las historias cortas de noviembre. "Qué haríamos sin las señoras...", segunda parte

    Esto ocurrió, hace no demasiado tiempo, en uno de estos barrios castizos típicos de Madrid.

    Una señora, con bata de boatiné y con rulos, se dispone a irse a dormir a su cama. Y entones, para su sorpresa, se encuentra a un lagarto, de medio metro de envergadura, de color verde, tumbado sobre su cama, con los ojos fijos sobre ella, como preguntándole, “¿Qué, te metes por fin, o tengo que esperar mucho más? Que ya tengo sueño”.

    La señora, completamente alucinada, no sabía lo que hacer. Recurrió entonces al único método que se le ocurrió en este momento: cogió el primer spray que tenía a mano (ella le llamaba “flu-flu”: el problema es que no se trataba de insecticida, sino de limpiador para el polvo) y lo roció, como si se tratara de nieve, encima del lagarto; eso sí, manteniendo las distancias. Flu-flu la primera vez, flu-flu la segunda, y el lagarto, nada, ni inmutarse, no se iba ni se movía, tan sólo sacaba la lengua, como volviendo a preguntar: “¿Pero te dejas de chorradas o qué? Métete de una vez en la cama”.

   Así que la señora, agotada de recursos, asió con una mano el teléfono, y llamó, efectivamente...

   No, no a la policía ni a los bomberos ni a la perrera. Tampoco a hijos, sobrinos, familiares o vecinos.

   A Telemadrid.

   La combinación de España profunda y mundo globalizado, es tan peligrosa como la de fundamentalismo islámico y alta tecnología armamentística.

    (Al final, resultó y todo que el lagarto era especie protegida).

   (Otra versión de la historia dice que en realidad, la señora estaba acojonada, y lo que pasa es que les había llamado porque no tenía el número ni de la policía ni de los bomberos, sólo el de Madrid Directo).

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