George
R. R. Martin. Danza de dragones
Basado
en una
idea original de @agmayan.bsky.social
-Pero a ver, exactamente, ¿cuál
es el final?
Uno de los interlocutores de la
discusión se lo explica. El otro replica, furibundo:
-¡Pero no!¡Así-no-es!-pronuncia
de manera muy destacada cada palabra.
Los dos debatientes vuelven esa
tarde a sus casas para recuperar el ejemplar del libro que alojan en sus
respectivas bibliotecas. Al día siguiente, los dos aparecen en la reunión
grupal mostrando los ejemplares que les dan la razón… a ambos.
Como eso no es posible, los
amigos miran la última página de sendos libros: y, en efecto, no se
trata del mismo final.
-¿Pero esto qué es?¿Una
errata?-pregunta una chica.
-No sé si una errata puede
consistir en varios párrafos -argumenta otra.
-Me está empezando a recordar a
la historia de “La naranja mecánica”. Eso de que el libro original tenía un
último capítulo adicional que el editor borró y que, según el autor, cambiaba
todo el sentido de la historia. De hecho, Kubrick hizo la película a raíz de
esa versión amputada, de la que el escritor siempre renegó.
-A ver, no nos desviemos del
tema. ¿Cuál es el libro “de verdad”?-intervino uno de los contendientes en la
discusión-. O dicho de otra manera, ¿cuál es la versión “buena”?
-Esto ¿dónde se mira?¿En
Internet o…?
-En Internet te puedes encontrar
cualquier cosa. Le preguntas a ChatGPT y te da dos finales alternativos. Mejor
vamos a una biblioteca.
Pero ahí es cuando llegó la
sorpresa mayor: porque encontraron las dos versiones del mismo libro.
Aparentemente la misma edición, misma portada, todo igual… salvo el final modificado.
-Gente, esto sí que hay que
subirlo a Internet. Debe de haber más gente que lo haya visto. Y, si no, esto
tienen que saberlo.
La cuestión es que, cuando la
verdad emergió (a través de redes sociales primeros, y luego foros, tertulias,
programas de televisión), se dieron cuenta de que no se trataba exclusivamente
de ese libro o de aquella edición. Afectaba a un gran número de textos:
volúmenes que habían empezado a aparecer y que tenían versiones duplicadas,
donde la única diferencia era el final. Las editoriales decían desconocer el
origen de aquel fallo, si se trataba de un error de impresión o de una
modificación intencionada. En algunos casos, era difícil discernir a qué textos
afectaba aquel fenómeno, porque, con mucha frecuencia, la gente tardaba horas
en darse cuenta de que aquellas dos narraciones tan distintas que estaban
comparando eran, en realidad, el mismo libro, sólo que con una conclusión tan
reformada que parecían dos historias diferentes.
En otras ocasiones, en cambio,
eran los propios autores los que contribuían a la confusión, ya que, al ser
interrogados por el asunto (que solía iniciarse con la pregunta: “¿cuál es el
final de verdad?”), los escritores contrarreplicaban -incluso con cierto
cálculo-: “¿Cuál te ha gustado más a ti?”. De hecho, no era raro que editores y
agentes jugaran al despiste, sabiendo que la gente iba a comprar el doble de
libros, tratando de desentrañar cuál era el punto y final auténtico. Aquello
fue particularmente caótico en el caso de ciertas sagas con un fandom muy
acusado, pues buena parte de las discusiones se centraron en cuál era el final
oficial que debería incluirse en el canon de los libros, o si esas discrepancias
(en ocasiones sutiles, en otras de calibre más grueso) iban a influir a la hora
de plantear las secuelas de las diversas tramas.
Aquello empezó a afectar no sólo
a los libros modernos, sino también a los clásicos; en algunas circunstancias
(con libros muy desconocidos de los que pocos eruditos recordaban los
detalles), tuvo que recurrirse a expertos en literatura de variados campos para
tratar, al menos, de fijar un texto definitivo que pudieran seguir los
estudiantes. En otras ocasiones, como con el último párrafo del Quijote, hubo
arduas discusiones -sobre todo entre la escuela europea y la americana- sobre
si el nuevo era o no mejor final. Con el tiempo, llegó a haber versiones
duplicadas de las páginas relativas a las sucesivas obras, en enciclopedias
físicas o digitales. Durante meses, se extendió el temor a que esto afectara
también a los productos audiovisuales, y de repente se duplicaran películas y
series, modificando completamente el sentido de los spoilers, y abriendo
divergencias infinitas e irreconciliables entre los fans
Sin embargo, con lo que más se
terminó de volver loco todo el mundo fue con la declaración, desde una
organización desconocida (y hasta entonces secreta) que proclamó que la culpa
de las variaciones entre los libros era cosa suya y que aquello, lejos de ir a
menos, iba a continuar.
LEE EL SIGUIENTE RELATO (aún por publicar)
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