Hay algo fascinante en el cuadro de A. Gisbert "El fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en la playa de Málaga" que te absorbe cuando te lo tropiezas en el Museo del Prado, momento en que, casi de manera irremediable, acabas concentrando toda tu atención en él, tratando de averiguar cuál era la biografía y las circunstancias de cada uno de esos hombres. El autor de este ensayo, Manuel Alvargonzález, argumenta que la pintura ha hecho, en efecto, famoso a José María Torrijos, líder de este pronunciamiento que le llevó a morir en la costa de Andalucía, pero que también eclipsó el resto de su vida, a pesar de que Torrijos tuvo una biografía muy interesante que, además, sirve para ilustrar el intrincado período que le tocó vivir, el de las primeras revoluciones liberales del siglo XIX en España, donde se trataba que no gobernara el rey, sino unas Cortes en las que la nación se viera representada. Manuel Alvargonzález redacta este libro a partir de un trabajo académico (lo cual se nota a lo largo de la lectura, aunque es lo suficientemente accesible como para el público general) y trata de ilustrar otros períodos de la vida de Torrijos, un personaje complejo y, en muchos sentidos, hijo de su tiempo. Anoto aquí debajo unos cuantos puntos que me han resultado muy instructivos:
1) El libro, en buena parte, es una historia de ese primigenio liberalismo, donde también hubo facciones, dudas, discusiones ideológicas, traidores y mucho fingimiento. Vemos que en política, ya desde el siglo XIX, lo de decir una cosa y hacer otra se convirtió en un clásico. También descubrimos que ya entonces era costumbre, cada vez que surgía un movimiento que podía cambiar las cosas, que el conjunto de las fuerzas tradicionales, y los estamentos más privilegiados, se batieran con uñas y dientes en contra de él.
2) Manuel Alvargonzález aprovecha para hablar de otros individuos destacados de la historia del liberalismo (revolucionarios, conservadores, aventureros, veletas, personajes estrafalarios) como el legendario Van Halen (cuya estrambótica trayectoria ya fue narrada por Baroja en "Memorias de un hombre de acción") y también de episodios no muy conocidos pero llamativos de este período. Por ejemplo, es bastante gracioso comprobar cómo Rafael de Riego, cuando se rebela contra Fernando VII, parte con una serie de hombres de Cabezas de San Juan, los pierde a todos por el camino antes de llegar a destino, y sin embargo vence en su pronunciamiento, el cual da origen al efímero Trienio Liberal, una de las primeras experiencias (por simplificar mucho y entre comillas) que abrieron el camino a regímenes más democráticos en España.
3) El libro destaca también las contradicciones dentro de las propia corrientes del liberalismo, movimiento el cual creía que iba a traer prosperidad a todos los rincones del orbe, pero estaba organizado por hombres aristocráticos, quienes no se daban cuenta de que algunos de sus postulados no siempre beneficiaban a las clases humildes, a las cuales sin embargo incitaban a sumarse a la rebelión. En ese sentido, el autor señala que Torrijos muchas veces no entendió las demandas que le hacía el campesinado al respecto (algo que sí supo entender el carlismo y aprovecharlo en su propio beneficio) y, si acaso, de las clases más bajas, sólo confió en las de extracción urbana. Un buen número de experiencias de las que podemos aprender lecciones bastante aplicables a la política actual.
4) Es llamativa la influencia que tuvo Torrijos entre el círculo denominado "los apóstoles de Cambridge", de quien el autor del libro hace una vívida disección. También hace hincapié en la época en que un exiliado Torrijos hace de traductor y aprende, de la figura de Napoleón, el ideal de héroe romántico: un ideal que tratará de cumplir él mismo, rodeándole de un aura que llevará a que muchos, admirados por su temple, arriesguen la vida, seducidos, para seguirle en su epopeya. Por otra parte, es destacable cómo, en su período fuera de España, Torrijos intenta entablar relaciones con otros proyectos liberales, ya sea en Portugal o al otro lado del charco, en las nacientes repúblicas de Hispanoamérica, considerando que el liberalismo, en realidad, a pesar de su obsesión con el concepto de nación, era una aspiración universal.
5) Finalmente, el libro analiza la intentona por la cual Torrijos aspiraba a "todo o nada", y que le llevó a morir, a él y a otros compañeros, fusilados, en una playa de Málaga (momento reflejado en un fastuoso cuadro de Gisbert el cual, por otra parte, no es del todo fiel a la realidad, como explica el texto; sin embargo, ya se sabe, el arte tiene otros fines, parámetros y cuestiones, y la autenticidad no es siempre lo más importante). Sin embargo, unas cuantas páginas antes hemos podido comprobar cómo todo no era tan romántico ni tan heroico como lo pintaban, y muchos desertaron en la última parte de la partida, en parte por falta de fe en sus posibilidades de triunfo, y también por ciertas decepciones a lo largo del camino.
Manuel Alvargonzález, además, escruta las relaciones familiares de Torrijos, y en especial la interacción con su mujer, quien constituirías un sólido punto de apoyo no sólo emocional, sino también en las diversas conspiraciones en las que participó a lo largo de los años. El libro termina, como no podía ser de otra manera, casi de manera abrupta tras el vibrante episodio del fusilamiento. Sin embargo, la causa de Torrijos no terminaba: en muchos sentidos, la de esa otra España casi acababa de comenzar. Más gente moriría en otras playas, reales o metafóricas. Podemos soñar qué hubiera ocurrido si sus pronunciamientos hubieran sido fructíferos. La revolución iniciada por Riesgo es digna de interpretarse de distintas maneras, según la evolución de sus resultados, en los años presentes y futuros. Todavía estamos inmersa en ella, aunque los objetivos, las batallas y parte de los rivales sean otros. Y, como siempre, como Torrijos, nosotros elegimos en qué bando queremos estar, y cuánto estamos dispuestos a sacrificar por él. Un saludo.
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