lunes, 8 de diciembre de 2025

Las historias cortas de diciembre: La importancia de una correcta pronunciación

 Mi amiga Eos se encontraba en Gales, viviendo en la casa de un matrimonio de 70 años. Un día, llegó la vecina terriblemente consternada.

-Tengo una plaga de avispas -afirmó-. Le han picado a mi madre no-sé-cuántas veces, y la pobre es ya muy mayor. No sé cómo librarme de ellas.

-En mi pueblo -respondió Eos-, tenemos un remedio casero, y es echarle agua y jabón a las avispas.

-¿Ah, sí? Pues lo voy a probar.

Dos horas después, la vecina volvió, con rostro aún compungido en el rostro.

-No sólo no se han ido las avispas, sino que han venido cada vez más, y tengo toda la casa pringosa. ¿Seguro que el método es correcto?¿Tenía que ser de pollo, o podía ser...?

Eos abre los ojos y la boca, alucinada.

-¡Jabón (soap)!¡No sopa (soup)!

Algo parecido le ocurrió a John Fitzgeral Kennedy en su visita a Berlín en los años 60. Kennedy se vanagloriaba de sus antepasados alemanes, y además quería destacar la importancia que tenía lo que ocurriera en el Berlín dividido de cara al mundo entero ("Lograr la paz en Berlín", afirmaba, "es conseguirla para París, para Roma, para Washington..."). Por eso, cuando salió al balcón de un edificio oficial germano, delante de una multitud expectante, pronunció, en un alemán cuidadosamente estudiado:

-¡Yo también soy berlinés!

A lo cual la multitud respondió con alborozo. Esta es la versión oficial. No obstante, lo que los alemanes escucharon en realidad aquel día de labios de JFK fue:

-¡Yo también soy una rosquilla!

Lógicamente, de ahí se reían. 


Comentario: No me extraña que las avispas no se fueran: ¡estaban esperando el segundo plato! ;)


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