lunes, 29 de enero de 2024

Una opinión muy personal sobre la llamada "generación de cristal"

Una opinión muy general sobre la llamada "generación de cristal".

Llevamos desde los griegos quejándonos de que la siguiente generación siempre es peor que la nuestra; y, como suele decirse, aquí seguimos.

Hay una cosa que suelo decir de un tiempo a esta parte; nuestros abuelos no tenían problemas de salud mental: simplemente bebían.

Nuestros padres tampoco tenían problemas, simplemente lo pagaban con sus hijos. Y mi generación tampoco tiene problemas, lo paga con la gente de su alrededor, que ni siquiera sabe de qué van nuestros traumas. Sin embargo, a su vez, esto genera una reacción negativa cuya consecuencia es que los afectados arrojan sus frustraciones sobre otra gente, y así sucesivamente...

De vez en cuando, la persona con problemas le cuenta a otro -alguien concreto, de confianza- lo que le pasa, pero no lo hace con el objetivo de arreglarlo: sino de que le escuchen, le comprendan y le justifiquen, en plan adolescente (todos somos un poco adolescentes). Y al final seguimos pagando nuestras neurosis -que seguramente no son culpa nuestra, pero acaban por hacer sufrir a los demás- con el resto.

La nueva generación ha adoptado otra manera: habla abiertamente de salud mental, y confiesa sus taras. Eso también tiene sus inconvenientes: primero, porque muchas veces se hace (¿lo hacemos?) también como autojustificación -en el fondo, los seres humanos somos muy parecidos-, y para quitarnos responsabilidad. Segundo: como en todo movimiento pendular, pasamos de un extremo a otro, le echamos la culpa de cualquier asunto a la salud mental, e incluso frivolizamos con el tema.

Pero quiero pensar que cuando pase una época de extremos, y se aclare el ruido y la furia, eso servirá para crear una sociedad más consciente de sus limitaciones y sus problemas: y en la que, de vez en cuando, rompamos el ciclo del dolor y, a pesar de los males que nos han infligido, reaccionemos frente a la sociedad que nos ha hecho daño aportando un balance positivo, aprendiendo, y tratando de enmendarnos a nosotros mismos (que es, al final, lo único que tenemos, y sobre lo que podemos hacer autocrítica: autocritica no entendida como castigo, sino para mejorar nuestras vidas y la relación con el entorno). O no respondiendo tan mal cuando señalan nuestros problemas. Incluso, siendo capaz de aconsejar a otros, no para recriminarles "es culpa tuya", sino para decirles (o para decirnos): "entiendo tu dolor, pero con él, en vez de hacérselo pagar a los demás y a ti mismo, tienes que sacar algo positivo para todos, incluyendo por supuesto -y para empezar- tú".

En ese camino andamos. Veremos cómo lo superamos. Como la mayor parte de las acciones humanas, en buena medida saldrá mal. Pero quiero pensar que, al menos en parte, mejoraremos.

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